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viernes, 19 de octubre de 2012

Carta al Sr. Wert (I)


Señor Wert:

Soy catalán, nacido en un pueblo cerca de Barcelona. Mi padre es andaluz. Mi madre, murciana. Nadie en mi casa me ha adoctrinado, ni en un sentido ni en otro. Tampoco en el colegio, aunque le parezca mentira. Tengo amigos íntimos castellanoparlantes y me gano la vida pensando y escribiendo en catalán. Me siento catalán porque es donde he nacido, donde he crecido y donde me he realizado como persona. Para más señas, mi esposa es francesa y mis dos hijas mezclan alegremente tres idiomas sin más problemas que algún malentendido de vez en cuando.

En mi casa tampoco adoctrinamos a nuestras hijas, tampoco en el colegio (por cierto, Señor Wert, una va a una escuela pública y, la otra, a una concertada) ni tienen problemas para hablar en castellano, pensar en catalán o ver la televisión en francés. Es una suerte y una riqueza poder tener no una, sino dos y hasta tres culturas, y sobretodo sentirnos propietarios de la capacidad de alternarlas, combinarlas y disfrutarlas. Lo que pasa, Sr. Wert, es cada vez que alguien como usted abre la boca, suben las acciones de la intolerancia. Lo que usted y los que son como usted dicen se mueve en la fina línea que separa a lo absurdo de lo fascista.

O sea, Sr. Wert, que aunque me da por reir, al final lo que consigue es darme miedo. Consigue que cada vez que cruzo la frontera de Catalunya haya más miradas extrañas. Consigue que gente que nunca ha pisado esta tierra la odie ateniéndose a sus argumentos, y no a las pruebas. Consigue que hasta yo, apolítico, charnego y felizmente tricultural, tenga infinitas ganas de perderle a usted y a todos los que piensan como usted de vista.

Por cierto, Sr. Wert, se lo digo sin acritud. Está invitado a pasar unos días en casa. Incluso estoy dispuesto a volver a sintonizar Intereconomía, si ello le hace sentirse más confortable. Verá en pocos días que sustenta ideas, cuanto menos, poco afortunadas. Y de paso, en confianza, le preguntaré cómo alguien como usted puede llegar a ser ministro. Se me antoja que detrás de esta pregunta hay una historia fascinante.