Lo he encontrado de casualidad por Internet:
Vuelvo.
Una vez más o una vez menos según se prefiera. Vuelvo al Norte. Vuelvo a
bajarme del tren y a coger un taxi. Vuelvo a bajar la ventanilla hasta que el
cristal diga que no le insista más. Vuelvo a sacar la cabeza y a oler el mar.
Vuelvo a sonreír con ese olor a nostalgia. Vuelvo a ver a Pereda subido en ese
monumento que adorna los Jardines a los que da nombre. Vuelvo a sonreírle.
Vuelvo a discutir con el taxista sobre el magnífico y controvertido proyecto de
Botín en el centro de la ciudad. Vuelvo a no poder abrir el portal de mi casa
con la supuesta copia que me hizo mi madre de la llave (creo que fue una
indirecta). Vuelvo a llegar al hall de casa y a oír a mi padre diciendo que no
pose la maleta en la alfombra. Vuelvo a ir a mi cuarto y a comprobar que nadie
se ha atrevido a desafiar al orden que impuse hace unos años. Vuelvo a pasar
por el cuarto de mi hermano y a ver su guitarra y toda clase de artilugios que
ni entiendo ni aspiro a entender. Vuelve el verano.
Vuelvo
a ir a Cañadío, la plaza que nos vio crecer y vuelvo al chino a comprar el peor
alcohol posible. Vuelvo a saludarle como si el tiempo no hubiese pasado. Vuelvo
a un bar de mala muerte a pedir eso que llaman “cachi” y me vuelven a llamar
pijo al pedir una ginebra decente. Vuelvo a invitar a copas, a tabaco y a
chupitos al primero que me encuentro. Vuelvo a entonar el “For auld lang syne”.
Vuelvo a ver aquella farola en Cañadío, ganada por la tradición y vuelvo a ver
que de nuevo algún grupo se me ha adelantado. Vuelvo a pensar que las nuevas
generaciones vienen pisando fuerte. Vuelvo a pensar que no entiendo a aquellos
que beben en las escaleras de la Iglesia. Vuelven a meterse con mi barba.
Vuelvo
a “animarme” con mi ginebra y mi “cachi” y vuelven a decirme que antes era más
disimulado. Vuelvo a decir que no voy a salir, que voy a dar una vuelta.
Vuelven a darme las cuatro dando la brasa a unos y a otros. Vuelvo a escuchar
“eres un chapas, vámonos a BNS” y vuelvo a escuchar la pregunta “¿has
triunfado?”. Vuelvo a decir que no. Vuelvo a pelearme por un taxi como un tigre
se pelea por su comida. Vuelvo a hablar con el taxista de las corruptelas de
Pernia y de que me voy haciendo viejo. Vuelve mi hermano a preguntarle a las
niñas quién de los dos es el hermano guapo. Vuelve a imponerse. Vuelvo a pensar
que ya veremos quien ríe el último. Vuelvo a entonar Turnedo mirando la playa.
Vuelvo
a arruinarme en BNS. Vuelvo a pedir un rescate a mi hermano pequeño por no
poder volver a casa en taxi. Vuelvo a no encontrarle y a tener que volver
andando. Vuelven a decirme cómo no he podido ver a un hermano de dos metros.
Vuelvo a no poder entender el motivo. Vuelvo a cenar al volver. Vuelvo a
jurarme que no pienso seguir un mes con este plan. Vuelvo a mentir. Vuelvo a
coger un taxi con un desconocido. Vuelve a hacerse íntimo mío. Vuelve mi padre
a merodear por mi cuarto en busca de cualquier prueba que le haga demostrar que
volví “con copas”. Vuelve a inventarse que la posición en que deje las llaves
es prueba de ello. Vuelve a reírse para sí mismo. Vuelve a decirme que mi
hermano es un tío mucho más tranquilo que yo. Vuelve mi hermano a celebrar su
segunda victoria en menos de veinticuatro horas. Vuelve mi madre a gritar:
“¡Jesús, María y José!” cuando comprueba que me dormí “echando el ancla” y
viendo como la noche anterior vi el pijama como prenda prescindible.
Vuelvo
a creer que me han robado. Vuelvo a escribir a Nacho que desde Asturias me da
su perspectiva de su noche y yo de la mía. Vuelvo a escuchar un “como estamos
macho” por parte suya y por parte mía. Vuelvo a mandarle una foto de la última
tarta de queso que he ingerido. Vuelvo a repetirle a Young que tiene que venir
a Santander. Vuelve a decirme que cuando yo le invite.
Vuelvo
a tomar el aperitivo en el Rhin. Vuelvo a tomarme un helado de Regma para curar
la resaca. Vuelven a reírse de mí por ser de jaspeado escocés. Vuelvo a pensar
que algún día haré un club de gourmets que sólo toman helado de jaspeado
escocés. Vuelvo a poner a mi abuela como ejemplo de que la virtud puede
combinarse con la afición por el jaspeado escocés. Vuelvo a encontrarme a mis
tíos que me increpan llevar por la mala vida a sus hijos. Vuelvo a ir a la
playa con camisa. Vuelvo a dormir siestas eternas. Vuelvo a correr por el Faro.
Vuelvo a mandar fotos a mis amigos insistiendo en la superioridad del Norte
frente al Sur. Vuelvo a discutir con esos rezagados que no salen todos los
días.
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