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sábado, 30 de noviembre de 2013

Reglas de una madre al regalar un móvil a su hijo

¿Qué chaval de hoy en día, llegada una cierta edad, no ha implorado, suplicado y rogado que le compren un teléfono móvil? Ridículas parecen actualmente las inquietudes de los padres por comprar a sus hijos aquellos primeros Nokia que apenas podían enviar mensajes de texto y realizar o recibir llamadas. Ahora, cuando le compramos a un niño un teléfono móvil le estamos otorgando una ventana que da acceso a todo el mundo de internet.
 
Bien lo sabe Janell Hoffman, la madre de Greg Hoffman. El niño, de 13 años, llevaba un año suspirando por un teléfono móvil. Rogaba, imploraba, suplicaba y nada obtenía. Hasta que, con motivo de las últimas Navidades, recibió su deseado iPhone.
 
Sin embargo, el aparato no venía solo, sino acompañado de un contrato redactado por su madre: “¡Feliz Navidad! Ahora eres el orgulloso propietario de un iPhone. Eres un chico bueno y responsable de 13 años y te mereces este regalo. Pero con la aceptación de este presente vienen algunas reglas y regulaciones”. La madre incluyó un contrato con 18 reglas a seguir si el chaval quería conservar su valioso móvil. Estas son las normas dictadas por la progenitora:
 
1. Es mi teléfono. Yo pagué por él. Yo te lo presto a ti. ¿No soy la mejor?
 
2. Yo siempre conoceré la contraseña.
 
3. Si suena, cógelo. Es un teléfono. Di “hola”, haz gala de tus modales. Jamás ignores una llamada si en la pantalla se lee “Mamá” o “Papá”. Jamás.
 
4. Le darás el teléfono a uno de tus progenitores de inmediato a las 19h30 cada día de colegio y a las 21h el fin de semana. Estará apagado toda la noche y se volverá a encender a las 7h30. Si no harías una llamada al teléfono fijo de alguien, donde sus padres pueden contestar, tampoco llames o envíes mensajes con el móvil. Escuchas esos instintos y respeta a las otras familias como nos gusta que nos respeten a nosotros.
 
5. No irás al colegio con él. Conversa en persona con la gente a la que envías mensajes. *Los días de media jornada, las excursiones y las actividades extraescolares requerirán consideraciones especiales.
 
6. Si se cae en el baño, se golpea contra el suelo o se esfuma en el aire, eres el responsable de los costes de sustitución o reparación. Corta el césped, haz de canguro, ahorra dinero de tu cumpleaños. Si ocurre, tendrás que estar preparado.
 
7. No uses la tecnología para mentir, hacer tonterías o engañar a otro ser humano. No te involucres en conversaciones que sean dañinas para los demás. Sé un buen amigo.
 
8. No envíes mensajes, correos electrónicos o digas nada a través de este medio que no dirías en persona.
 
9. No envíes mensajes, correos electrónicos o digas a alguien algo que no le dirías en voz alta y en presencia de sus padres. Autocensúrate.
 
10. Nada de porno. Busca en la web información que compartirías abiertamente conmigo. Si tienes alguna duda sobre algo, pregunta a una persona. Preferiblemente, a tu padre o a mí.
 
11. Apágalo, siléncialo, déjalo a un lado en público. Especialmente en restaurantes, en el cine o mientras hablas con otro ser humano. No eres una persona maleducada, no dejes que el iPhone cambie eso.

12. No envíes ni recibas imágenes de tus partes íntimas o de las partes íntimas de cualquier otra persona. No te rías. Algún día estarás tentado de hacerlo, a pesar de tu gran inteligencia. Es arriesgado y puede arruinar tu vida adolescente/joven/adulta. Es siempre una mala idea. El ciberespacio es vasto y más poderoso que tú. Y es difícil hacer que algo de esa magnitud desaparezca, incluyendo una mala reputación.

13. No hagas tropecientas fotos o vídeos. No hay necesidad de documentarlo todo. Vive tus experiencias. Quedarán registradas en tu memoria toda la eternidad.
 
14. Deja tu móvil en casa a veces y siéntete protegido y seguro de esa decisión. No está vivo ni es ninguna extensión de tu cuerpo. Aprende a vivir sin él. Sé mejor y más poderoso que FOMO [en inglés, siglas de “fear of missing out”, el miedo a perderse algo que está ocurriendo, a no estar siempre conectado].
 
15. Bájate música que sea nueva o clásica o diferente de la que millones de tus semejantes escuchan, que es siempre lo mismo. Tu generación tiene un acceso a la música mayor que cualquier otra en la historia. Aprovéchate de ese regalo. Expande tus horizontes.

16. Practica juegos de palabras, puzzles o rompecabezas de vez en cuando.
 
17. Mantén tus ojos arriba. Observa el mundo que sucede a tu alrededor. Mira por la ventana. Escucha a los pájaros. Date un paseo. Habla con un desconocido. Pregúntate sin buscar en google.
 
18. Te harás un lío. Te quitaré el teléfono. Nos sentaremos y hablaremos sobre ello. Volveremos a empezar. Tú y yo siempre estamos aprendiendo. Estoy en tu equipo. Estamos juntos en esto.
 
Tras estas 18 directrices, la carta termina con el despido de la madre: “Espero que puedas aceptar estos términos. Muchas de las lecciones aquí recogidas no se aplican sólo al iPhone, sino a la vida. Estás creciendo en un mundo que cambia rápido. Es apasionante y tentador. Haz las cosas sencillas. Confía en tu poderosa mente y en tu gran corazón por encima de cualquier máquina. Te quiero. Espero que disfrutes de tu nuevo y espectacular iPhone. ¡Feliz Navidad!

viernes, 29 de noviembre de 2013

Mario Benedetti: No te rindas

No te rindas, aun estás a tiempo
de alcanzar y comenzar de nuevo,
aceptar tus sombras, enterrar tus miedos,
liberar el lastre, retomar el vuelo.
 
No te rindas que la vida es eso,
continuar el viaje,
perseguir tus sueños,
destrabar el tiempo,
correr los escombros y destapar el cielo.
 
