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domingo, 17 de julio de 2011

Leyes inexorables

Todo cuerpo sumergido en la bañera hará sonar el teléfono.

Todo cuerpo sentado en el inodoro hará sonar el timbre de la puerta.

Cuando necesites abrir una puerta con la única mano libre, la llave estará en el bolsillo opuesto.
 
La única vez que la puerta se cierra sola es cuando has dejado las llaves dentro.

Cuando tengas las manos llenas de grasa, te comenzará a picar la nariz.

El seguro lo cubre todo, menos lo que te sucedió.
 
Cuando las cosas parecen ir mejor, es que has pasado algo por alto.

Si mantienes la calma cuando todos pierden la cabeza, sin duda es que no has captado la gravedad del problema.

Los problemas ni se crean, ni se resuelven, sólo se transforman.

Llegarás corriendo al teléfono justo a tiempo para oír como cuelgan.

Siempre que te vayas a conectar a Internet, se producirá la llamada que habías estado esperando durante todo el día.

Si solo hay dos programas en la tele que valgan la pena ver, serán a la misma hora.

La probabilidad de que te manches comiendo, es directamente proporcional a la necesidad que tengas de estar limpio.

La velocidad del viento aumenta proporcionalmente según haya sido el precio del peinado.

Cuando tras años de haber guardado una cosa sin usarla decides tirarla, no pasará más de una semana sin que la necesites de verdad.

Siempre que llegues puntual a una cita no habrá nadie allí para comprobarlo, y si por el contrario llegas tarde, todo el mundo habrá llegado antes que tú y quedarás fatal.

Si quieres que llueva: Di... “Qué día tan bonito hace, ojalá siga así...”, lava el coche, riega el jardín, lava toda la ropa que tengas y pónla a secar, organiza una barbacoa para la noche o sal de casa a pie y sin abrigo.

Para hacer aparecer el autobús: Llega a la parada, espera veinte minutos, enciénde un cigarrillo y en la mitad de la primera calada, aparecerá.

Para poder aparcar cerca de casa: Da tres vueltas en la manzana de tu casa buscando aparcamiento, otros 30 minutos más dando vueltas en las 10 manzanas más próximas, termina aparcando finalmente en otro barrio a 30 minutos a pie de tu casa. Cuando llegues a casa a pie, cansado y maldiciendo no haber comprado la plaza de garaje que te ofrecieron verás dos o tres sitios vacíos delante de ella.

No te tomes tan en serio la vida, al fin y al cabo no saldrás vivo de ella.