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Previsión del tiempo

lunes, 24 de junio de 2013

La rana hervida

9 de agosto de 2007. Si alguien nos hubiera pedido ese día que hiciéramos una previsión de futuro ni el más loco de todos los locos hubiera dicho que 4 años después estaríamos instalados en una crisis económica y social salvaje. Nadie. Ni los agoreros del “ya te dije yo que...” ni nadie. Hagamos un repaso de nuestro entorno personal más inmediato. ¿Quién no tiene parados, problemas o calamidades en su ámbito personal o familiar?. Ha sido un descalabro total, absoluto de nuestro modelo socio-económico y, fijaos, aún no somos conscientes de toda su magnitud. La explicación tiene que ver con la percepción subjetiva de los riesgos. Todos creemos que la marea nunca nos va a mojar los pies y en el caso del personal del sector financiero esto aún es así (repárese que “aún” es un adverbio de tiempo).
Y tal vez precisamente por esa falta de objetivación del riesgo no hayamos sido capaces de responder a algunas preguntas que no hay que dejar de hacerse nunca. Resultaría inútil acudir a los medios de comunicación tradicionales a buscar respuestas. Forman parte del problema. Debéis tener en cuenta que más del 80 por ciento de los medios de comunicación de todo el mundo, que están dirigidos a construir una realidad que no existe, pertenecen a 6 grandes familias capitalistas.
Así que si alguno cree que está bien informado sobre la realidad objetiva de la crisis social porque lee todos los días no sé cuantos diarios online está jodido.
Resulta imprescindible ir un poco más allá y preguntarse insistentemente ¿Por qué? Como ese conocido entrenador de futbol. ¿Ha sido casual que lleguemos donde estamos? ¿Ha habido alguna alineación caprichosa de planetas? La respuesta es que no. Daros cuenta que en realidad no ha habido ningún incidente tan terrible como para que esté pasando esto. La realidad es que un pequeño grupo de personas con nombres y apellidos, han decidido que esto sucediera. ¿De verdad que los paquetitos financieros falsos que hacían con las subprime, y que parece están en el inicio de la crisis, eran indetectables para el Tesoro americano de Bush? Falso. Deliberadamente los consejeros económicos del presidente yanqui —el, ya se sabe, era un presidente títere— decidieron retirar el control y supervisión financiera a la Banca americana. ¿Y cuál era el motivo? Pues que una corriente de economistas juramentados en torno al capitalismo más salvaje de la Escuela de Chicago que ya habían ensayado con las dictaduras del cono sur americano desde 1950, ahora estaban en condiciones de ampliar su radio de acción desde las más altas instancias de la Administración Bush.
Desde entonces movimientos militares, invasiones, guerras que combaten amenazas inexistentes han sido inducidos desde estos ámbitos de poder. Europa les cae lejos pero aquí tienen buenos discípulos que se han cargado la economía expansiva, la economía keynesiana que ha obrado milagros en economías emergentes. Realmente las subprime no supusieron un gran problema para Europa pero sí una magnífica disculpa para desplegar esa economía restrictiva del déficit fiscal cero que está asfixiando todo. Este era el primer paso para cargarse la clase media llena de poder —pueden poner y quitar gobiernos— y de derechos, producto del llamado estado de bienestar, auténtico milagro del keynesianismo desarrollista de la postguerra.
 
