Hay que ver, ser un yate de lujo para esto. Con mis 41 metros de eslora y mis tres turbinas de gas Rolls Royce, aquí me tienen ahora, en medio de un humillante tira y afloja entre los paganos de mi construcción y un Gobierno que vete a saber qué quiere hacer conmigo. Con tal de conseguir una palmadita en la espalda, es capaz hasta de ponerme rumbo al Rin con una tarjetita de regalo a nombre de frau Merkel. Si es que no entiende nada... ¿Pero no se da cuenta de que yo soy la marca España? ¿Dónde encontrará un símbolo mejor de este país? Pagado por empresarios, hoteleros, banqueros y un Gobierno autonómico. Construido a lo grande, como aquí se hacen las cosas, con todo lujo de detalles y los mejores materiales para envidia de la plebe y real disfrute de Juan Carlos I y su extensa familia. Si yo hablara… A todos he acogido en mi borda. También a ese muchacho que ahora hace tan mala cara, tanto entrar y salir de los juzgados de Palma.
Ahora se quejan de mis costes de mantenimiento. Que si cuesto al año 1,8 millones de euros, que si solo llenar mis depósitos son 25.000 euros, que si los tiempos no están para ostentaciones.. Pero ¿qué somos? ¿En qué nos hemos convertido? ¡Ya está bien de hacernos los miserables! Si hasta esa pandilla de hippies de Izquierda Unida de Baleares proponen subastarme y destinar el dinero a los más desfavorecidos de las islas. Qué mal gusto. Ni que fuéramos un país de pobres.
Emma Riverola para elperiódico.es
Escritora
http://www.elperiodico.com/es/noticias/opinion/sin-fortuna-2402865?utm_source=newsletter&utm_medium=email&utm_campaign=elPeriodico-opinion#s