No se puede aguantar más el nivel de indecencia de los
poderes públicos y privados de este país. No se puede. No se pueden aguantar
más Bárcenas, ERES falsos, Pallerols, Gürtels, Urdangarines y demás cloacas
hediondas. No se pueden aguantar más desalojos de una banca rescatada con
dinero público ni más muertes por desahucio, esa palabra que Cospedal ha
prohibido pronunciar al gobierno de su comunidad para ocultar una barbarie que
su partido no hace nada por evitar.
Y no se puede aguantar que la privatizada Telefónica,
levantada con dinero de todos, indemnice con 24,7 millones de euros a un ex
consejero delegado y se gaste 50,2 millones en pagar a sus consejeros mientras
echa a la calle a más de 6000 personas y despide a trabajadores por tener una
enfermedad justificada, como el caso de Marcos Andrés. No se puede aguantar que
fuera un gobierno socialista el que aprobase un estatuto de los trabajadores
que permitiese el despido de Marcos. No se puede aguantar que Teléfonica
contrate a Rodrigo Rato con un sueldo millonario y no readmita a Marcos aunque
los tribunales le han dado la razón al trabajador. Y no se puede aguantar que
Telefónica renueve al imputado Urdangarín su contrato de 1,5 millones mientras
varios trabajadores como Marcos hacen una huelga de hambre de 23 días y otros
inician ahora otra huelga. No se puede aguantar que los salarios medios de los
españoles se reduzcan un 8,5% mientras la renta empresarial crece un 1,4%. No
se puede aguantar que todos asumamos las pérdidas mientras unos pocos siguen
ganando. No se puede aguantar que 805.000 españoles pierdan sus puestos de
trabajo a tiempo completo en 2012 mientras los que han hundido este país se
recolocan en puestazos. Ni se puede aguantar más que haya alrededor de 1 millón
de jóvenes menores de 25 años parados en España, un 55,6%, la segunda tasa más
alta de toda la Unión Europea.
No se puede aguantar, es inaguantable lo que está pasando en
este país. Y como no se puede aguantar, algunos, muchos, cada vez más, se
marchan. Mientras aquí algunos resistimos como podemos y otros se resignan (y
se persignan), entre 2 y 4 de cada 1000 españoles deciden resistir en otro
país. Aunque no hay datos muy exactos, según el Instituto Nacional de
Estadística más de 54 mil personas se marcharon en los primeros nueve meses de
2012.
No se van, los echan. Los echan de las empresas en las que
trabajaban. Los echa un gobierno que reduce la inversión en Investigación, en
Educación y en becas. Los echa un sistema podrido que roba a los de abajo para
dárselo a los de arriba, que premia a los que nos hunde y ahoga a los que están
hundidos. Los echa el hedor insoportable de las alcantarillas del poder. Se van
porque quedarse sería como hacer una huelga de hambre forzosa.
Para que no se vayan más, para que no nos echen, tenemos que
echarles.
Por Javier Gallego