Cuentan las crónicas que la tal Bernarda nació a mediados
del siglo XVI en Artefa, pequeño pueblo de las Alpujarras granadinas. Tenía
fama de santera y recorría la comarca con sus tablillas de oraciones con una
mezcla de versículos coránicos y cristianos para contentar a los dos bandos
religiosos que poblaban el Ándalus.
La mujer, igual enderezaba una pata torcida de un cordero o
curaba una dolencia en la espalda, que dirigía los rezos en la ermita en
ausencia del cura, por lo que era muy querida entre la vecindad.
Una noche se acostó especialmente apesadumbrada por haber
dedicado su vida a los demás, no haberse casado y no haber tenido hijos, pues,
según ella, "no es buena la mujer de cuyo figo non salen fillos".
En ese momento apareciósele la figura de San Isidro que,
metiéndole la mano en la raja, gustóse tanto la santa mujer que entendió por
fin el significado de la expresión 'tener mano de santo'. A punto casi de morir
por el arrobamiento experimentado, creyó ella oír del santo labriego la
expresión 'San Isidro labrador, quita lo seco y devuelve el verdor'.
La mujer contó su sueño al Conde de Artefa en una de sus
visitas, y desde entonces las cosechas de Artefa se sucedieron sin parar y
desapareció la hambruna que asolaba la comarca. El Conde, hombre religioso y
devoto donde los hubiera, le contó al cura del lugar, Don Higinio Torregrosa,
las consecuencias del sueño de la Bernarda.
En la homilía del domingo siguiente, Don Higinio cantó desde
el púlpito las alabanzas de Dios que "tantos bienes e menesteres plugóle
mandar sobre esta sancta terra nuestra, por mediación de la muy noble e sancta
muller de Bernarda, o más bien, por medio del figo della, o sea, del coño suyo
benedito".
Sin embargo, había un artefaño, conocido como 'Manolico el
tontico' que se pasó todo el día gritando a voz pelada "que non se creyera
lo de la sancta Bernarda, que ninguna muller es sancta por donde mea". La
mujer mandólo traer a su presencia y allí, en la intimidad de la ermita díjole:
"Mete tu mano en el coño bendito, a ver si miento, en lo que siento, y sea
tu escarmiento". Hízolo así, y desde entonces Manolico se transformó en el
más célebre predicador del figo benedito de su paisana por toda la Alpujarra.
Desde entonces, las crónicas dicen que "todos los
homnes, e mulleres, de los derredores, allegábanse a casa la Bernarda a tocar
su coño benedito, y por doquiera la abundançia manaba. Las mulleres daban
fillos sietemesinos fuertes como cabritillos, y las guarras parían cochinillos
a porrillo, las cosechas se multiplicaban y hasta las gallinas empollaban ovos
de sete yemas...".
Tras la muerte de la buena mujer, la comarca sufrió multitud
de catástrofes. Terremotos, abortos en el ganado y las mujeres, cosechas
baldías... Sin embargo cuenta la leyenda que un buen día "una muller del
pueblo que ploraba lagrimas de seus ollos al sepolcro della, vióse sorprendida
por unas luminarias que ascendían del sepolcro".
Asustada, corrió a contarlo al cura, que ordenó
desenterraran el cuerpo de la mujer, "hallando que la Bernarda polvo era,
como es la suerte de nuestros padres, salvo su figo incorrupto, rojo y húmedo
qual breva". El párroco ordenó el traslado del despojo santo a la
parroquia, donde enseguida lo colocaron en un relicario, llamado desde entonces
el 'Coño de la Bernarda', que procuraba grandes vienes a quienes lo tocaran con
fervor.
El cura solicitó la canonización de la Bernarda, pero las
altas jerarquías le contestaron una carta con serias advertencias. "Dicen
los senyores teólogos e dominicos desta Ecclesia de Granada que nunca oyóse en
toda la christiandad, que el Senyor Papa gobierna, y Christo benedice, que nada
bueno saliera del coño de una muller, a no ser el Senyor mesmo IesuChristo, de
su Sancta Madre, con todo Virgen, e que por eso la devoçión popular del coño de
la Bernarda era cosa perniçiosa que devía ser desterrada, so pena de mandar la
Inquisición a façer las pesquisas oportunas", se lee en la carta.
Según las crónicas, el párroco seguía confiando en la mujer
y "una noche del 9 de Abril, del año de Nuestro Senyor IesuChristo de
1.609, alumbrado solo por dos candelas, y con el notario por único testigo
dello, colocó el sancto reliquario del coño de la Bernarda tras un emparedado
debaixo de la ventana de la Sacrestía, donde permaneciera hasta que la Ecclesia
mudara su razonamiento sobre este singular suceso, y asi la buena Bernarda
trajera de nuevo la benedición sobre el pueblo della".
A pesar de estas hazañas, calificar algo como el 'Coño de la
Bernarda' es tildarle de desordenado, cochambroso y en el que todo el mundo
puede entrar y salir a su aire, entre otras acepciones, desprestigiando así las
maravillas que encerraba el figo de aquella santera de las Alpujarras.
Leído en: http://elventano.blogspot.com.es/2013/01/la-historia-del-cono-de-la-bernarda.html