Levantas la mano y viene. Y si no viene, te
sulfuras. Y resoplas. Y miras al que está sentado delante de ti. Vuelves a
levantar la mano… y pasa de largo. Y te indignas, y farfullas “tssh, si es que son la leche. Me ha
visto y no hace ni caso”. Cada noche encontramos escenas como esta en
cualquier rincón del mundo.
Nosotros, que llevamos toda una semana esperándola,
como el turrón, vamos a disfrutar una agradable cena de risas o de miradas (o
de las dos juntas, que siempre es la mejor combinación) en algún pintoresco
restaurante, hasta que el camarero de turno nos amarga la noche (Oh! ¡¿Cómo
osa?!). Basta con que nos dé una mesa que no es como esperábamos, o que tarde
un poco más de la cuenta en traernos el menú, o que en vez de tinto nos ponga
blanco, para sentenciarlo. Cuando llegamos, esperamos una mesa siempre lista,
un camarero amigable (o al menos amistoso) y el vaso siempre lleno. Estamos en
nuestro derecho, nosotros pagamos, pero… ¿cuándo estamos cruzando la línea de
reclamar un buen servicio a ser groseros y pretender que estén a nuestro
servicio?
Sólo dile al camarero que estás listo cuando estés
listo.
De por sí, es probable que se acerquen a tomarte
nota (pedir la comanda) varias veces antes de que estés listo para pedir. No
tengáis miedo a pedir “un par de minutos más, por favor” si aún no estáis
listos. Siempre será mejor que el clásico “Ehhh…sí, a ver… de momento… ehh… una
ensaladita mixta… ehhh… A ver, ¿quién quiere pedir algo? Sí, sí, ya vamos…
¿unas berenjenas con miel? ¿Os gustan? — Uf, a mí no me molan nada, ¿eh? Bueno,
entonces las quitamos…” . Todo el tiempo que está esperando a que nos
decidamos, es tiempo que deja de atender a otras mesas.
Sé educado y evita expresiones del tipo “¡Oye,
jefe!”
Por favor, evita dirigirte al camarero con un “¡jefe!” (bueno, en general evita dirigirte
así a nadie excepto que realmente sea tu jefe o que sea otro prepotente y chulo
como tú al que se lo dices. Evita también los “oye, majete”, “oye, salao”, o gritar
“¡¡camarero!!” como si no hubiese un mañana. Sustitúyelos por un “perdona,
disculpa, cuando puedas…”
Los “por favores”, “gracias”, las sonrisas y los
cumplidos hacia su trabajo no son obligatorios, pero sí serán muy bien
recibidos.
No chasquees los dedos, silbes o “lances besitos”
para llamar a un camarero
Vale, esto ya casi no se hace (por fortuna) pero
aún es posible toparse con gente que “chista” o incluso que lanza besos para
llamar la atención del personal de sala. Hacerlo para llamar a tu perro Wiskas
está bien. Hacerlo para llamar a Juan Carlos, un chaval de 22 años que está
trabajando 10 horas al día para poder pagarse el seguro del coche, no lo está.
No sé por qué pero me da que este tipo de clientes
está relacionado con los que llaman “jefe” al camarero…Ah, y por supuesto ¡¡nada de tocarlo o agarrarlo!! (Al camarero. A tu perrito puedes hacerle lo que más le guste).
Si quieres algún “extra”, intenta pedirlo con la
comida
Si sabes que el café te gusta con sacarina, intenta
pedirla a la vez que pides el propio café; le ahorrarás un paseo al mesero. Si
te gustan las alitas de pollo con mucha salsa BBQ, pídelo sin miedo antes de
que te las traigan. Sus piernas te lo agradecerán (las del camarero, no las del
pollo).
Controla a tus hijos
Hasta que no me he hecho mayor, no he entendido por
qué mis padres no me dejaban hacer “potingues” en las tazas de café: posos de
café, un poco de coca cola, medio limón, la miga del pan, un chicle… Los niños
a veces son un poco incontrolables, lo entiendo, pero de ahí a tener a tus dos
hijos y a los tres de tu hermana corriendo como gacelas entre las mesas del
restaurante hay un trecho. Esto dificulta
el trabajo del personal a la vez que incomoda al resto de comensales. Si tu
hija está un poco descontrolada, no pasa nada: la atas, la amordazas, la
amenazas con desheredarla o con dejarle sin piscina después, y todos contentos…
(Era broma. Nada de castigar sin piscina que luego cogen traumas).
