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sábado, 21 de septiembre de 2013

Enganchados a... los puntos suspensivos

Vivimos en una hemorragia de puntos suspensivos. No exagero. Entre los emails, los estados de Facebook, los tuits y los WhatsApps, este signo vive su gran revolución. Nunca antes lo habíamos necesitado tanto.
 
Para empezar, digamos que son tres los puntos suspensivos. Ni dos ni cuatro. Se escriben así: ...
 
Lo digo porque nos consta que ha habido intercambios de SMS entre la élite de este país -el presidente de Gobierno y el señor Luis Bárcenas sin ir más lejos- en los que se han tecleado cuatro puntos suspensivos. Pero hoy nos ocupa la popularidad de los puntos suspensivos en la cháchara digital sin fin en la que vivimos casi todos.
 
Este artículo de la revista Slate se preguntaba las razones por nuestra repentina pasión por escribir cosas como: Hola ...  y quedarse tan ancho esperando una respuesta.
 
Según el autor, hemos adquirido definitivamente "el mal hábito de los puntos suspensivos".
 
Antes de escribir este post me he sometido al productivo ejercicio de revisar los últimos Whatsapps enviados y recibidos y, efectivamente, la profusión de puntos (también de signos de exclamación, que será asunto de otro post) es impresionante. En el caso del periodista de Slate contó 48 puntos suspensivos en sus últimos chats con un saldo de cero oración finalizada.
 
Todo queda en suspenso después de unos puntos suspensivos.
 
Y al parecer de eso se trata, y no por otra cosa nos hemos aficionado a estos puntitos. Es mucho mejor insinuar nuestras posturas con una cómoda indefinición que dejar las ideas claras y cerradas con un contundente punto final. De repente la expresión "y punto" ha perdido todo su significado.
 
Como segunda parte de su experimento el redactor de Slate, que por cierto se llama Matthew J.X. Malady, se dedicó a enviar mensajes a sus contactos usando puntos suspensivos sin orden ni concierto. Mensajes absurdos  que terminaba con unos aún más absurdos puntos suspensivos. Envió mensajes a su madre, a su mujer y a varios amigos. Para su sorpresa nadie mencionó el sin sentido de los signos, y todos se sintieron obligados a hacer como que entendían el críptico significado que supuestamente se escondía tras los puntos suspensivos. 
 
"Nadie me replicó: '¿De qué estás hablando?', 'No entiendo nada' ó '¿Podrías darme más información?'. Por supuesto, no hicieron ninguna mención a los puntos suspensivos. Parecería que cuando nos comunicamos entre amigos o gente de confianza todos asumen que tienen suficiente contexto para entender nuestros enrevesados pensamientos y lo que queremos dar a entender con unos puntos suspensivos. Los receptores de los mensajes tienden a hacer como que todo está bien".
 
Es decir, nadie quiere aparentar que no está en el ajo. Y unos puntos suspensivos son como un guiño cómplice, un "tú y yo sabemos de lo que hablo".
 
Pero mi versión es que los puntos suspensivos han triunfado en la era digital porque como dicen en Slate, "ofrecen la atmósfera totalmente opuesta a la claridad". Son los reyes de la ambigüedad y la indefinición.
 
Para Clay Shirky, una mente preclara de los efectos de Internet en la sociedad, profesor adjunto de la Universidad de Nueva York y todo un gurú digital, cree que la abundancia de puntos suspensivos marca "un momento único e  interesante del lenguaje escrito": el que estamos viviendo. Shirky opina que usamos los puntos suspensivos para reemplazar sonidos y gestos que supondrían una pausa en una conversación. Decir por ejemplo: hmm.
 
"La gente se comunica por los chats como si estuviera hablando y utiliza los signos del lenguaje escrito para sustituir códigos de la conversación". "El lenguaje oral se caracteriza por un flujo continuo con muchas pausas, repeticiones, arrancadas en falsos, cambios de rumbo (...) Estamos intentando usar el alfabeto y los signos de puntuación para reproducir una conversación, y eso es difícil, así que tenemos que echar mano de los puntos suspensivos".
 
