Es un lugar común decir que el sexo no es lo más
importante en una pareja, pero no es cierto: sin una vida sexual saludable es
muy difícil que una pareja funcione en condiciones. Y por desgracia, muchas
parejas tienen problemas con el sexo.
Independientemente de los problemas de índole
médica (que se deben consultar, valga la redundancia, con el médico), tarde o
temprano toda pareja vive momentos en los que una de las partes piensa que su
vida sexual no es satisfactoria. Esto puede deberse a varias circunstancias
pero, en general, los problemas son similares en todas las parejas.
No podemos pretender que nuestra vida de casados
–entendiendo el matrimonio no como pacto jurídico o religioso, sino como
“pareja de larga duración”–, se desarrolle como en los primeros meses de la
relación, cuando dábamos rienda suelta a una pasión desenfrenada. Según la
mayoría de estudios, el amor romántico desaparece tras cuatro o cinco años de
relación, si no antes, cuando nuestro cerebro deja de liberar sustancias como
la dopamina, la feniletilamina, serotonina o norepinefrina, propias de la
primera fase del enamoramiento.
Esto no quiere decir que se acabe el amor, pero si
este no evoluciona a lo que los psicólogos conocen como “amor compañero” –el
que aparece tras la fase de enamoramiento– empiezan a aparecer problemas, sobre
todo en torno al sexo que, quizás, ya no parece tan interesante.
Debes luchar por tu vida sexual
El error que cometen muchas parejas es pensar que
renunciar a una actividad sexual frecuente no tiene importancia –“ya tenemos
bastante con los niños, el trabajo, los suegros, la casa…”–. Y sí la tiene,
porque muchas veces los problemas sexuales esconden problemas más profundos y
porque, además, una saludable vida sexual ayuda a solucionar muchos otros
conflictos que, aparentemente, tienen poco que ver con lo que ocurre debajo de
las sábanas.
Para el doctor Michael Karson, profesor de
psicología de la Universidad de Denver, no cabe duda de que el placer del sexo
crea un vínculo en la pareja que es el que garantiza el compañerismo entre las
partes. Sin sexo, por tanto, no hay “amor compañero” que valga. Y según ha
explicado en su blog de Psychology Today, los problemas de las parejas con el
sexo suelen encajar en una de estas seis categorías.
1. Una de las
partes quiere más
Sobre este frecuente problema de las parejas se han
realizado cientos de investigaciones, pero aun así es difícil llegar a una sola
conclusión. No cabe duda de que cada persona tiene sus ritmos y sus apetencias,
y es normal que una de las partes demande más sexo que la otra, el verdadero
problema surge cuando la frecuencia es más bien escasa (¿haces el amor menos de
una vez a la semana? Es poco) o cuando la demanda de sexo de una de las partes
es muy distinta a la de la otra.
Como explica Karson, cuando pensamos que no hacemos
suficiente el amor con nuestra pareja, generamos un resentimiento y una falta
de entusiasmo que afecta a todos los aspectos de la relación y la convivencia.
Cuando identifiquemos el problema, no debemos hacer como que no pasa nada –esta
es la “solución” por la que optan muchas parejas, y es algo que lleva
directamente a la infidelidad o la ruptura–, debemos tratar de empatizar con el
otro.
“La persona que necesita más sexo debe seguir una
estrategia para que se cumplan sus necesidades y deseos sexuales, y la otra
persona necesita una estrategía para satisfacer las demandas de su pareja que
no parezca una capitulación”, explica Karson.
En efecto, como reconoce el psicólogo, en las
parejas heterosexuales son las mujeres las que suelen demandar una menor
frecuencia, y es porque pierden antes el interés por mantener relaciones con la
misma persona. En definitiva, se aburren. Pero tranquilos, este problema tiene
solución.
2. La
paternidad
Muchas parejas mantienen una vida sexual plena
hasta que deciden formar una familia. Llega entonces el embarazo, la temida
cuarentena y, después, los retoños, que no es lo que se diga un factor que
despierte la pasión sexual. No nos engañemos, el rol de padre y madre es
anti-sexy. Y hay un problema añadido; incluso en matrimonios donde se respeta a
rajatabla el reparto de tareas del hogar, la mujer siempre tiene que pasar más
tiempo con los niños, y esto suele crear frustración en los hombres, que no ven
atendidas sus demandas sexuales.