No te rindas, por favor no cedas,
aunque el frío queme,
aunque el miedo muerda,
aunque el sol se esconda y se calle el viento,
aún hay fuego en tu alma,
aún hay vida en tus sueños,
porque la vida es tuya y tuyo también el deseo,
porque lo has querido y porque te quiero.
 
Porque existe el vino y el amor, es cierto,
porque no hay heridas que no cure el tiempo,
abrir las puertas, quitar los cerrojos,
abandonar las murallas que te protegieron.
 
Vivir la vida y aceptar el reto,
recuperar la risa, ensayar el canto,
bajar la guardia y extender las manos,
desplegar las alas e intentar de nuevo,
celebrar la vida y retomar los cielos.
 
No te rindas, por favor no cedas,
aunque el frío queme,
aunque el miedo muerda,
aunque el sol se ponga y se calle el viento,
aún hay fuego en tu alma,
aún hay vida en tus sueños,
porque cada día es un comienzo,
porque ésta es la hora y el mejor momento,
porque no estás sola,
porque yo te quiero.
Mario Benedetti
 

jueves, 28 de noviembre de 2013

Volver a Santander

Lo he encontrado de casualidad por Internet:
 
Vuelvo. Una vez más o una vez menos según se prefiera. Vuelvo al Norte. Vuelvo a bajarme del tren y a coger un taxi. Vuelvo a bajar la ventanilla hasta que el cristal diga que no le insista más. Vuelvo a sacar la cabeza y a oler el mar. Vuelvo a sonreír con ese olor a nostalgia. Vuelvo a ver a Pereda subido en ese monumento que adorna los Jardines a los que da nombre. Vuelvo a sonreírle. Vuelvo a discutir con el taxista sobre el magnífico y controvertido proyecto de Botín en el centro de la ciudad. Vuelvo a no poder abrir el portal de mi casa con la supuesta copia que me hizo mi madre de la llave (creo que fue una indirecta). Vuelvo a llegar al hall de casa y a oír a mi padre diciendo que no pose la maleta en la alfombra. Vuelvo a ir a mi cuarto y a comprobar que nadie se ha atrevido a desafiar al orden que impuse hace unos años. Vuelvo a pasar por el cuarto de mi hermano y a ver su guitarra y toda clase de artilugios que ni entiendo ni aspiro a entender. Vuelve el verano.
 
Vuelvo a ir a Cañadío, la plaza que nos vio crecer y vuelvo al chino a comprar el peor alcohol posible. Vuelvo a saludarle como si el tiempo no hubiese pasado. Vuelvo a un bar de mala muerte a pedir eso que llaman “cachi” y me vuelven a llamar pijo al pedir una ginebra decente. Vuelvo a invitar a copas, a tabaco y a chupitos al primero que me encuentro. Vuelvo a entonar el “For auld lang syne”. Vuelvo a ver aquella farola en Cañadío, ganada por la tradición y vuelvo a ver que de nuevo algún grupo se me ha adelantado. Vuelvo a pensar que las nuevas generaciones vienen pisando fuerte. Vuelvo a pensar que no entiendo a aquellos que beben en las escaleras de la Iglesia. Vuelven a meterse con mi barba.
 
Vuelvo a “animarme” con mi ginebra y mi “cachi” y vuelven a decirme que antes era más disimulado. Vuelvo a decir que no voy a salir, que voy a dar una vuelta. Vuelven a darme las cuatro dando la brasa a unos y a otros. Vuelvo a escuchar “eres un chapas, vámonos a BNS” y vuelvo a escuchar la pregunta “¿has triunfado?”. Vuelvo a decir que no. Vuelvo a pelearme por un taxi como un tigre se pelea por su comida. Vuelvo a hablar con el taxista de las corruptelas de Pernia y de que me voy haciendo viejo. Vuelve mi hermano a preguntarle a las niñas quién de los dos es el hermano guapo. Vuelve a imponerse. Vuelvo a pensar que ya veremos quien ríe el último. Vuelvo a entonar Turnedo mirando la playa.
 
Vuelvo a arruinarme en BNS. Vuelvo a pedir un rescate a mi hermano pequeño por no poder volver a casa en taxi. Vuelvo a no encontrarle y a tener que volver andando. Vuelven a decirme cómo no he podido ver a un hermano de dos metros. Vuelvo a no poder entender el motivo. Vuelvo a cenar al volver. Vuelvo a jurarme que no pienso seguir un mes con este plan. Vuelvo a mentir. Vuelvo a coger un taxi con un desconocido. Vuelve a hacerse íntimo mío. Vuelve mi padre a merodear por mi cuarto en busca de cualquier prueba que le haga demostrar que volví “con copas”. Vuelve a inventarse que la posición en que deje las llaves es prueba de ello. Vuelve a reírse para sí mismo. Vuelve a decirme que mi hermano es un tío mucho más tranquilo que yo. Vuelve mi hermano a celebrar su segunda victoria en menos de veinticuatro horas. Vuelve mi madre a gritar: “¡Jesús, María y José!” cuando comprueba que me dormí “echando el ancla” y viendo como la noche anterior vi el pijama como prenda prescindible.
 
Vuelvo a creer que me han robado. Vuelvo a escribir a Nacho que desde Asturias me da su perspectiva de su noche y yo de la mía. Vuelvo a escuchar un “como estamos macho” por parte suya y por parte mía. Vuelvo a mandarle una foto de la última tarta de queso que he ingerido. Vuelvo a repetirle a Young que tiene que venir a Santander. Vuelve a decirme que cuando yo le invite.
 
Vuelvo a tomar el aperitivo en el Rhin. Vuelvo a tomarme un helado de Regma para curar la resaca. Vuelven a reírse de mí por ser de jaspeado escocés. Vuelvo a pensar que algún día haré un club de gourmets que sólo toman helado de jaspeado escocés. Vuelvo a poner a mi abuela como ejemplo de que la virtud puede combinarse con la afición por el jaspeado escocés. Vuelvo a encontrarme a mis tíos que me increpan llevar por la mala vida a sus hijos. Vuelvo a ir a la playa con camisa. Vuelvo a dormir siestas eternas. Vuelvo a correr por el Faro. Vuelvo a mandar fotos a mis amigos insistiendo en la superioridad del Norte frente al Sur. Vuelvo a discutir con esos rezagados que no salen todos los días.

miércoles, 27 de noviembre de 2013

Urgencias

“No te hagas líos. Nada importa demasiado si la salud no está. Si crees que tu vida no pasa por su mejor momento, si te crees con derecho a enfadarte, frustrarte o deprimirte, date una vueltecita por cualquier uci. Allí donde urge lo importante e importa lo urgente. Allí donde el día y la noche los marca cualquier cosa menos la salida y puesta del sol. Es un paseo, seguro que tienes alguna cerca. Yo tengo una justo al lado de casa. Vas, visitas a las familias que allí se encuentran, y hablas con ellas. Que te cuenten su drama, lo que están viviendo y lo que darían por dejar de vivirlo. Y luego me cuentas.
 