Hablo con Miri Rodríguez, filóloga, perfeccionista de la gramática y gran amante de los puntos suspensivos en sus chats, siempre que solo sean tres. "Tengo dos grandes razones para adorarlos. Por un lado son la grafía del lenguaje no verbal (uff, anja, ains, suspiros, miradas, abrazos), un intento de escribir lo coloquial, lo informal, lo cercano, lo cómplice. Por otro, los uso en lugar de la coma porque es más cómodo, para usar la coma hay que cambiar el teclado del móvil".
 
Efectivamente esos tres puntos imprimen más drama a la conversación, más intriga, más movimiento. Algo que no siempre se puede conseguir con las palabras escritas. Además, ¿quién tiene tiempo de poner por escrito todo lo que siente?
 
Hay que añadir al argumento del señor Shirky que el lenguaje escrito se creó para leer con una mínima concentración, mientras que estos signos ahora se están empleando en una conversación que tiene lugar al tiempo que pasan otras muchas cosas. La gente casi nunca chatea exclusivamente. Con o sin puntos suspensivos, la vida es eso que pasa mientras uno habla por Whatsapp.
 
En estas circunstancias surge con fuerza otro argumento a favor de los puntos suspensivos: Sirven para saltarse a la torera todas las reglas de la gramática y la sintaxis y hacerse entender. Evitar comas, puntos, letras mayúsculas ... Los tres puntos suspensivos son abiertos y ambiguos y nos liberan de dar demasiados detalles y aclaraciones. Si encima, el otro se va a dar por enterado para no romper la complicidad, estamos ante el signo de puntuación perfecto para la era digital.
 
"Las conversaciones virtuales suelen ser breves e informales, por lo que nuestra e-adicción a los puntos suspensivos refleja la tendencia global a la informalidad: los emails se responden como promedio en seis segundos y en los trabajos cada empleado cambia de tarea cada tres minutos. No parece que haya mucho tiempo para explicaciones completas o conversaciones complejas  que exijan mucha concentración". Así lo explica a la revista Slate Maggie Jackson, autora de Distracted: The Erosion of Attention and the Coming Dark Age.
 
Mientras que Nicholas Carr, finalista del Pulitzer por su libro The Shallows: What the Internet is doing to our brains, cree que los puntos suspensivos triunfan no tanto por la pereza de escribir como por la presión de ser conciso y rápido en enviar un mensaje que va a ser leído con toda seguridad a toda prisa en un teléfono o cualquier otro dispositivo móvil".
 
Como vemos abundan las teorías para explicar nuestra querencia por los puntos suspensivos. He comprobado que Yahoo Answer está repleto de consultas al respecto y una rápida búsqueda en Google le llevará a disfrutar de tutoriales de variado nivel sobre cómo usar los puntos suspensivos a su favor.
 
El teólogo Michael Sacasas que ahora termina su doctorado en Textos y Tecnología en la Universidad Central de La Florida ha escrito en su blog The Frailest Things una especie de Manual de uso de los puntos suspensivos. Aquí va lo que he aprendido leyéndolo:
 
Los puntos suspensivos en Internet sirven para:
 
Indicar que seguimos esperando algo más o que no está todo dicho en una conversación
Sustituir el silencio incómodo que tendría lugar en una conversación cara a cara
Sustituir el "bla bla bla", que indica aburrimiento e indiferencia
Como pausa dramática, incluso con una intención de hacer reír al otro
Para señalar un giro en la conversación o en el modo de pensar
Como un salvavidas para pasar por encima de cosas que no queremos comentar
Para comunicar vaguedad, vacilación, indefinición
Para expresar ironía y "cierto desapego cercano al cinismo" 
Para evadir situaciones en las que uno tendría que definirse
Para expresar "una atmósfera apática que no comprometa demasiado", típica de las relaciones virtuales
Para protegerse uno mismo de parecer un viejuno que se toma la vida demasiado en serio
Para resumir: los puntos suspensivos valen para un roto y para un descosido. Abuse de ellos. Disfrútelos. Pero siempre de tres en tres.

Por Karelia Vázquez para El País
http://blogs.elpais.com/antiguru/2013/09/y-cuando-no-tengas-nada-que-decir-usa-los-puntos-suspensivos.html