Mira al camarero cuando estés pidiendo
Además de ser un gesto de educación, si miras a la
cara cuando te están tomando nota o estás pidiendo algo, facilitas que te
escuchen y te entiendan mejor entre tanto ruido.
No te pases de simpático
Los camareros tienen una misión: servir las meses y
hacer que todo llegue a tiempo a los comensales. Así pues, cada persona que les
cuenta que “yo vengo aquí hace 32 años, tú seguro que no habías ni nacido” o
que “yo tenía un amiguete que trabajaba en este local, Manuel se llama, ¿lo
conoces? Estuvo de jefe de cocina hace 7 años, antes de irse al Mesón El
Cuartel. Es que el tío era muy bueno en lo suyo…” supone un pequeño obstáculo
en la tarea del camarero. Ojo, que está bien entablar un mínimo diálogo con
ellos, pero NO LES CONTÉIS vuestra obra y milagros… no hay que ser plastas.
Sé educado con las protestas
“Vamos a ver, majo. Te he pedido un solomillo al
cabrales y me traes esta suela de zapato con una pasta blanca con grumos
encima”. “Oye, perdona, llevamos casi tres minutos y medio esperando las
bebidas, ¿vais a tardar mucho más? Porque nos vamos, ¿eh?”. Tened en cuenta que
los camareros sólo traen lo que sale de cocina, y que nadie está más ansioso
que ellos para que las cosas salgan a tiempo y bien. Es correcto protestar, pero siempre con tacto y con
educación.
Entiende que cuando un restaurante está lleno
No vas a recibir la misma atención que estando
vacío. Esto es de cajón. Si tienen que atender a 14 mesas con 4 comensales en
cada una, no será lo mismo que atender a 3 mesas con 3 parejas. En verano los
chiringuitos están llenos, las terrazas también, y la playa de Benidorm aún más. Pese a que
tratarán de darte el mejor servicio (es obvio, cuanto menos tarden antes se
vacía la mesa y antes sientan a alguien nuevo) no pretendas una atención
delicada y personalizada en la que cada 3 minutos se paren a preguntar si “todo
está al gusto de los señores”. Sé paciente y ¡¡disfruta de la comida!! :)
No culpes al camarero de los precios
“¿¿4,50 por un tercio?? ¿De qué está hecha esta
birra? ¿¿De polvo de oro?? No sois listos ni na’”…
Los precios de la carta no los pone el camarero. Es
más, por muy caro que sea el local es probable que él cobre lo mismo que si
currara en un restaurante de “menú del día”.
Una vez que has comido y has arrasado con todo,
cuando llegue la cuenta, no “llores” si ese pulpo que estaba fuera de carta y
esos 4 licores “para bajar la comida” te cuestan más de lo previsto. ¡¡La culpa
también es tuya por no preguntar!! ;)
Del mismo modo, si pides que te ponga extra patatas
fritas o salsa ranchera y jalapeña, no te extrañes si aparece un 1.5€ en
concepto de “extras”.
No cierres todos los locales
De vez en cuando alguna sobremesa se nos va de las
manos y, cuando nos queremos dar cuenta, tenemos al camarero pasando el mocho a
nuestro lado, todas las sillas están encima de las mesas en posición clase de
colegio y poco menos que al resto del personal
está en fila con el codo apoyado en la barra ,a barbilla en la palma de
la mano derecha y dando toquecitos con los dedos en la madera con la mano
izquierda. Es difícil que nos echen de un restaurante por el tiempo, pero
tenemos que tener en cuenta que esta gente esta deseando recoger y largarse a
casa o a cenar o a donde quiera que vayan a irse en su tiempo libre.
No intentes crear un menú a tu gusto
“¿Puedes cambiarme la ternera con cebolla por pollo
al limón? Y, en vez de arroz tres delicias, ¿puede ser arroz blanco?”. Esta
escena tan habitual en cualquier restaurante chino puede que cueste un poco más
en otro tipo de restaurante. Probablemente no tengan problemas en ponerte
ensalada acompañando a la lubina en lugar de las patatas panaderas, pero si
encima quieres “que quiten la salsa romesco y pongan un aliño de limón en su
lugar” y que “el arroz con leche sin canela… y sin arroz, por favor”, la cosa
se complica.
Seguro que intentarán complacerte en todo lo que
puedan, pero ten en cuenta que el menú está hecho de acuerdo a los criterios
del chef, no a cómo te hacía las lentejas tu mamá.
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