REUTERS | 11-04-2011 Una mujer quechua deposita su voto en un colegio electoral en Cuzco
El resultado que temíamos se dio. En el mejor momento de su historia republicana, una mayoría de peruanos ha optado por dos candidaturas de vocación antimoderna. El primero, y el gran ganador, fue Ollanta Humala, hombre de convicciones estatistas y mentalidad militar que representa lo contrario de lo que ha llevado al país a su auge actual en la última década, independientemente de que termine haciendo eso o no si gana la segunda vuelta. La segunda, bastante lejos del primero, Keiko Fujimori, es la hija, colaboradora y alma gemela de quien destruyó todas las instituciones del Perú en los años 90, violó los derechos humanos y ahogó a los peruanos en un mar de corrupción. ¿Qué pasó?
Por lo pronto, la división de las fuerzas democráticas (Alejandro Toledo, Pedro Pablo Kuzcynski y Luis Castañeda) en tres candidaturas resultó mortal para las aspiraciones de la mitad del país que ellas representaban. Pero el análisis de fondo es que la otra mitad de peruanos, la única que estará representada en el «ballotage», profesa un desapego por el sistema democrático y el modelo económico.
Esto se manifiesta de tres formas: bolsones de pobreza donde no llegan los beneficios económicos todavía; un desfase entre el gran crecimiento económico y los servicios públicos paupérrimos, que van del insuficiente abastecimiento de agua potable a una judicatura tercermundista; y, finalmente, una inseguridad que ha llevado a casi la tercera parte de ciudadanos a ser víctimas de alguna forma de delincuencia.
Esto no desmerece el progreso arrollador que ha vivido Perú últimamente. Que la pobreza haya caído a un tercio de la población cuando superaba el 50 por ciento hace una década y que el tejido empresarial se haya llenado de gentes procedentes de familias que pertenecieron hasta ayer al Perú miserable no es una ilusión estadística.
Por otro lado, que los gobernantes están sometidos a fiscalización parlamentaria, la prensa es libre, los militares están subordinados al poder civil y las calles están llenas de manifestantes todo el tiempo no es un dato superficial. La emergencia de una clase media numerosa y los usos cotidianos de la democracia republicana abarcan a un número enorme de peruanos. Pero es evidente que eso no prevaleció, en el ánimo ciudadano, sobre la enemistad que muchos profesan por el actual modelo.
Quizá esta enemistad hubiera tenido una manifestación menos drástica sin la ausencia de partidos políticos dignos de ese nombre.
Humala tiene todas las de ganar. Su ventaja sobre Fujimori es casi el doble de la que le llevaba él mismo a Alan García cuando ambos pasaron a la segunda vuelta hace cinco años. La ola se ve venir. La pregunta es: ¿le espera al Perú un nuevo Chávez, una comparsa del "Socialismo del sigko XXI"?.
No lo sabemos aún. Y eso, que no lo sepamos, en cierta forma lo dice todo. Porque no serán las instituciones sino la decisión de un solo hombre, si se confirma una victoria de Humala en la segunda vuelta, la que responderá a esa pregunta.
Publicado en ABC
Hay que respetar siempre el resultado de las urnas, aunque sea tan decepcionante como el que se ha producido en Perú el pasado domingo. Mario Vargas Llosa lo expresó ayer con especial acierto cuando dijo que los peruanos tendrán que elegir el próximo día 5 de junio "entre el cáncer y el SIDA".