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lunes, 1 de agosto de 2011

El poder de las palabras


Cuenta la historia que en cierta ocasión, un sabio maestro se dirigía a su atento auditorio dando valiosas lecciones sobre el poder sagrado de la palabra, y el Influjo que ella ejerce en nuestra vida y la de los demás. “Lo que usted dice no tiene ningún valor”- lo Interpeló un señor que se encontraba en el auditorio. El maestro le escuchó con mucha atención y tan pronto terminó la frase, le gritó con fuerza: “Cállate y siéntate, idiota, estúpido”.
Ante el asombro de la gente, el aludido se llenó de furia, soltó varias impresiones y, cuando estaba fuera de sí, el maestro alzó la voz y le dijo: “Perdone caballero, le he ofendido y le pido perdón; acepte mis sinceras excusas y sepa que respeto su opinión, aunque estemos en desacuerdo”.
El señor se calmó y le dijo al maestro: “Le entiendo, y también pido disculpas y acepto que la diferencia de opiniones no debe servir para pelear, sino para mirar otras opciones”.
El maestro le sonrió y le dijo: “Perdone usted que haya sido de esta manera, pero así hemos visto todos del modo más claro, el gran poder de las palabras: Con unas pocas palabras le exalté, y con otras pocas le calmé”

Las palabras no se las lleva el viento, las palabras dejan huella. Tienen poder e influyen positiva o negativamente. Las palabras curan o hieren a una persona. Por eso mismo, los griegos decían que la palabra era divina y los filósofos elogiaban el silencio. Cuidemos nuestros pensamientos, porque ellos se convierten en palabras y marcan nuestro destino.
Meditemos para saber cuándo y cómo hay que comunicarse, y cuándo el silencio es el mejor regalo para todos. Se es sabio cuando se sabe cuándo hablar y cuándo callar. Pensemos muy bien antes de hablar cuando estamos airados o resentidos. Las palabras son vivas, bendicen o maldicen, alientan o abaten, salvan o condenan. Si todas nuestras palabras son amables, los ecos que escucharemos también lo serán. De nosotros depende si las usamos para bien o para mal. Cuidemos las palabras, ellas tienen poder.

Una palabra amable puede suavizar las cosas.
Una palabra alegre puede iluminar el día.
Una palabra oportuna puede aliviar la carga.
Una palabra de amor puede curar y dar felicidad.
Una palabra irresponsable puede encender discordias.
Una palabra cruel puede arruinar una vida.
Una palabra de resentimiento puede causar odio
Una palabra brutal puede herir o matar.

Recuerda:
“Una cometa se puede recoger después de echarla a volar, pero las palabras jamás se podrán recoger una vez que han salido de nuestra boca”.