“Un homenaje a los cincos sentidos”. Esa es la
única frase con la que a día de hoy, me atrevería a definir el sexo. Ni un
“pues eso”, ni un “pasar un buen rato en compañía”, ni la penetración, que
parece que es en lo que lo resume tristemente mucha gente, sino que, a ciencia
cierta, diría que el sexo es aquella experiencia, casi única, en la que
nuestros cinco sentidos participan todos juntos, y mejor compenetrados que
nunca.
Si se piensa bien, cuando uno intenta describir
cómo siente el sexo, recuerda el olor de su amante, el sabor de sus besos, el
sonido de su respiración alterada, el tacto de su cuerpo sobre el tuyo, y sobre
todo, la visión de su mirada mientras compartís todo en ese momento. Si bien
eso demuestra que usar todos los
sentidos puede hacer mucho más intensa la experiencia, también funciona el
proceso inverso, es decir, privarnos de alguno de ellos puede darle un toque
especial al asunto. Un ejemplo claro, es atar o que te aten, la base de toda
sesión de bondage, en la que no sólo se priva del sentido del tacto, sino por
ende, de toda la capacidad de actuación del otro, dejándolo, o dejándote,
totalmente a su merced.
TACTO. Me atrevería a decir, que si hay un sentido
que prima un poco más sobre los otros en cuestión de sexo, ese es el tacto. Al
fin y al cabo, sentir físicamente al otro es el quid de la cuestión, además de
utilizar cualquier parte de nuestro cuerpo, para poder estimular cualquier
parte del suyo. No sólo la masturbación es momento estupendo para hacer un buen
“juego de manos”. No olvidemos que el sexo es todo aquello que nos haga sentir
placer, por lo que un buen masaje con aceite, o por qué no, algún tipo de juego
sin límite para la imaginación del estilo “tócame mi, con tu”, también puede hacernos
sentir mucho, mucho.
VISTA. Otro de esos sentidos que dan mucho juego,
usándolo o privando del mismo, es la vista. Si bien los hombres son
eminentemente visuales, y ese primer vistazo a los pechos de su pareja, o esa
mirada constante a la “escena penetrativa” les excita sobremanera, vendarles
los ojos para dejarles perdidos, y tomar el control sobre todo lo que vaya a
pasar a continuación, puede ser un gran incentivo para nosotras. Igualmente,
existen juegos como el del espejo, en sus diferentes variantes, o bien
mirándose (¿o quizá grabándose?) en uno para tener una doble perspectiva mucho
más visual, o bien cerrar los ojos y acariciarse al ritmo que nos marque el
otro como si fuera nuestro propio espejo, para dejarnos llevar.
GUSTO. Si hablamos de las caricias para estimular,
la boca es otra de las guindas del pastel. El gusto no es menos relevante que
los anteriores. Y es que el sabor de un beso o incluso de los genitales de la
pareja tienen mucho que ver en cómo disfrutemos (o no) de esa sesión de placer.
Los hay que disfrutan de esos sabores, y los hay que prefieren darle un toque
más “comestible”, bien con un buen sirope de chocolate que repartir
estratégicamente por sus zonas más sensibles, o ahora con una gran variedad de
lubricantes, por norma general todos muy frutales, para pedir doble ración de
sexo oral siempre que se quiera.
OÍDO. Pero sin duda, si tenemos que hacer uso de
uno para conocer nuestra pericia como amantes, ese es el sentido del oído. Los
sonidos que emite nuestra pareja durante un encuentro son básicos a la hora de
guiarnos por su placer. Un gemido o un gruñido pueden estar diciéndonoslo todo
sin palabras. De hecho, a veces, no hay nada tan liberador, como poder
expresarse a gusto durante el sexo, y es que el “ser ruidosos”, tiene sus
ventajas y sus desventajas, como que los ruidos que te acompañen sean los
escobazos del vecino. Siempre se puede
optar por música de ambiente un poco alta, para desconectar de todo, y
conseguir también buscar un poco de intimidad.
OLFATO. Por último, y no menos importante, el
olfato. Puede que a veces nos dé desagradables sorpresas, cierto, pero quien no
ha querido conquistar alguna vez a través de un buen perfume, que bien se sabe,
es la puerta de entrada a una de esas cenas, que como bien decía Venus O’Hara,
terminan en desayuno. Un desayuno en el que tras volver a la “habitación del
crimen”, una aspira y dice, “aquí, huele a sexo”.
Silvia C. Carpallo para El País