La campaña del PSOE se ha vuelto internacional. No
pasa un día sin que un dirigente del PSOE cite a Venezuela o Grecia, paradigmas
del espanto con el que quieren convencer a sus votantes de 2011 de que no
escuchen los cantos de sirena de Podemos. Y para hablar de esos temas, nadie
más indicado que Felipe González, que durante muchos años tuvo la apacible vida
del jubilado que rellena la pensión con pequeños negocios y favores a amigos
hasta que decidió que la patria (venezolana) reclamaba su ayuda contra el
peligro rojo.
En su época en activo, González tuvo la oportunidad
de fumarse sus cohibas con Fidel, porque la cercanía con los hermanos Castro
era una forma de decir que la política exterior de España también iba a notar
la diferencia con un Gobierno socialista. Ya sabemos que por entonces los
cubanos no votaban tanto como los venezolanos –bueno, ahora tampoco–, pero eso
no importaba. Con Reagan en la Casa Blanca, quedaba muy socialista viajar a la
isla. Puros, abrazos, reuniones nocturnas con Fidel, algún encuentro con García
Márquez que pasaba por allí y a volverse a Madrid a preparar el referéndum de
la OTAN con Javier Solana.
Pero la gente se hace mayor y lo que toleraba con
sonrisas en su juventud resulta intolerable en la vejez. No se olvidan a los
viejos amigos, y si estos terminan muriendo, la herida duele más. Y a González
le duele lo que pasó con su amigo, Carlos Andrés Pérez.
Las cosas cambiaron en Venezuela cuando el triunfo
de Chávez acabó con el bipartidismo tradicional, y a quien primero se llevó por
delante fue a la socialdemocracia de Carlos Andrés Pérez, emir de la que
llamaban la Venezuela Saudita gracias al dinero del petróleo que compartía con
algunos partidos socialdemócratas (ejem) del exterior. Su segunda presidencia
estuvo marcada por los escándalos de corrupción, la política de austeridad, la
represión violenta del Caracazo con centenares de muertos tiroteados por
policías y militares, y su destitución por el Congreso por un delito de
malversación de fondos públicos. No es aventurado pensar que el chavismo fue
posible gracias a la catástrofe que supuso el segundo mandato de Pérez.
González no olvida y su partido no quiere que
olvide. En época de Zapatero, su participación en campañas era como un contrato
temporal, una especie de guiño al pasado para que los votantes veteranos vieran
un poco al patriarca. No parecían dos personas que tuvieran mucho en común.
Pero con Pedro Sánchez y esta campaña, es diferente. Ahora que los dirigentes
de Podemos buscan cazar votos en los cotos socialistas, hay que meter miedo a
los abuelos del PSOE, es decir, los votantes de los años 80, y nada mejor que
recordar las antiguas conexiones de Iglesias, Monedero y Errejón con los
gobiernos latinoamericanos de izquierda.
Son los que arruinaron al "país más rico de
América Latina", dice el expresidente. Y harán lo mismo con vuestras
pensiones, le falta decir. En las campañas que ganó, el principal enemigo de
González era la derecha, pero de vez en cuando se lanzaba a advertir a la gente
de que debía tener cuidado con los comunistas. Usted ya me entiende, los de las
banderas rojas que nunca van a misa. No se fíe sólo porque ahora lleven
corbata. Esa gente nunca le cayó bien a Willy Brandt.
Todas las campañas son una discusión sobre la
herencia recibida, la anterior y la actual, y con el PSOE tenemos la
oportunidad de sumar otras muchas herencias, la venezolana, la griega y, por un
comentario que hizo Sánchez a Iglesias en un debate, hasta la de la Unión
Soviética. En todas ellas, los malos son los de Podemos, y Felipe González, el
abuelo que se sulfura, levanta el bastón y gruñe: ¿para esto ganamos una
guerra?
Iñigo Sáenz de Ugarte para Diario.es
Leído en: http://www.eldiario.es/campa%C3%B1a/Felipe-Gonzalez-ministro-Asuntos-Venezuela_6_460613962.html