Nos creemos importantes hasta que algo o alguien nos manda a un hospital. Igualador de vanidades, antesala de nuestro principio y de nuestro fin. El hotel de los dolores mudos. La residencia del gemido que nadie quiere escuchar. Si te crees con derecho a estar mal es porque no lo has estado de verdad. Si nunca has pasado una noche en urgencias, aún no sabes lo que es sufrir.
 
Siempre he pensado que el amor de tu vida se esconde tras la salud, y no se le ve hasta que ésta se quita de en medio. Tu media naranja jamás será la que exprimas sobre el catre de la pasión y el desenfreno. De esas encontrarás muchas, o al menos eso espero, por tu propio bien. Pero la mujer o el hombre de tu vida será sólo aquél o aquélla a quien le digas un día «llévame al hospital». Todo lo demás, se puede pagar. Visto así, igual deberíamos casarnos todos con putas o con taxistas. O igual es que todos somos un poco putas y un poco taxistas, también.
 
No te hagas líos. Cuando dejamos de ser estupendos estamos más cerca de los que estaban tan cerca que ni los veíamos, y aleja a los que ya estaban lejos, pero los creíamos ver. La enfermedad grave, un gran detector de mentiras que encima suele llegar demasiado tarde, o demasiado pronto.
 
Así es la salud, ese bien de preciada ausencia, pues sólo se valora cuando ya se perdió.
 
Y es que somos lo que cuidamos. La debilidad de un cuerpo que necesita otro para subsistir cuantifica la dependencia de nuestro prójimo, pero también nuestro nivel de civilización. Porque son justamente los débiles los que miden nuestro grado de fortaleza. Porque son los que se hacen pequeños los que nos pueden hacer sentir grandes. Cómo tratamos a los dependientes. A los ancianos. A los enfermos. A los niños. Cuanto mejor los cuidemos, más lejos estaremos de la barbarie y la sinrazón.
 
Por eso me parece impresentable que algunos se empeñen en convertir la cuestión sanitaria o de la dependencia en un problema de cartera.
 
“No te hagas líos. No es una política más. Es la única política que siempre debería existir, incluso a falta de todo el dinero del mundo, así tuviéramos que prescindir de todo lo demás. Pero la sanidad no. La sanidad es innegociable. Para éste y para todos los gobiernos que vengan. Oiga, la vida está por encima de usted y de sus cuatro míseros años de mandato. Si no hay vida, no hay nada. Así que métase los recortes entre su culo y el cuero de su coche oficial. Pero la sanidad ni tocarla. Que si nos morimos por un recorte, entonces ya no nos morimos, sino que usted nos está matando. Y habrá que juzgarlo como lo que usted es. Un genocida.
 
No admito que me vengan con eufemismos. Privatizar la gestión significa echar gente a la calle. Y así nos luce el pelo. Ciudades inundadas de mareas blancas que desean trabajar mientras sus centros de salud acumulan listas de espera con pacientes que no pueden permitirse el lujo de convertirse en clientes. Recortes descarnados que acaban blandiendo hachas donde deberían usar bisturí. Y mira que te lo dice un orgulloso hijo de médico de centro público. Y aun así, resignado cliente de la privada.
 
En la antigua China, los médicos cobraban sus honorarios sólo mientras la población estuviese sana, y dejaban de cobrar en cuanto ésta enfermaba o sufría algún tipo de epidemia. Creo que deberíamos empezar a aplicarlo con los políticos. Descontarles de su sueldo todos y cada uno de los días que los pacientes de este país pasan esperando a que alguien les cure.
 
De ese modo, la cuestión de la sanidad pública no ganaría en simplicidad. Pero sí en urgencia.”
Risco Mejide en elperiodico.com

martes, 26 de noviembre de 2013

Rugir

Solía morderme la lengua y aguantar la respiración
Temía agitar el bote y causar un desastre 
Así que me sentaba tranquila,
educadamente asentía 
Supongo que olvidé que también tenía una opción
Dejé que me empujaras hasta sobrepasar mi punto de quiebre 
No luchaba por nada,
así que caí por todo 
 
Me oprimiste, pero me repuse
Justo ahora me quito el polvo
Escucha mi voz, escucha ese sonido 
Como un trueno, haré temblar tu suelo
Me oprimiste, pero me repuse
Prepárate porque ya fue suficiente
Lo veo todo, lo veo ahora 
 
Tengo el ojo de tigre, el fuego,
bailando entre el fuego
Porque soy una campeona,
y me vas a escuchar rugir 
Más fuerte, más fuerte que un león 
Porque soy una campeona,
y me vas a escuchar rugir
Y me vas a escuchar rugir 
 
Ahora, floto como una mariposa
Picando como una abeja,
obtuve mis rayas 
Pasé de cero,

domingo, 24 de noviembre de 2013

El bicho grande

«La ley es tela de araña / no la teme el hombre rico / nunca la tema el que mande /pues la rompe el bicho grande / y solo enreda a los chicos».

Uno de los versos más populares en Martín Fierro (lo pronuncia el «moreno», discriminado por su color) define con precisión la sensación colectiva cada vez más afianzada entre los españoles de que la ley no es igual para todos. Una telaraña que atrapa al bicho pequeño pero casi nunca al grande dibuja un escenario de impunidad que mina la moral colectiva....


