“No
te hagas líos. Nada importa demasiado si la salud no está. Si crees que tu vida
no pasa por su mejor momento, si te crees con derecho a enfadarte, frustrarte o
deprimirte, date una vueltecita por cualquier uci. Allí donde urge lo
importante e importa lo urgente. Allí donde el día y la noche los marca
cualquier cosa menos la salida y puesta del sol. Es un paseo, seguro que tienes
alguna cerca. Yo tengo una justo al lado de casa. Vas, visitas a las familias
que allí se encuentran, y hablas con ellas. Que te cuenten su drama, lo que
están viviendo y lo que darían por dejar de vivirlo. Y luego me cuentas.
Nos
creemos importantes hasta que algo o alguien nos manda a un hospital. Igualador
de vanidades, antesala de nuestro principio y de nuestro fin. El hotel de los
dolores mudos. La residencia del gemido que nadie quiere escuchar. Si te crees
con derecho a estar mal es porque no lo has estado de verdad. Si nunca has
pasado una noche en urgencias, aún no sabes lo que es sufrir.
Siempre
he pensado que el amor de tu vida se esconde tras la salud, y no se le ve hasta
que ésta se quita de en medio. Tu media naranja jamás será la que exprimas
sobre el catre de la pasión y el desenfreno. De esas encontrarás muchas, o al
menos eso espero, por tu propio bien. Pero la mujer o el hombre de tu vida será
sólo aquél o aquélla a quien le digas un día «llévame al hospital». Todo lo
demás, se puede pagar. Visto así, igual deberíamos casarnos todos con putas o
con taxistas. O igual es que todos somos un poco putas y un poco taxistas,
también.
No
te hagas líos. Cuando dejamos de ser estupendos estamos más cerca de los que
estaban tan cerca que ni los veíamos, y aleja a los que ya estaban lejos, pero
los creíamos ver. La enfermedad grave, un gran detector de mentiras que encima
suele llegar demasiado tarde, o demasiado pronto.
Así
es la salud, ese bien de preciada ausencia, pues sólo se valora cuando ya se
perdió.
Y
es que somos lo que cuidamos. La debilidad de un cuerpo que necesita otro para
subsistir cuantifica la dependencia de nuestro prójimo, pero también nuestro
nivel de civilización. Porque son justamente los débiles los que miden nuestro
grado de fortaleza. Porque son los que se hacen pequeños los que nos pueden
hacer sentir grandes. Cómo tratamos a los dependientes. A los ancianos. A los
enfermos. A los niños. Cuanto mejor los cuidemos, más lejos estaremos de la
barbarie y la sinrazón.
Por
eso me parece impresentable que algunos se empeñen en convertir la cuestión
sanitaria o de la dependencia en un problema de cartera.
“No
te hagas líos. No es una política más. Es la única política que siempre debería
existir, incluso a falta de todo el dinero del mundo, así tuviéramos que
prescindir de todo lo demás. Pero la sanidad no. La sanidad es innegociable.
Para éste y para todos los gobiernos que vengan. Oiga, la vida está por encima
de usted y de sus cuatro míseros años de mandato. Si no hay vida, no hay nada.
Así que métase los recortes entre su culo y el cuero de su coche oficial. Pero
la sanidad ni tocarla. Que si nos morimos por un recorte, entonces ya no nos
morimos, sino que usted nos está matando. Y habrá que juzgarlo como lo que
usted es. Un genocida.
No
admito que me vengan con eufemismos. Privatizar la gestión significa echar
gente a la calle. Y así nos luce el pelo. Ciudades inundadas de mareas blancas
que desean trabajar mientras sus centros de salud acumulan listas de espera con
pacientes que no pueden permitirse el lujo de convertirse en clientes. Recortes
descarnados que acaban blandiendo hachas donde deberían usar bisturí. Y mira
que te lo dice un orgulloso hijo de médico de centro público. Y aun así,
resignado cliente de la privada.
En
la antigua China, los médicos cobraban sus honorarios sólo mientras la
población estuviese sana, y dejaban de cobrar en cuanto ésta enfermaba o sufría
algún tipo de epidemia. Creo que deberíamos empezar a aplicarlo con los políticos.
Descontarles de su sueldo todos y cada uno de los días que los pacientes de
este país pasan esperando a que alguien les cure.
De
ese modo, la cuestión de la sanidad pública no ganaría en simplicidad. Pero
sí en urgencia.”
Risco
Mejide en elperiodico.com
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