La
pasada semana he estado de viaje por nuestra querida España y no salgo de mi
asombro. Creo que nunca desde que empecé a estudiar economía hace más de 20
años he visto un ejercicio de paranoia más generalizado. Los datos del cuarto
trimestre son desastrosos y marcan que nuestra economía está perdiendo el
escaso impulso del pasado verano y se arrastra por el fondo de la depresión.
Sin embargo siguen sonando las trompetas del aleluya.
He
elegido dos gráficos que valen más que mil palabras: consumo privado, con
ventas minoristas, y exportaciones. Ambas series deflactadas y corregidas de
estacionalidad que son como el INE las usa para estimar el PIB.
Estas
dos variables son equivalentes a las ventas de las empresas y determinan sus
decisiones de inversión y creación de empleo. Ambas variables se han desplomado
en el cuarto trimestre y cierran 2013 en sus mínimos del año.
Tras
60.000 mill de ayudas directas, cientos de miles de avales, un banco malo y el
BCE con tipos al 0,25%, los bancos siguen recortando el crédito, subiendo sus
tipos y encima exhiben beneficios artificiales la mayoría por especular con
nuestra deuda pública y por las ayudas con dinero de los contribuyentes. Y
después de recortar salvajemente el crédito y mostrar unas tasas de morosidad
indecentes dicen que ellos no son los culpables de la crisis.
Y
Rajoy en Valladolid eufórico, su parroquia jaleándole y ordenando callar a la
oposición para que no denuncie este despropósito. Y dice que vamos en la buena
dirección. Señor Presidente, vamos directos a un impago de la deuda pública. Y
entonces veremos rugir al dragón de los mercados como nunca lo habíamos
escuchado.
El economista observador. Blog de José Carlos Díez