La impunidad es dejar sin castigo a quien infringió de forma evidente las normas o las leyes. El pueblo no puede juzgar porque no está preparado, y por eso ha delegado en los tribunales esa responsabilidad, pero ¿qué ocurre en el cuerpo social cuando se instala la creencia de que hay una impunidad jurídica selectiva? ¿Qué pasa cuando todo indica que, a mayor proporción del delito, menor es su persecución e inexistente el castigo? Ha quedado acreditado que los grandes evasores fiscales han salido impunes y amnistiados de su robo multimillonario, mientras que el bicho pequeño es perseguido sin tregua por el fisco. Nadie fue responsable de la muerte de 43 personas en el metro de Valencia, ni parece que vaya a haberlo en el tren de Santiago más allá del conductor (siempre el bicho pequeño). La muerte de cinco chicas aplastadas en el Madrid Arena podría saldarse con una pequeña condena al promotor, y eso sin hablar del Prestige, del que una década después supimos que «se hundió porque quiso», como escribió con retranca cáustica Manuel Rivas. Del caso Bárcenas hace tiempo que nos advierten -no se pregunten por qué lo saben- que pronto se archivará al «no poderse demostrar nada» de la financiación ilegal.

O sea, todo lo que usted y yo hemos visto y leído hasta ahora, al parecer, no prueba nada ni tiene validez jurídica. Sin embargo, impusieron dos años a la valenciana que usó una tarjeta de crédito encontrada para comprar comida; a los que propinaron un tartazo a la presidenta de Navarra les piden nueve años de cárcel, y cuatro a los profesores que reventaron con protestas un pregón en Guadalajara…

Cualquier libro de psicología social recoge las consecuencias de la falta de castigo a los peces gordos: aumenta la tentación de actuar al margen de la ley y puede llegar a provocar conductas agresivas y violentas. Si los poderes del Estado pierden el respeto a la ética y la legalidad, ¿por qué habrían de tenerlo los demás? A medio plazo, la huella que dejará la sensación de impunidad será la negación de la legitimidad del sistema. Ese es el peligro mayor, que nuestros gobernantes parecen no intuir. Y la solución no es la nueva ley que preparan de «seguridad ciudadana» para aplastar toda protesta social. En lugar de miedo al ciudadano, debieran tenerle respeto. O sea, basta de impunidad para el bicho grande.
 
Al Contrataque, Julia Otero |EL BICHO GRANDE |Viernes, 22 de noviembre del 2013, EL PERIÓDICO

sábado, 23 de noviembre de 2013

Reflexión (XVI): Lo que no decimos...

Alguna vez te pusiste a pensar a dónde va lo que no decimos, todo lo que no nos permitimos sentir, las miradas que no entregamos, los besos que no damos, los miedos que no soltamos, las angustias, los gritos...

¿Sabes a dónde van las palabras que no se dijeron?
¿A dónde va lo que quieres hacer y no haces?
¿A dónde va lo que quieres decir y no dices?
¿A dónde va lo que no te permites sentir?

Nos gustaría que lo que no decimos caiga en el olvido, pero lo que no decimos se nos acumula en el cuerpo, nos llena el alma de gritos mudos.
Lo que no decimos se transforma en insomnio, en dolor de garganta.
Lo que no decimos se transforma en nostalgia, en destiempo.
Lo que no decimos se transforma en debe, en deuda, en asignatura pendiente.
Las palabras que no decimos se transforman en insatisfacción, en tristeza, en frustración.
Lo que no decimos no muere, nos mata.
Lo que no decimos, se transforma en trauma, en veneno que mata el alma.
Lo que no decimos te encierra en el pasado.
Lo que no decimos se transforma en herida abierta

viernes, 22 de noviembre de 2013

Una bonita historia...

El otro día he leído esta historia y me ha parecido tan bonita que quiero compartirla. La protagoniza Tommy Torres y uno de sus fans. Para quienes no le conocen, Tommy es músico y compositor; produjo para Alejandro Sanz, Ricky Martin y Ricardo Arjona. En definitiva, un grande de la música. 
Tommy recibió un correo (bueno, realmente dos) de uno de sus fans, pidiendo ayuda con una chica. Éste es el mail:

 
Hasta aquí todo normal… ¿Os imagináis cuantas cartas, tweets, mails, reciben los músicos reconocidos cada día? Pero Tommy decidió ir un paso más, y ésta fue la respuesta que le dio a su fan: Ver video

Querido Tommy, te escribo esta carta,
no sé si tú realmente lees estas cartas.
Te escribo para pedirte algo
que para mí es de vida o muerte.
no pienses que exagero es la verdad.
Mi nombre es Paco y te escribo de Santiago.
Hay una chica que no se sale de mi mente,
para eso eres tan elocuente,
y a ella le encantan tus canciones
te imaginas ya por donde voy.
 
Es que con ella no me salen las palabras, y quizás
tu pudieras ayudarme, a decirle que yo muero aquí por ella
y de una forma un poco mas poética.
Que eso del romanticismo a mí no se me da.
Dame algo tan bonito que le saque mil suspiros,
decirle que la amo y nada más.
 
No sé si bastara..
  
Señor Tommy: aquí le escribo nuevamente
no me ha contestado, pensaba que era buena gente.
Puede que esté muy ocupado,
pero yo estoy desesperado.
Ayúdeme a encontrar la forma
de decirle que yo muero aquí por ella,
pero de una forma un poco más poética
que eso del romanticismo a mí no se me da...
Deme algo tan bonito, algo que nunca le hayan dicho.
Decirle que la amo y nada más...
 
No sé si bastará...
 
Amigo Paco: disculpe la demora,
espero no te moleste
que haya copiado aquí tu historia.
En el amor no soy experto,
no sé de donde sacaste eso.
Y nada puede estar más lejos de la verdad.
 
No confundas palabrerías con sentimientos.
Las metáforas son solo pajas del intelecto.
Si me preguntas qué decirle a tu chica...
 
Solo dile que te mueres por ella.
No se me ocurre una mejor manera,
que eso del romanticismo,
es solo un juego de ajedrez.
Cuando se trata de sentimientos,
no hay nada como ser directos.
 