¿La solución? No es fácil, pero debemos tener claro
que la relación con nuestra pareja tiene que estar por delante de la relación
con nuestros hijos. Al fin y al cabo, del bienestar de la pareja depende en
primera instancia el bienestar familiar –tu pareja puede dejar de serlo en
cualquier momento, tu hijo no dejará de serlo nunca–. Todo esto no quiere decir
que debamos abandonar a nuestros retoños en una cuneta, pero debemos reservar
espacios para disfrutar de nuestra pareja sin estar pensando en los niños. Para
algo están los abuelos, los canguros y los campamentos…
El sexo puede aburrir, pero sólo si no exploramos
cosas nuevas. (Corbis)El sexo puede aburrir, pero sólo si no exploramos cosas
nuevas. (Corbis)
3. No se
habla del tema
En ocasiones, los problemas en torno al sexo que
tiene una pareja son del todo anecdóticos y fáciles de solucionar, pero acaban
por minar la relación ya que, sencillamente, no se tratan. “Muchos de los
problemas sexuales de las parejas surgen por las dificultades para discutir
sobre el tema”, asegura Karson. Y suele ocurrir entre personas que provienen de
entornos familiares donde el sexo era un tema tabú o que se consideraba
“innecesario”.
Esta falta de comunicación –que como hemos
insistido en repetidas ocasiones está en la base de muchos de los problemas de
las parejas, por no decir la mayoría–, provoca que las partes se sientan tan
vulnerables al demandar sexo como cuando estaban solteras lo que, como explica
Karson, “conduce a intensos sentimientos de traición y rechazo”.
4. Se ha
idealizado la pasión
La cultura del romanticismo ha calado fuerte en
nuestra sociedad, y es una de las principales causas de los problemas de pareja
hoy en día. El amor se ha idealizado hasta tal punto que las expectativas que
se depositan en la pareja suelen ser irrealizables, a la par que
contradictorias. Ellas quieren a alguien que haga a la vez de padre, amante,
confidente y hermano pequeño, mientras que ellos buscan una relación estable y,
al mismo tiempo, con libertad para hacer lo que quieran.
El sexo, además, tiene que ser siempre pasional,
espontáneo y salvaje. Pero eso, en una pareja que lleva más de cinco años
juntos es, sencillamente, imposible. La buena noticia es que el sexo no tiene
por qué ser espontáneo para ser bueno.
El sexólogo Roberto Sanz explicaba en El
Confidencial que el sexo puede planificarse, como cualquier otra actividad y,
de hecho, merece la pena que hagamos un hueco en nuestra apretada agenda para
practicarlo. Hay quien piensa que el sexo debe ser necesariamente una actividad
espontánea, pero es un error: mejor tener relaciones planificadas que no tenerlas.
La comunicación es decisiva para lograr un sexo
satisfactorio. (Corbis)La comunicación es decisiva para lograr un sexo
satisfactorio. (Corbis)
5. El sexo no
interesa
En 1983 el sociólogo Pepper Schwartz creó el
término Lesbian bed death, para referirse a la ausencia de sexo en las
relaciones lésbicas que, según sus estudios, era mucho mayor que en el resto de
parejas heterosexuales y homosexuales. Aunque el concepto ha sido muy
criticado, lo cierto es que hay matrimonios de todo tipo en los que el sexo
desaparece por completo, pudiendo sufrir incluso “anorexia sexual”. En dicho
caso, no sólo se evita la cama, sino también las muestras de afecto y cariño.
Este es el problema sexual más intenso que puede
sufrir una pareja y también el más difícil de solucionar. ¿Si ninguna de las
partes tiene interés por hacer el amor con su pareja, cómo va a tener interés
por arreglar el problema? Si esta situación se prolonga en el tiempo, no hay
más remedio que la separación.
6. Asociamos
el sexo con la libertad
Esta es otra de las consecuencias del cambio en
nuestra concepción del sexo. Vivimos en una sociedad que asocia la práctica
sexual placentera con la libertad y la rebeldía y (¡sorpresa!) en un matrimonio
no existe ni una cosa ni la otra.
Como explica el psicólogo, el sexo en pareja puede
seguir siendo divertido, pero si pensamos que, una vez que convivimos con
nuestra pareja, el sexo ha perdido su capacidad liberadora, y ahora somos unos
“planchabragas”, no seremos capaces de verle la gracia al asunto. Urge cambiar
de mentalidad. Sí, ya no podremos sentir el ‘subidón’ que da lograr una nueva
conquista, pero estaremos con la persona que realmente amamos, evitaremos todos
los problemas asociados al sexo casual (que también los tiene) y, si trabajamos
en ello, tendremos una vida sexual igual o más satisfactoria.
Miguel Ayuso para El Confidencial
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