Cada
vez tengo más claro que estamos viviendo dentro de una novela de ciencia
ficción. Imagina un pequeño territorio de ricos rodeado de una vasta franja
desolada de mares furiosos y tierras baldías, un espacio letal que hordas de
paupérrimos intentan cruzar todos los días para alcanzar la zona de privilegio.
Casi todos fracasan y fallecen: ahogados en el mar o muertos de sed en mitad
del desierto (como sucedió en el Sáhara la semana pasada: los cadáveres de las
madres aparecieron abrazando a sus niños). En cuanto a los pocos que logran
llegar hasta las murallas del territorio rico, elevadas defensas de alambre con
cuchillas les cortan los dedos, les desgarran las carnes, les mutilan (como las
verjas cuajadas de cuchillas de Ceuta y Melilla: se pusieron en tiempos de
Zapatero y el escándalo hizo que las quitaran, pero ahora el PP ha vuelto a
colocar esta ignominia). Y, mientras la vida va dejando oleadas de cadáveres y
un reguero de sangre a los pies del muro, en el interior de la zona elitista la
gente sufre problemas tan extraños como el de tener que retirar miles de
prótesis mamarias.
No
lo digo para burlarme, porque el fraude de las prótesis es un drama: se rompen
y causan inflamación de los ganglios linfáticos, infecciones y fuertes dolores.
Hay unas 20.000 mujeres afectadas en España, y solo el 5%, las operadas por
razones médicas, será atendido por la SS. Las demás lo hicieron por estética,
pero ahora muchas no tienen dinero para arreglar el estropicio: también hay
pobres en la tierra de los ricos. Y lo peor es que muchos piensan que esas
mujeres se lo tienen de algún modo merecido. Yo detesto estas cirugías
plásticas, pero creo que es muy hipócrita que una sociedad que tiraniza a las
mujeres con un ideal estético imposible las considere culpables de plegarse a
la presión. En fin, que este mundo es en verdad raro, muy raro.
Rosa
Montero
Leído
en: http://elpais.com/elpais/2013/11/04/opinion/1383583976_317874.html