Dile que la amas y nada más,
seguro bastará...

jueves, 21 de noviembre de 2013

Albert Camus

¿Camus, filósofo? En todo caso “un filósofo para alumnos de bachillerato”, se burlaron en su día los detractores. Hoy sigue siendo la opinión de no pocos académicos. En efecto, como señaló Sartre desde la primera hora (ni siquiera se conocían personalmente aún) “Camus pone cierta coquetería en citar textos de Jaspers, de Heidegger, de Kierkegaard, que por otra parte no siempre parece entender bien”. ¡Tocado! En “El mito de Sísifo”, añado yo, repite el tópico de un Schopenhauer indecente predicando el suicidio ante una mesa bien servida: pues bien, Schopenhauer no recomendó el suicidio, todo lo contrario. Ese tipo de erudición no es lo suyo, lo cual no le descarta como pensador como aclara el propio Sartre de los buenos tiempos: “Sus verdaderos maestros son otros: el contorno de sus razonamientos, la claridad de sus ideas, el corte de su estilo de ensayista y un cierto tipo de siniestro solar, ordenado, ceremonioso y desolado, todo anuncia un clásico, un mediterráneo”. Más tarde también Czeslaw Milosz, que le estaba agradecido por ser uno de los poquísimos intelectuales que le acogió bien cuando huyó del comunismo, le defendió contra la acusación común de que carecía de doctorado filosófico: “Pero, en primer lugar, ¿qué se entiende por filosofía? Para algunos, como Camus, la filosofía exige una alimentación casi carnal y se rehúsan a hablar de las cosas que no tocan por sí mismos”.
Entonces ¿era o no era filósofo? Digamos que fue un espontáneo que saltó al ruedo de la filosofía sin llevar nada más que su hambre vital de voyou argelino y la vergüenza torera de no aceptar una existencia irreflexiva. El capote con que dio sus primeros pases en esa faena improvisada (“El mito de Sísifo”) fue el absurdo, mucho más que una palabra y algo menos que un concepto. El absurdo no es el sinsentido del mundo, sino la falta de sentido en un mundo que nosotros –los inventores y huérfanos del sentido- reclamamos que lo tenga: “El hombre se encuentra ante lo irracional. Siente en sí mismo su deseo de felicidad y de razón. El absurdo nace de esa confrontación entre la llamada humana y el silencio sin razones del mundo”. El absurdo no es un dato elemental sino un divorcio: la demanda de los hombres y la callada por respuesta del universo, un amor imposible. La peculiaridad del absurdo es que deja der serlo si lo aceptamos como tal: es un pensamiento inaceptable y sólo si no lo aceptamos, si nos sublevamos contra él, podemos pensarlo. No es una idea, ni mucho menos una doctrina, ni siquiera algo que pueda explicarse en el aula, como las categorías de Aristóteles o la dialéctica trascendental de Kant. El absurdo… ¡eso hay que vivirlo! Tal como decimos de otros padecimientos. Por eso se presta mejor a la narración que al tratado. Pero se equivocan quienes expulsan a Camus del jardín de la filosofía, porque sin la filosofía no se entienden ni se justifican sus ficciones, que son el modo que utiliza para hacerla comprensible. “¿Por qué escribes novelas o dramas teatrales?”, pregunta la filosofía; y Camus responde: “Para vivirte mejor…”.
 
Para Camus, la democracia –despreciada por los revolucionarios y por Sartre- tiene el gran mérito de solicitar modestia: nadie puede zanjarlo todo por sí mismo, hace falta el consejo de otros y el acuerdo
Intelectualmente el absurdo es un callejón sin salida aunque la vida consiste precisamente en hacer como si la tuviera. El muro que nos cierra el paso es infranqueable, pero nosotros pintamos voluntariosamente una puerta en él y la puerta se abre…o al menos nos permite imaginar que se abre y salimos por ella. De esa puerta pintada en el muro de la realidad, imposible pero irrenunciable, es de lo que habla “El hombre rebelde”, donde por segunda vez el espontáneo Camus se echa al ruedo de la filosofía. La primera faena se la perdonaron como una manifestación de simpática inexperiencia, pero por esta otra ya fue seriamente sancionado por los comisarios de la plaza. “Me rebelo, luego somos”: ¿habrase visto mayor atrevimiento? Sublevarse entonces no es una consecuencia histórica de la solidaridad, sino que la solidaridad nace a partir de la individualidad que se subleva por impulso metafísico. El ser humano se rebela y al hacerlo descubre la humanidad que le vincula a los demás. Los dogmáticos de la revolución comprendieron que ésta, violenta y totalitaria, forma parte del muro de la realidad contra el que se insurge el rebelde. “Los hombres mueren y no son felices”, resume Calígula. Pero cada hombre puede rebelarse contra lo que impone la muerte y la infelicidad, descubriendo así su camaradería con los demás. Y esa rebelión no es simple grandilocuencia, sino búsqueda de soluciones políticas, es decir, contra el estado de guerra que exige mantenerse en el odio. Para Camus, la democracia –despreciada por los revolucionarios y por Sartre- tiene el gran mérito de solicitar modestia: nadie puede zanjarlo todo por sí mismo, hace falta el consejo de otros y el acuerdo. Rebelarse contra la infelicidad del terror exige evitar el absolutismo decapitador de los principios y a menudo atenerse a los matices, a las medias tintas: ¡qué bien comprendemos hoy, tras las contradicciones de las primaveras árabes, la actitud tentativa y fluctuante de Camus ante el conflicto de Argelia a finales de los años cincuenta!
 
En Youtube puede verse una breve filmación de Albert Camus en la que, con una sonrisa y aire de pillo, finge ante la cámara muletazos sin toro ni muleta. Es un espontáneo, el maletilla que aspira a la gloria. O que ya la conoce: “Comprendo aquí lo que se llama gloria: el derecho de amar sin medida” (Bodas).
Leído en: http://cultura.elpais.com/cultura/2013/11/06/actualidad/1383734422_805585.html

miércoles, 20 de noviembre de 2013

¿Qué le pasa a la gente que llega tarde?

Todos tenemos un amigo que siempre llega tarde a las citas. Da igual la hora o el día de la semana, siempre tiene alguna excusa: “había tráfico”,” el metro tardó muchísimo en llegar”, “me dejé la cartera en casa y tuve que volver”… Los que le conocen saben que pueden aparecer media hora tarde, por sistema, pues a buen seguro el susodicho todavía no habrá llegado.
 
