No deja de ser una cruel paradoja que la misma Europa que
conmemora el 70 aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial, un
conflicto que provocó el éxodo de millones de personas, sea también la Europa
insolidaria, egoísta e inoperante ante la colosal avalancha humana que estos
días llega en oleadas a las costas
griegas e italianas o intenta atravesar a pie el centro del continente.
La pasividad de los gobiernos europeos ante una emergencia
humanitaria de tamaño calibre no sólo hiere nuestra sensibilidad, sino que trae
a la memoria el recuerdo de errores similares cometidos en el pasado más
reciente. ¿O acaso hemos olvidado que fue la próspera y democrática Europa la
que, a mediados de la década de los 90 del siglo pasado, asistió impasible a la
carnicería perpetrada por las fuerzas serbias de Radovan Karadzic contra la
población civil de Bosnia?
Las imágenes de refugiados sirios, libios, afganos o
paquistaníes que huyen de las guerras y la miseria que sacuden sus países y
tratan de ‘colarse’ en Europa deberían sacudir las adormiladas conciencias de
nuestros gobernantes. En lugar de eso, Macedonia gasea a los miles de desesperados
que intentan cruzar su territorio en busca de un incierto El Dorado; Hungría
levanta un muro fronterizo para impedir que decenas de miles de parias crucen
su territorio; Francia y Reino Unido se afanan en sellar el Canal de Mancha, y
los xenófobos hacen su agosto en Alemania incitando al odio contra los
refugiados o, peor aún, atacando los refugios donde éstos se hacinan.
Esa Europa me duele… y me abochorna.
Post de José Luis Lobo en su blog