Por suerte, no a todos nos gusta el mismo tipo de
personas. La belleza es subjetiva y quien resulta atractivo para algunos puede
resultar indiferente para otros. Esto no quiere decir que no haya gente guapa y
fea, que la hay, lo que ocurre es que el físico no es el único componente que
configura el atractivo sexual de una persona.
Todos nos hemos sentido atraídos por alguien que,
sin ser especialmente guapo, tenía carisma, era interesante, gracioso o,
sencillamente, nos hacía tilín, sin saber por qué. Pero todo tiene una
explicación, a buen seguro el susodicho cumplía uno o varios de estos cuatro
componentes del atractivo sexual.
1. Atractivo estático
Poco se puede hacer para mejorar este aspecto del
atractivo y, por mucho que nos empeñemos en lo contrario, se deteriora con el
tiempo. El atractivo estático es la parte a priori inalterable de nuestra
belleza: la forma de nuestra cara, nuestra complexión, la silueta de nuestro
cuerpo…
Es la parte del atractivo que viene marcado por
preferencias biológicas y estas son las mismas para todo el mundo. A los
hombres les gustan las mujeres con grandes pechos, cintura estrecha y buenas
nalgas, labios grandes, mandíbula pequeña y barbilla estrecha. A las mujeres
les gustan los hombres con mandíbulas pronunciadas, pómulos bien marcados y un
peso correcto. Y no hay nada que hacer contra esto: biológicamente hablando nos
gustan las personas fértiles, con buenos genes, y un sistema inmune bien
preparado. Y es el aspecto de las personas que cumplen esos requisitos el que
nos gusta, aunque no nos paremos a pensarlo.
El atractivo estático puede modificarse: podemos
tener un accidente, envejecer o pasar por el quirófano. También podemos tratar
de adelgazar, pero aunque logremos una pequeña mejora perder unos kilos no va a
cambiar nuestro rostro. Por suerte, el atractivo estático no es lo único que
hace bella a una persona, y ni siquiera es el más importante.
2. Atractivo dinámico
Hay personas que no son especialmente guapas pero
tienen “algo” que les hace atractivas. Ese “algo”, ya sea la forma de andar, de
reír o de gesticular, es lo que se conoce como atractivo dinámico y nos sirve
para expresar nuestras emociones y mostrar nuestra personalidad al mundo. Es,
en definitiva, el carisma de cada persona, como bien define la RAE, la
“especial capacidad de algunas personas para atraer o fascinar”.
El lenguaje corporal y hablado es fundamental para
construir nuestro carisma: por ello las personas divertidas suelen tener tanto
éxito. Lo que hace graciosa a una persona no es su atractivo físico, es su
forma de hablar y sus gestos.
3. Imagen personal
El concepto de “imagen personal” se refiere a nuestra
habilidad para mejorar artificialmente nuestro atractivo físico. Incluye todas
las cosas que uno puede hacer para que mejore su aspecto general: aseo,
maquillaje, peinado, estilo de vestir… Quizás, no es tan importante como los
dos puntos anteriores –“aunque la mona se vista de seda, mona se queda”– pero
tiene bastante peso en el computo final pues, en parte, define también nuestra
personalidad. Hay mujeres que nunca saldrían con un hombre que usa chanclas y,
por muy guapo que sea el susodicho, no va hacer que cambien su opinión.
4. Circunstancias
Dice el refrán que “el roce hace el cariño”, y no
le falta razón. La situación que nos rodea es muy importante y, aunque en un
principio no nos atraiga una persona, el tiempo puede hacer que acabe
gustándonos. Si alguien es amable con nosotros, y nos da su afecto, tendemos a
crear un vínculo recíproco, que en muchas ocasiones se convierte en amor.
De forma similar, las experiencias que vivimos
junto a otra persona pueden aumentar el atractivo de ésta. Cuando disfrutamos
con nuestra pareja de experiencias satisfactorias su atractivo aumenta, al
igual que disminuye si nuestra convivencia es rutinaria. Y cuando empezamos a
salir con una persona, si experimentamos algo emocionante podemos atribuir
parte de la excitación a la otra persona y sentirnos más atraídos por ella o
él, aunque en realidad no tenga nada que ver con lo que haya ocurrido.