El fenómeno podría incluso recibir una etiqueta médica. Este verano, un grupo de doctores de Dundee (Escocia) diagnosticaron a Jim Dunbar, un hombre de 57 años, con tardanza crónica. La patología no está reconocida por el manual de desórdenes psiquiátricos (el famoso DSM, que va ya por su quinta edición) con el que se diagnostican las enfermedades mentales, pero se da en algunas personas como consecuencia de otros trastornos de sobra conocidos.
 
Dunbar llegaba tarde al trabajo, a las comidas con los amigos e, incluso, se retrasó 20 minutos cuando fue al médico para que valorara su trastorno. “Mi familia no me creía y pensaba que me inventaba las excusas”, explicó Dubar a The Daily Mail. “Llegaba tarde a los funerales y me escondía en el fondo de la sala. Un día quedé con un amigo para ir de vacaciones al medio día y llegué cuatro horas tarde. Estaba furioso porque había reservado el ferry y todo”.
 
Las patologías detrás de la tardanza crónica
 
Aunque la tardanza crónica no pueda considerarse un trastorno en sí mismo, no deja de ser el síntoma de una serie de patologías difíciles de controlar. Según médicos y psicólogos estas son las patologías que pueden ocasionar tardanza crónica.
 
1. Narcisismo
 
Las personas narcisistas, arrogantes, celosas y que siempre esperan atención y admiración, suelen llegar tarde a todos los sitios. Según explica la psicóloga Susan Krauss en Psychology Today, la incapacidad de los narcisistas para empatizar con sus semejantes les condiciona a retrasarse en sus citas. Los tardones crónicos no se paran a pensar de qué forma su comportamiento afecta a los demás, sólo ven, desde su propio punto de vista, aquello que les ha hecho llegar tarde. Han tenido un atasco o un último email que debían contestar, por eso se han retrasado, y es comprensible.
 
Con el tiempo, la tendencia a llegar tarde refuerza el propio narcisismo: los tardones son siempre el centro de atención, la persona a la que el resto está esperando. Para un narcisista llegar tarde tiene claras ventajas.
 
2. TDAH
 
El Trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) es comúnmente diagnosticado en niños y adolescentes, pero también puede darse en adultos, y los síntomas en estos son distintos. Mientras los niños con TDAH son inquietos y compulsivos, los adultos son desorganizados, dispersos, olvidadizos e introvertidos, características, todas ellas, que les impiden ser puntuales. 
 
El TDAH adulto afecta principalmente a las mujeres, que pueden estar años sufriendo depresión y ansiedad, y la ineficiente gestión del tiempo es uno de los síntomas principales. Tal como explicó la psicóloga Michele Novotni en ADDitude Mag, “todo el mundo llega tarde alguna vez, pero muchas personas con TDAH llegan más veces tarde que pronto. No tienen intención de ser inconsiderados o irrespetuosos, pero debido a su tardanza crónica se les ve como tal. Esa percepción es una de las razones por las que la gente con TDAH tiene problemas para mantener buenas relaciones con sus familiares, amigos y colegas de trabajo”.
 
3. Impulsos inconscientes
 
Según Diana DeLonzor, autora de Never Be Late Again (Post Madison Publishing, 2003), la impuntualidad de muchas personas que son calificadas de “tardonas” no tiene nada que ver con una falta de empatía, sino con una serie de factores inconscientes que están fuera de su control. En el libro, DeLonzor define una serie de perfiles de tardones, que en ocasiones están asociados con la ocupación profesional de estos.
 
Las personas que trabajan en entornos con mucho estrés, y tiempos de entrega muy definidos –publicistas, consultores, periodistas…–, suelen ser impuntuales porque, inconscientemente, van corriendo a todas partes. Lo mismo ocurre con la gente que trabaja en el ámbito de la producción, que “reciben un impulso de ego cuando logran hacerlo todo en el menor tiempo posible”.

Leído en: http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2013-11-18/no-son-unos-caras-estan-enfermos-que-le-pasa-a-la-gente-que-llega-tarde_54967

martes, 19 de noviembre de 2013

Reflexión (XV): Medio ambiente

En la fila del supermercado, el cajero le dice a una señora mayor que debería traer su propia bolsa, ya que las bolsas de plástico no son buenas para el medio ambiente. La señora pide disculpas y explica: “Es que no había esta moda verde en mis tiempos”. El empleado le contestó: “Ese es ahora nuestro problema. Su generación no puso suficiente cuidado en conservar el medio ambiente.”
 
Tiene razón: nuestra generación no tenía esa moda verde en esos tiempos: En aquel entonces, las botellas de leche, las botellas de gaseosa y las de cerveza se devolvían a la tienda. La tienda las enviaba de nuevo a la fábrica para ser lavadas y esterilizadas antes de llenarlas de nuevo, de manera que se podían usar las mismas botellas una y otra vez. Así, realmente las reciclaban.

Pero lleva razón, no teníamos esta moda verde en nuestros tiempos. Subíamos las escaleras, porque no había escaleras mecánicas en cada comercio ni oficina. Íbamos andando a las tiendas en lugar de ir en coches de 300 caballos de potencia cada vez que necesitábamos recorrer 200 metros.

Pero tiene Vd. toda la razón. No teníamos la moda verde en nuestros días. Por entonces, lavábamos los pañales de los bebés porque no los había desechables. Secábamos la ropa en tendederos, no en secadoras que funcionan con 220 voltios. La energía solar y la eólica secaban verdaderamente nuestra ropa. Los chicos usaban la ropa de sus hermanos mayores, no siempre modelitos nuevos.

Pero está en lo cierto: no teníamos una moda verde en nuestros días. Entonces teníamos una televisión, o radio, en casa, no un televisor en cada habitación. Y la TV tenía una pantallita del tamaño de un pañuelo, no una pantalla del tamaño de un estadio de futbol. En la cocina, molíamos y batíamos a mano, porque no había máquinas eléctricas que lo hiciesen por nosotros. Cuando empaquetábamos algo frágil para enviarlo por correo, usábamos periódicos arrugados para protegerlo, no cartones preformados o bolitas de plástico. En esos tiempos no arrancábamos un motor y quemábamos gasolina sólo para cortar el césped; usábamos una podadora que funcionaba a músculo. Hacíamos ejercicio trabajando, así que no necesitábamos ir a un gimnasio para correr sobre cintas mecánicas que funcionan con electricidad.

