Esta última semana se reactivaron los enfrentamientos
entre los palestinos y los israelíes, lo que ha lanzado una serie de juicios
criticando la injusta situación que viven los primeros y la crueldad e
inhumanidad con la que han actuado los segundos. Pero… ¿de dónde surgió este
conflicto? ¿cuál es el sentido histórico que tiene esta guerra?
Dentro del contexto del nacionalismo europeo del
siglo XIX, el periodista austriaco Theodor Herzl, dio inicio a un nuevo
movimiento conocido como Sionismo, el cual proponía la creación de un Estado
judío en el territorio palestino considerado como el antiguo hogar. Estas ideas
quedaron plasmadas en su libro Estado Judío (1897).
El movimiento sionista fue recuperado por grupos de
judíos británicos, quienes empezaron a comprar tierras en Palestina promoviendo
la migración masiva de los judíos de todo el mundo, lo que se intensificó
cuando el Imperio Británico se anexó Palestina tras la Primera Guerra Mundial.
Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, muchos
judíos que se habían quedado sin hogar. Por las persecuciones nazis obtuvieron
el apoyo de la ONU y de la URSS para instalarse en Palestina y para 1946 había
cerca de 600 mil judíos en el territorio, casi todos de origen polaco y alemán.
En noviembre de 1947 la ONU decretó la división de
Palestina en dos regiones de igual tamaño: una árabe y una judía. Sin embargo,
el 14 de mayo de 1948 los británicos se retiraron del territorio y se fundó el
Estado de Israel en contra de los designios de la ONU.
En apoyo a los palestinos, Egipto, Siria,
Transjordania, Irak y Líbano invadieron a Israel, pero fueron derrotados por el
nuevo Estado que expandió su territorio 50% más sobre la Palestina árabe. La
ONU obligó a que se firmara un armisticio intentando detener las hostilidades,
aunque el conflicto en realidad no se detuvo.
Las hostilidades volvieron a estallar en la Guerra
de Suez (1956-1957). Ésta tuvo su origen en 1952 tras la toma de poder de Gamal
Abdel Nasser en Egipto y la salida del Reino Unido del territorio. En 1956, el
nuevo líder nacionalizó el Canal de Suez bloqueando el Golfo de Aqaba, ubicado
entre Arabia Saudita y Egipto, atentando con esto contra los intereses del
Reino Unido, Francia e Israel.
Las dos primeras potencias, anteriores dueñas del
canal, se aliaron con los israelíes y declararon la guerra a Nasser, tomando la
franja de Gaza, la península del Sinaí y el propio Canal de Suez. No obstante,
un año después, Estados Unidos y la URSS mediaron el conflicto otorgándole a
Egipto el control del Canal de Suez.
En 1964, se fundó la Organización para la
Liberación de Palestina (OLP), una coalición árabe política y militar. En 1967
volvió a estallar un nuevo conflicto conocido como la “Guerra de los Seis Días”
(5 a 10 de junio). El enfrentamiento se dio entre Israel y la coalición árabe
de Jordania, Irak, Siria y Egipto por el dominio de la Península del Sinaí.
El Estado israelí fue el vencedor y se quedó con la
península, además de la Franja de Gaza, Cisjordania, todo Jerusalén y los Altos
del Golán.
Sin embargo, la situación no se quedaría así y en
1973, egipcios y sirios volvieron a atacar con el fin de recuperar sus
territorios perdidos. Este enfrentamiento se conoció como la Guerra del Yom
Kippur, debido a que los árabes eligieron atacar en dicho día festivo, uno de
los más importantes de la religión judía. Tras 20 días de continuos ataques, la
ONU intervino en el conflicto y obligó a las dos fuerzas en pugna a firmar un
acuerdo de paz.
Fue a partir de este momento que Estados Unidos
empezó a intervenir directamente en la política israelí, pues el Estado
sionista se volvió un fuerte aliado en una zona económica y políticamente
estratégica, pues es donde están las mayores reservas de petróleo, colindaba
con la URSS y es un punto de entrada a China.
La participación de la superpotencia americana y de
la ONU en la guerra, protegiendo a Israel, provocó que los países árabes, en
solidaridad con Egipto y Siria, organizaran un embargo petrolero en 1973 y
1974.
Desde la década de los 70, Israel no sólo se
convirtió en un agente de Estados Unidos, sino que se creó un vinculo
simbiótico entre los dos países. Gracias a la influencia que tiene la comunidad
judía en Estados Unidos, principalmente en el capital financiero concentrado en
Nueva York, el gobierno estadounidense también ha tenido que ceder y acomodarse
a los intereses israelíes.
En 1982 estalló un nuevo enfrentamiento de Israel
contra Líbano y la OLP, el cual se ha mantenido hasta la actualidad. En la
década de 1990 se firmaron una serie de tratados con el objetivo de mantener
una estabilidad en la zona. El primero y más importante fueron los Acuerdos de
Oslo, en los cuales se fundó la Autoridad Nacional Palestina (ANP), que
administra los territorios de los palestinos: Cisjordania y la Franja de Gaza.
