La Gran Pirámide de Giza, la única de las siete maravillas
del mundo que queda en pie, es quizás la construcción más estudiada de la
historia. Pero, por mucho que se ha especulado sobre el asunto, el modo en que
los egipcios lograron edificar ésta y otras pirámides sigue siendo uno de los
mayores misterios de la arqueología. Teniendo en cuenta que en la época no existían excavadoras
ni grúas, mover dos millones de bloques de piedras de más de dos toneladas de
peso cada uno debió ser una empresa titánica, imposible de realizar sin algún
tipo de ingenio que permitiera desplazar las piedras por el desierto.
Se sabe que los egipcios conocían los trineos, que aparecen
en numerosas pinturas murales, pero aún seguía siendo un enigma cómo los
obreros lograban desplazar bloques de tanto peso, que a buen seguro se
hundirían en la arena. Lo que acaba de descubrir un equipo de físicos
holandeses, liderado por el profesor Daniel Bonn de la Universidad de
Amsterdam, es que los egipcios usaban un truco simple y efectivo para facilitar
el paso de los pesados trineos de madera cargados con piedras: humedecer la
arena por la que se deslizaban.
Lo más curioso del hallazgo, es que el truco ha estado años
delante de los investigadores sin que nadie reparara en él. Cualquiera puede
observar en la pintura de una de las paredes de la tumba de Djehutihotep, jefe
de una de las regiones del Alto Egipto durante los reinados de Amenemhat II,
Sesostris II y Sesostris III (1914-1852 a.C.), cómo una persona situada en la
parte delantera del trineo arroja agua sobre la arena.
“Los egiptólogos creían que era un acto puramente
ceremonial”, ha explicado Bonn a Live Science. “La pregunta es, ¿por qué lo
hacían?”
Reproducción del dibujo de la tumba de Djehutihotep en el que se ve al aguador |
Se necesitaban la mitad de obreros
Para comprobar si echar agua a la arena servía para
desplazar con más facilidad los bloques de piedra por el desierto, los físicos
construyeron en el laboratorio un trineo en miniatura y experimentaron con
éste. En presencia de la correcta cantidad de agua, la arena húmeda del
desierto es en torno a dos veces más firme que la arena seca, concluyeron los
físicos. Y esto hace que la fuerza necesaria para mover el trineo se reduzca a
la mitad, sencillamente porque la arena no se acumula delante del vehículo y la
fricción es menor.
La razón es que cuando se agrega agua a la arena surgen los
llamados puentes capilares, pequeñas gotitas de agua que unen a los granos
entre sí. La técnica, en cualquier caso, es más sofisticada de lo que parece:
si la arena se humedece demasiado mover el trineo es aún más difícil. “Si
utilizas arena seca, no va a funcionar, pero si la arena está demasiado húmeda,
tampoco”, asegura Bonn. “Hay una rigidez óptima”.
La cantidad necesaria de agua depende del tipo de superficie
pero, según el físico holandés, la proporción óptima se sitúa entre el 2 y el
5% del volumen de arena. “Parece que mojar la arena del desierto egipcio
permitía que se redujera la fricción lo suficiente como para necesitar la mitad
de gente para mover el trineo en comparación con la tierra seca”, asegura Bonn.
El trineo de laboratorio; a la izq., con tierra seca, a la dch. con tierra húmeda |
El estudio, que se publicó la semana pasada en la revista
Physical Review Letters, resuelve uno de los grandes misterios de la
antigüedad, pero además podría tener aplicaciones prácticas para la ingeniería
contemporánea. Según los investigadores, el hallazgo podría ayudarnos a entender mejor
el comportamiento físico de los materiales granulares como la arena, pero
también el asfalto, el hormigón y el carbón, lo que permitiría el desarrollo de
formas más eficaces de transportar estos materiales. Y esto no es baladí: el
desplazamiento de estos cuatro elementos representa alrededor del 10% del
consumo de energía del mundo.
Miguel Ayuso en El Confidencial.com