Pero claro que está Vd. en lo cierto: no había en esos tiempos una moda verde. Bebíamos del grifo cuando teníamos sed, en lugar de usar vasitos o botellas de plástico cada vez que teníamos que tomar agua. Recargábamos las estilográficas con tinta, en lugar de comprar una nueva y cambiábamos las cuchillas de afeitar en vez de tirar a la basura toda la maquina afeitadora sólo porque la hoja perdió su filo.

Pero, eso sí, no teníamos una moda verde por entonces. En aquellos tiempos, la gente tomaba el tranvía o el autobús y los chicos iban en sus bicicletas a la escuela o andando, en lugar de usar a su mamá como taxista las 24 horas. Teníamos un enchufe en cada habitación, no un regleta de enchufes para alimentar una docena de artefactos. Y no necesitábamos un aparato electrónico para recibir señales desde satélites situados a miles de kilómetros de distancia en el espacio para encontrar la pizzería más próxima.
Así que me parece lógico que la actual generación se queje continuamente de lo irresponsables que éramos los ahora viejos por no tener esta maravillosa moda verde en nuestros tiempos.
 
Sinceramente una historia que da para pensar... Normalmente se le echa la culpa a nuestras anteriores generaciones del daño ambiental que hay ahora, pero después de leer esto, ¿aún lo crees? ¿No seremos nosotros los que con tanto avance estaremos cargándonos el medio ambiente en vez de sanearlo? Piénsalo...

lunes, 18 de noviembre de 2013

Mario Benedetti: Rostro de vos

Tengo una soledad
tan concurrida
tan llena de nostalgias
y de rostros de vos
de adioses hace tiempo
y besos bienvenidos
de primeras de cambio
y de último vagón.

Tengo una soledad
tan concurrida
que puedo organizarla
como una procesión
por colores
tamaños
y promesas
por época
por tacto
y por sabor.

Sin temblor de más
me abrazo a tus ausencias
que asisten y me asisten
con mi rostro de vos.

Estoy lleno de sombras
de noches y deseos
de risas y de alguna
maldición.

Mis huéspedes concurren
concurren como sueños
con sus rencores nuevos
su falta de candor
yo les pongo una escoba
tras la puerta
porque quiero estar solo
con mi rostro de vos.

Pero el rostro de vos
mira a otra parte
con sus ojos de amor
que ya no aman
como víveres
que buscan su hambre
miran y miran
y apagan mi jornada.

Las paredes se van
queda la noche
las nostalgias se van
no queda nada.

Ya mi rostro de vos
cierra los ojos
y es una soledad
tan desolada.
 
Mario Benedetti

domingo, 17 de noviembre de 2013

El Papa cristiano

El Papa argentino se lo está poniendo difícil a agnósticos y ateos. Unas cuantas homilías más y otra entrevista en L'Osservatore Romano del estilo de la de hace unas semanas y estarán dispuestos a creer al menos en el Espíritu Santo, encargado por delegación de trastear en los cónclaves hasta dar con la fumata blanca. Francisco, considerado por significativos sectores de misa diaria un populista y un demagogo (sí, él también), empezó a pisar juanetes cuando afirmó que nunca fue de derechas. Esa frase debió de caer en casa de Rouco Varela como una maldición bíblica. Advirtió de las obsesiones de la Iglesia en torno a la homosexualidad y el aborto, calificó de «vergüenza» la muerte de decenas de inmigrantes en Lampedusa, plantó a la curia para cenar con los pobres, besó a un hombre con deformidades horrendas en la plaza de San Pedro y se arrodilló para lavar y besar los pies de 12 jóvenes recluidos en la prisión de Roma.

Bergoglio critica la caridad que deja a los pobres como están y pide justicia a las instituciones para que todo ser humano tenga derecho al trabajo y la dignidad. En fin, que nos ha salido un Pontífice cristiano, que dice y hace cosas reconocibles en la Biblia, que no usa zapatos rojos primorosos ni el papamóvil blindado y que destituye al obispo pijo alemán que se gastó 31 millones en arreglar su pisito. Una auténtica provocación o, como diría Sánchez Dragó, «un cura obrero que va camino de convertirse en el Papa más cochambroso de la historia indigno sucesor de Ratzinger y Wojtyla».

Esta semana, Francisco ha premiado a los fieles que acudieron a la capilla de Santa Marta a oírle decir la misa de 7, porque sepan ustedes que hay lista de espera de varios meses para ir al primer oficio religioso de la mañana. El obispo de Roma criticó sin piedad la doble vida de esos cristianos que meten «la mano en el bolsillo para hacer donaciones a la Iglesia y con la otra roban al Estado y a los pobres» y distinguió entre aquellos a los que se debe perdonar, los pecadores, y los que habría que «arrojar al mar con una muela de molino al cuello», los corruptos. Aunque la frase resulte inmisericorde, fue Jesús quién la pronunció, y en ello se escudó el Pontífice.

Los creyentes honestos que pagan sus impuestos religiosamente, no roban ni se corrompen tienen, pues, el consuelo de la atrocidad eterna que la Biblia reserva a nuestros grandes chorizos nacionales. El resto, en cambio, preferiríamos que antes de partir a los infiernos tuvieran en este mundo la condena de la justicia humana. No pedimos que los arrojen al mar, nos conformaríamos con que devolvieran la pasta y pagaran sus delitos. Sin embargo, el archivo de ciertas causas está próximo. Al tiempo. Aunque no haya dios que comulgue con semejante rueda de molino.
 
Al contrataque de Julia Otero para elperiodico.com

sábado, 16 de noviembre de 2013

No olvidar...

40 cosas que no hay que olvidar:
 
 
Nunca prives a nadie de la esperanza; puede ser lo único que una persona posea.
No tomes decisiones cuando estés enojado.
Cuida tu postura física.
Nunca hables de negocios en un elevador.