Israel y la ANP se reconocieron como estados
legítimos y prometieron detener los enfrentamientos; sin embargo, las tensiones
continuaron y se reavivaron cuando el exmilitar israelí, Ariel Sharon, se
convirtió en el primer ministro de Israel en 2006.
Aunque Yasser Arafat, líder de la OLP desde 1966 y
primer presidente de la ANP, realizó una serie de medidas para poder llevar a
acuerdos con el primer ministro israelí, este ultraconservador político se negó
y realizó una serie de incursiones menores pero continuas sobre la Franja de
Gaza y Cisjordania. Tras la muerte de Yasser Arafat (2004) el grupo político,
militar y religioso Hamás tomó el poder en 2007 y tiene como fin unificar los
actuales territorios de Israel, Cisjordania y la Franja de Gaza bajo un Estado
árabe.
Esta situación, junto con una serie de gobiernos
expansionistas en Israel, provocaron que el conflicto se volviera a
intensificar estallando en 2008 la Guerra de Gaza, en la cual el ejército
israelí bombardeó el territorio de la Franja de Gaza con el pretexto de atacar
las bases militares de Hamás.
El último enfrentamiento fuerte fue cuando Israel
declaró el inicio de la operación Pillar of Defense, tras eliminar a Ahmad
Jaabari, ex jefe máximo de operación de la sección armada de Hamás. Se lanzaron
más de mil proyectiles sobre la ciudad de Gaza y la cifra de palestinos muertos
se fue de 133.
El gobierno sionista busca presionar a Hamás para
que cese los ataque continuos con cohetes, pero el grupo se rehúsa hasta que se
le retire el bloqueo militar y económico que sufren los palestinos desde los
90.
Este conflicto es sumamente complicado y ha
provocado un debate muy duro llevando a declaraciones demasiado extremistas
sobre las dos partes. En el caso de los sionistas y quienes apoyan al estado de
Israel, las acusaciones sobre los palestinos los tachan de terroristas,
generalización que se ha impuesto sobre los musulmanes. Aquellos que apoyan a
los palestinos han atacado a los judíos, como una generalización de los
israelíes, comparando el conflicto actual con el Holocausto.
Ambas acusaciones son injustificadas, intolerantes
y provienen de la ignorancia sobre la situación de ambos grupos.
La gente de poder en Israel no son descendientes de
las víctimas del Holocausto. La enorme mayoría de las personas que estuvieron
en un campo de concentración o que perdieron sus familias durante la
persecución nazi, eran campesinos, intelectuales o pequeños comerciantes. Los
banqueros no sufrieron, más que acaso pérdidas monetarias. Si las personas que
sobrevivieron este periodo apoyaron la formación de Israel es porque la causa
sionista se convirtió en el único recurso que les podía brindar un hogar y una
identidad.
La gente de poder en Israel son descendientes de
los judíos ingleses y rusos, cuyas familias adineradas compraron terrenos en el
territorio que actualmente forma el Estado sionista. Son gente que en sus
veintes participaron en las primeras guerras y que guardan un gran
resentimiento contra los palestinos.
Es por esto que no tiene un real punto de
comparación el Holocausto con las ataques contra los palestinos. No es menos o
más grave, simplemente son diferentes momentos históricos, diferentes personas
y diferentes tipos de violencia.
Y aunque la mayor parte de la población israelí
apoya la actual operación militar es porque ven a los palestinos como una
constante amenaza y su visión se reduce a su sufrimiento individual, cegándolos
de la magnitud del conflicto y haciéndolos inmunes al sufrimiento de los
palestinos. En este sentido cabe aclarar que la ocupación de los territorios
palestinos es algo con lo que gran parte de los israelíes no comulgan.
En contraparte, el pensar a los palestinos como
terroristas es generalizar los atentados que ha realizado un grupo extremista
que tomó el poder del territorio no hace más de 10 años, y es no comprender la
injusticia económica, política y militar que viven.
En realidad, uno de los principales líderes en la
historia, Yasser Arafat, intentó por mucho tiempo llegar a un acuerdo
definitivo por la vía diplomática, lo que le valió el Premio Nobel de la Paz en
1994.
La complejidad de este conflicto es lo que lo hace
tan intenso y tan difícil. Sin contar las guerras históricas que se remontan
desde el expansionismo árabe en el siglo VII y si se quiere, desde la
consolidación del reino de Israel en la época de los jueces y los reyes,
específicamente con los enfrentamientos entre el rey David contra los filisteos
(también llamados pelestes), la guerra Israel-Palestina involucra choques
religiosos, ideológicos, políticos y económicos, tanto internos como externos.
Reducir esto a los juicios de valor de “terrorismo” y “genocidio” es crear
prejuicios y no hacer un análisis crítico sobre el problema.
No hay que olvidar que quienes sufren, quienes
pierden a su familia y su casa, quienes mueren, son las personas, no los
“pueblos” ni las “religiones”, conceptos abstractos que crean generalizaciones,
las cuales, si no se toman con cuidado, pueden llevar a una intolerancia
irracional. Para poder comprender los conflictos humanos hay que partir de la
empatía, nunca de los prejuicios.