En los congresos de escritores los participantes hablan de literatura; en los de cardiología del corazón; en los de agricultura, de los tomates, y así sucesivamente, excepto en los congresos de obispos donde, en vez de hablar de Dios, se habla de la unidad de España, de la moral, de la biología, de la familia, de la cultura, de la educación, de la sociedad y de las células madre. En los entreactos comentan lo bueno que estaba el pollo al chilindrón, es decir, que también saben de gastronomía. Los señores de la foto lo mismo le dicen el libro que tiene usted que leer que el anticonceptivo que debe utilizar. Le prescriben el modo de vestir, el político al que debe votar, el sexo que debe tener su cónyuge, el colegio al que conviene llevar a su hijo, así como las leyes que debe obedecer y a las que debe dar un corte de manga. También le indican si es moralmente más saludable un estado federal o autonómico. Todo ello sin descuidar sus lecciones en torno a la fecundación in vitro o sus críticas especializadas al cine de arte y ensayo.
De modo que se han reunido para hablar de todo esto y más llegando, entre otras, a la conclusión moral de que en España peligraban los "derechos fundamentales". No quedó claro a qué se referían con la expresión "derechos fundamentales" estos señores cuyo mejor caldo de cultivo ha sido tradicionalmente el de las dictaduras. Aquí estuvimos 40 años sin derechos fundamentales (ni accesorios) y la Iglesia a la que pertenecen no sólo no abrió la boca, sino que llevaba al dictador, junto al Altísimo, bajo palio. Cuarenta años sin quejarse son muchos, por lo que lo lógico es pensar que los derechos fundamentales les importan un carajo. Pregúntenles por los derechos fundamentales de las monjas, a ver qué dicen.
Así que cuando se reúnen de lo único que no hablan es de Dios (en justa reciprocidad; tampoco Dios se ocupa mucho de ellos). Hablan de lo que les da la gana y se pican mutuamente por ver quién dice la mayor barbaridad, sea en el campo de la prevención del sida o en el de la reproducción asistida. De hecho, a partir de la citada reunión, donde hubo división de opiniones, y hasta el día de hoy, no han dejado de hacer declaraciones, por ejemplo, sobre la unidad de España, España, España, que según ellos es un asunto teológico en el que el Parlamento tiene muy poco que decir. Ya animados, Ricardo Blázquez, su presidente, aseguró, para acojonar, que España, España, España, estaba moribunda con estas mismas palabras, "la sociedad española está moribunda". Lo dijo ahora que no hay fusilamientos ni garrote vil ni torturas ni persecuciones. Cuando todo eso estaba a la orden del día, ese señor y sus colegas no decían nada, no sólo no decían nada, sino que daban la absolución a los verdugos, a los torturadores, a los criminales.
Y en esa competición por ver quién hablaba más alto, llegó también el arzobispo de Burgos, Burgos, Burgos y aseguró muy serio que la familia estaba siendo "atacada por una corte de becerros del poder". Como lo oyen, "corte de becerros del poder". Lo dijo un tipo que es dueño de muchas iglesias en cuyas fachadas todavía lucen símbolos franquistas y que vive a cuerpo de rey de las arcas del Estado. ¿Es o no es para tenerles miedo?
Artículo de Juan José Millás escrito en El País el 21-08-2006