No pagues un trabajo hasta que esté concluido.
Cuídate de quien no tenga nada que perder.
Aprende a decir no con cortesía y presteza.
No esperes que la vida sea justa.
No dudes en perder una batalla, si esto te lleva a ganar la guerra.
Sé atrevido y valiente.
No aplaces las cosas, haz lo que sea preciso en el momento preciso.
No temas decir "no sé".
No temas decir "lo siento".
Elogia a tres personas cada día.
Contempla el amanecer por lo menos una vez al año.
Mira a los ojos a las personas.
Di "gracias" con frecuencia.
Di "por favor" con frecuencia.
Gasta menos de lo que ganas.
Trata como quisieras que te trataran.
Haz nuevas amistades y cultiva las viejas.
Guarda los secretos.
Reconoce tus errores.
Sé valiente; si no lo eres, finge serlo, nadie advertirá la diferencia.
Utiliza las tarjetas de crédito sólo por comodidad, nunca por el crédito.
No engañes.
Aprende a escuchar. A veces las oportunidades tocan muy quedo a la puerta.
Elabora una lista de las cosas que desees experimentar antes de morir. Llévala en tu cartera y consúltala con frecuencia.
Haz oídos sordos a los malos comentarios.
Las ideas buenas, nobles y capaces de cambiar al mundo provienen siempre de una persona que trabaja sola.
Cuando entres en algún lado, el que sea, hazlo con determinación y confianza.
Cuando tengas un limón, siempre procura hacer con el una limonada.
Ten un perro, pero no permitas que moleste a los vecinos.
Recuerda los cumpleaños de los demás.
Canta en la ducha.
Utiliza el dinero honrado.
Llama a tu madre en este momento; no importa que esté en el cielo.
Nunca permitas que te vean borracho.
Presta sólo los libros que no te importe recuperar.
Elige con mucho cuidado al compañero de tu vida, de esta única decisión se derivará el 90% de tu felicidad.

viernes, 15 de noviembre de 2013

¿Quién era Erasmus?

Cientos de miles de estudiantes europeos han participado en el Programa Erasmus desde que se lanzó en 1987. Son más de 30 países (dentro fuera de la UE) que conforman este proyecto donde los estudiantes pasan varios meses universitarios en uno de los países elegidos. Suele ser “el mejor año de nuestras vidas”.
 
Pero, ¿Quién fue Erasmus?
 
El nombre procede de Erasmo de Rotterdam, uno de los eruditos que más influyó en Europa en el siglo XVI. Se le podría calificar como el Ken Follet del Renacimiento. Sus libros se convirtieron en best seller. Pero a diferencia del autor inglés, Erasmo era un filólogo y filósofo que escribió ensayos, uno de los cuales tiene un titulo seductor: Elogio de la locura.
 
Pero aunque este libro es el que más se lee ahora, no fue esta obra la que desató una controversia poderosa. Fue nada menos que su traducción del Nuevo Testamento.
 
Hasta entonces, se conocían varios textos canónicos. Una de ellas era la Vulgata, la biblia del pueblo. Fue escrita en el 382 después de Cristo con la idea de hacerla accesible al pueblo. Se tradujo del hebreo y del griego al latín. Pero a medida que pasaron los años, (y como no había fotocopiadoras), las copias se hacían a mano por escribas los cuales incurrían en errores.
 
Aprovechando el poder de la imprenta (la televisión de entonces), en España se reunieron los mejores textos de la biblia en hebreo, griego, latín y hasta arameo para producir la Biblia Políglota Complutense.
 
Era una obra magna, pero ¿apta para el pueblo? ¿Manejable? Se hicieron 600 copias. Era 1522.
 
Al mismo tiempo, Erasmo de Rotterdam acometió su propia traducción del Nuevo Testamento. Pero, ¿qué fiabilidad tenían sus fuentes? Acudió a textos griegos y latinos, a muchas versiones de la Vulgata. Luego, los limpió, es decir, corrigió a esos “escribas ignorantes que habían corrompido o alterado el texto original”. Trató de conjugar todas las versiones para que no tuvieran interpretaciones dispares, y así producir una obra en latín comprensible para todos, lo que ahora vendría a ser Wikipedia.
 
La primera edición salió en 1516 gracias al impresor de Basilea Johan Froben. Se llamó Novum Instrumentum Omne, y estaba escrita en griego y latín.
 
El pueblo desde luego ya no hablaba latín. Pero los eruditos de Europa hablaban griego y latín, y cuando se encontraron con el texto de Erasmo de Rotterdam se pusieron frenéticamente a traducirlo a sus lenguas vernáculas. En alemán, en inglés… El primer (y entusiasta) traductor al alemán fue nada menos que Martin Lutero. La edición en alemán fue de 3.300 ejemplares. Un superventas. Nada que ver con los 600 de la Biblia Complutense.
 
Y aquí empezaron los problemas de Erasmo. Martin Lutero estaba iniciando la reforma protestante y la edición de Erasmo le servía como libro guía para interpretar correctamente los escritos sagrados. Lutero presionó a Erasmo para que se adhiriera a su causa, mientras que la Iglesia Católica tiraba del otro lado.
 
Fiel a su compromiso de ser libre, imparcial y objetivo, Erasmo no se decantó. Siguió publicando versiones aun más sencillas del Nuevo Testamento que tuvieron un éxito rotundo. Se tradujeron a todas las lenguas vernáculas europeas. Pero estaba en medio de dos fuegos.
Erasmo pensaba que la Iglesia se podía reformar y mejorar, pero no las ideas en las que se fundaba la Iglesia. "Detesto la disensión porque va tanto contra las enseñanzas de Cristo, como contra la inclinación secreta de la naturaleza. Dudo que se pueda suprimir alguna de las partes sin una grave pérdida", dijo tratando de poner paz en la guerra religiosa. Es decir, el espíritu de la conciliación; la idea que trata de poner en marcha ahora la Unión Europea.

Cuando Basilea se adhirió a la reforma protestante, Erasmo se trasladó a Friburgo, poblada de católicos.  Uno de sus escritos más radicales fue en defensa de la libertad de pensamiento, y atacaba a Lutero. Se tituló De libero arbitrio diatribe sive collatio, (Sobre la libertad de pensamiento: discursos y comparaciones).
 
En 1530 se estimaba que entre el 10 y 20% de toda la producción impresa de correspondía a libros de Erasmo.
 
Este holandés nacido en 1466, falleció en 1536. Aunque la Iglesia Católica no le permitió un entierro religioso, pidió ver a un sacerdote católico. Dicen que murió diciendo en holandés: "Lieve God" (Querido Dios).