Estos nuevos ultraliberales han generado artificialmente una auténtica convulsión social a base de políticas económicas, impuestas por gobiernos títeres del capitalismo fundamentalista, generadoras de un shock colectivo que deja a la población desorientada, inerme, endeudada y a merced de sus objetivos. La estrategia es relativamente sencilla, de pronto se establece que lo que debe predominar sobre todo es el equilibrio presupuestario. El economista ultraliberal —dice el profesor Sampedro que existen dos clases de economistas, los que trabajan para que los ricos sean más ricos y los que trabajan para que los pobres sean menos pobres— alojado en el poder político sabe que cuando los gobiernos no puedan gastar deberán ir abandonando el denominado estado del bienestar del que se benefician las clases medias y bajas principalmente, sanidad, educación, protección social, etc.
Los beneficiarios quedarán estupefactos porque miran a su alrededor y no pueden explicarse cómo puede estar pasando esto. Esta situación de shock colectivo es la ideal para que el mandatario al servicio del economista, y no al revés, pueda poner en marcha sus medidas: fuera el estatismo —Estados fuertes capaces de atenuar las crisis coyunturales y garantizar los servicios públicos de calidad— competidor de sus grandes empresas sanitarias, educativas, asistenciales, farmacéuticas, etc., aumento progresivo de la privatización —hasta el punto de que nos han hecho creer que privado es sinónimo de calidad— en un momento en que comprar es barato —cuando decidan que la vivienda tiene su precio por los suelos, comprarán y después les dirán a los jóvenes que lo moderno es alquilar—.
Los Estados que se resisten mínimamente porque están gobernados por políticos que tienen como referente el estado de bienestar son asfixiados deliberadamente. Para eso están sus propias agencias de ratings que le dicen a los mercados, que son ellos mismos, que tal o cual Estado está muy mal, suben su coste de la deuda de forma artificial al mismo tiempo que su carga financiera y su déficit, que cuando ellos deciden que es insostenible le amenazan con echarle del sistema y con el caos más absoluto.
El Estado termina tragando y cargándose el estado de bienestar y al que se pone chulo pues le sustituyen por un tecnócrata, obviando valores como la soberanía popular o la democracia, que se los pasan por el forro de sus ordenadores. Pero aún tienen un último problema, sus empresas tras la privatización necesitan profesionales capaces, y los que hay en el paro tienen muchos derechos.
Solución: para eso están los gobiernos títeres, que raudos pegan hachazos de 50 años a derechos ganados palmo a palmo y que son exponente de ese estado del bienestar que tanto odian. Y si no es suficiente se cambia una Constitución en unas pocas horas y con el Parlamento cerrado.
Aquí debe enmarcarse la última reforma salvaje que nos sitúa en algunos casos por debajo de los derechos de la dictadura y a la que ellos llaman de forma hipócrita eliminar rigideces, flexibilizar el mercado de trabajo o solidarizarse con los parados. Se trata de un gravísima decisión que, por excesiva, incluso causa risa al Presidente de la patronal, pero existe algo peor que un cabrón que te quita los derechos explicándote además que es imprescindible para crear empleo, y es el aquietamiento, el adormecimiento, la tolerancia e incluso ¡la comprensión! de esa gente anónima que termina justificando, con ayuda de la prensa del capitalista, esas decisiones. Este estado general de anestesiamiento colectivo que, en otros momentos de nuestra historia relativamente recientes, hubiera echado a la gente a la calle, y no sólo a indignarse, ahora no genera casi reacciones en contra de carácter colectivo. ¿Pero ya no queda nadie que tenga lo que hay que tener para salir a la calle y decirle a estos tipos que les pone el pueblo y que ante el pueblo deben responder? ¿Pero qué mierda de ciudadanos somos que ya ni siquiera tenemos eso que hay que tener para defender el futuro de nuestros hijos?
El Derecho del Trabajo nació para equilibrar una relación de por sí totalmente asimétrica entre el patrón que tiene los medios de producción y el trabajador que es titular sólo de su fuerza de trabajo. Tener que escuchar a los ministros ultraliberales decir que esta es una reforma laboral equilibrada es casi tan vomitivo como ver al economista ultraliberal disfrazado de político democrático decirle a su patrón ultraliberal alemán “Ya verás. Hemos hecho una reforma extraordinariamente agresiva. Te va a gustar”. En la sociedad de la transición esto hubiera sido suficiente para que la gente normal, la gente trabajadora o profesionales liberales hubieran tomado las calles. Hoy la gente está afectada del síndrome de la rana hervida, método de modificación sin riesgo de la conducta social, copiado de la misma naturaleza, y que ellos estudian en sus putas escuelas de negocios. Si se mete una rana en un recipiente con agua hirviendo obviamente la rana pegará un salto tremendo al contacto con el calor. Sin embargo, si se la pone dentro del recipiente a unos 30º la rana se sentirá confortable. Si le vamos subiendo el calor de forma progresiva, lentamente, la rana, aturdida, irá adaptando sus propios mecanismos de defensa para ir soportando el calor también progresivamente hasta que termina hirviendo con el agua y cociéndose sin haberse dado cuenta.
 
“Descubrí que la idea de aprovechar las  crisis y los desastres naturales había sido en realidad el modus operandi clásico de los seguidores de Milton Friedman desde el principio. Esta forma fundamentalista del capitalismo siempre ha necesitado de catástrofes para avanzar.” (Naomi Klein. La doctrina del shock)