Tenía
que pasarnos, coño, tenía que pasarnos. España es un país peleado con la
esperanza, divorciado de la ilusión. Tenía que pasarnos que el primer caso
diagnosticado de ébola contagiado fuera de África se produjera precisamente en
España para certificar esa maldición que persigue nuestra historia, como
zancadillas constantes, persistentes. Un desaliento que se apodera del aire, que
se convierte en virus social. Tenía que pasarnos, coño, tenía que pasarnos.
Y
ahora, a partir de este primer caso diagnosticado, a esperar la polémica que ha
de llegar, que lo envenenará todo, más allá de la enfermedad, que lo irá
pudriendo todo. Una vez más. El ébola y la chapuza nacional; el ébola y el
sectarismo nacional; el ébola y el odio político nacional; el ébola y España.
Ya
van los sindicatos de la ‘marea blanca’ de Madrid recordando los recortes de la
Sanidad, la peligrosa vinculación subliminal que se realiza entre esos recortes
presupuestarios como causantes de este primer caso de ébola que se produce en
el mundo desarrollado, fuera de África. Antes de saber nada, ya están los
sindicatos de la ‘marea blanca’ remarcando la precariedad de los hospitales, la
“peligrosa improvisación” con la que se tratan los episodios sospechosos de
contagio de la enfermedad.
Y
es ahora, justo ahora, no antes, cuando se denuncia que los trajes de
aislamiento con los que el personal sanitario atendió a los dos enfermos de
ébola fallecidos en España, Miguel Pajares y Manuel García Viejo, no eran los
adecuados, con niveles de protección insuficientes, materiales de segunda y
chapuzas inexplicables, como guantes de látex sujetos con cinta aislante. Y
serán esas las causas del contagio de la enfermera o no, pero ya se han
avanzado las conclusiones porque existe aquí esa inercia corrosiva para
explicarlo todo.
El
primer caso de ébola que se ha confirmado fuera de África se ha detectado aquí,
precisamente aquí, en España, el peor país del mundo para analizar
sosegadamente lo ocurrido
La
sentencia condenatoria ya está rodando por todas las crónicas; la ‘marea
blanca’ ha acabado convertida en el tsunami de ‘alarma social’ que
inevitablemente va a desatarse a partir de ahora.
La
propia mesa de la comparecencia de ayer, la rueda de prensa que se convocó para
dar las primeras explicaciones del contagio de la enfermera de Alcorcón, ya
denotaba la desproporción política a la que nos hemos habituado. La ministra, en
el centro, vestida de negro, como si hubiera acudido a un funeral. Y a su lado,
dos o tres directores generales. Tres o cuatro políticos en el centro de la
escena, dominándolo todo. Sin capacidad para entender que las explicaciones
políticas, el razonamiento político y hasta el lenguaje político son las peores
respuestas que se pueden esperar en un momento así, tras un caso como este.
¿Cómo
va a creerse nadie a la ministra Ana Mato cuando intenta transmitir seguridad y
confianza? “Tengan ustedes la certeza de que se están tomando todas la medidas
necesarias para garantizar la mejor atención a la paciente, así como la
seguridad del personal sanitario que la atiende, como de toda la población”, sostiene
la ministra. Y la frase, palabra a palabra, se va resquebrajando hasta que se
descompone completamente al final. “Como de toda la población”, lo dice la
ministra y cada uno en su casa, en su
despacho, en su coche, ya se siente desprotegido porque le ofrece seguridad
quien menos credibilidad tiene.
El
primer caso de ébola que se ha confirmado fuera de África se ha detectado aquí,
precisamente aquí, en España, el peor país del mundo para analizar
sosegadamente lo ocurrido. Las grandes incógnitas del contagio de esta
enfermera de Madrid se verán desbordadas por las oleadas habituales de
polémicas políticas, pintadas de dimisiones en las paredes de los hospitales, fotos
de nuevas chapuzas que se incendian en las redes sociales, intereses cruzados
de este eterno río revuelto en el que se convierten todas las polémicas en
España.
Si
ha sido un fallo humano, de la enfermera, un error de los protocolos de
seguridad implantados por las autoridades sanitarias o el fruto de alguna
chapuza vergonzosa por los recortes presupuestarios, lo acabaremos conociendo, pero
cualquier explicación científica, rigurosa, llegará siempre tarde porque la
turbamulta en la que nos convertimos lo arrasará todo mucho antes.
El
goteo diario de la corrupción, las amenazas separatistas, el cainismo político…
Y ahora, una crisis sanitaria sin precedentes que va a provocar una gran alarma
en el centro mismo de España.
Tenía
que pasarnos, coño, tenía que pasarnos. Para poder ahogarnos otra vez con la
poesía más triste que haya generado nunca un pueblo, una nación. “De todas las
historias de la Historia sin duda la más triste es la de España, porque termina
mal”.
Javier Caraballo para El Confidencial
Leído en: http://blogs.elconfidencial.com/espana/matacan/2014-10-07/ebola-tenia-que-pasarnos-cono_229332/?