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jueves, 28 de noviembre de 2013

Volver a Santander

Lo he encontrado de casualidad por Internet:
 
Vuelvo. Una vez más o una vez menos según se prefiera. Vuelvo al Norte. Vuelvo a bajarme del tren y a coger un taxi. Vuelvo a bajar la ventanilla hasta que el cristal diga que no le insista más. Vuelvo a sacar la cabeza y a oler el mar. Vuelvo a sonreír con ese olor a nostalgia. Vuelvo a ver a Pereda subido en ese monumento que adorna los Jardines a los que da nombre. Vuelvo a sonreírle. Vuelvo a discutir con el taxista sobre el magnífico y controvertido proyecto de Botín en el centro de la ciudad. Vuelvo a no poder abrir el portal de mi casa con la supuesta copia que me hizo mi madre de la llave (creo que fue una indirecta). Vuelvo a llegar al hall de casa y a oír a mi padre diciendo que no pose la maleta en la alfombra. Vuelvo a ir a mi cuarto y a comprobar que nadie se ha atrevido a desafiar al orden que impuse hace unos años. Vuelvo a pasar por el cuarto de mi hermano y a ver su guitarra y toda clase de artilugios que ni entiendo ni aspiro a entender. Vuelve el verano.
 
Vuelvo a ir a Cañadío, la plaza que nos vio crecer y vuelvo al chino a comprar el peor alcohol posible. Vuelvo a saludarle como si el tiempo no hubiese pasado. Vuelvo a un bar de mala muerte a pedir eso que llaman “cachi” y me vuelven a llamar pijo al pedir una ginebra decente. Vuelvo a invitar a copas, a tabaco y a chupitos al primero que me encuentro. Vuelvo a entonar el “For auld lang syne”. Vuelvo a ver aquella farola en Cañadío, ganada por la tradición y vuelvo a ver que de nuevo algún grupo se me ha adelantado. Vuelvo a pensar que las nuevas generaciones vienen pisando fuerte. Vuelvo a pensar que no entiendo a aquellos que beben en las escaleras de la Iglesia. Vuelven a meterse con mi barba.
 
Vuelvo a “animarme” con mi ginebra y mi “cachi” y vuelven a decirme que antes era más disimulado. Vuelvo a decir que no voy a salir, que voy a dar una vuelta. Vuelven a darme las cuatro dando la brasa a unos y a otros. Vuelvo a escuchar “eres un chapas, vámonos a BNS” y vuelvo a escuchar la pregunta “¿has triunfado?”. Vuelvo a decir que no. Vuelvo a pelearme por un taxi como un tigre se pelea por su comida. Vuelvo a hablar con el taxista de las corruptelas de Pernia y de que me voy haciendo viejo. Vuelve mi hermano a preguntarle a las niñas quién de los dos es el hermano guapo. Vuelve a imponerse. Vuelvo a pensar que ya veremos quien ríe el último. Vuelvo a entonar Turnedo mirando la playa.
 
Vuelvo a arruinarme en BNS. Vuelvo a pedir un rescate a mi hermano pequeño por no poder volver a casa en taxi. Vuelvo a no encontrarle y a tener que volver andando. Vuelven a decirme cómo no he podido ver a un hermano de dos metros. Vuelvo a no poder entender el motivo. Vuelvo a cenar al volver. Vuelvo a jurarme que no pienso seguir un mes con este plan. Vuelvo a mentir. Vuelvo a coger un taxi con un desconocido. Vuelve a hacerse íntimo mío. Vuelve mi padre a merodear por mi cuarto en busca de cualquier prueba que le haga demostrar que volví “con copas”. Vuelve a inventarse que la posición en que deje las llaves es prueba de ello. Vuelve a reírse para sí mismo. Vuelve a decirme que mi hermano es un tío mucho más tranquilo que yo. Vuelve mi hermano a celebrar su segunda victoria en menos de veinticuatro horas. Vuelve mi madre a gritar: “¡Jesús, María y José!” cuando comprueba que me dormí “echando el ancla” y viendo como la noche anterior vi el pijama como prenda prescindible.
 
Vuelvo a creer que me han robado. Vuelvo a escribir a Nacho que desde Asturias me da su perspectiva de su noche y yo de la mía. Vuelvo a escuchar un “como estamos macho” por parte suya y por parte mía. Vuelvo a mandarle una foto de la última tarta de queso que he ingerido. Vuelvo a repetirle a Young que tiene que venir a Santander. Vuelve a decirme que cuando yo le invite.
 
Vuelvo a tomar el aperitivo en el Rhin. Vuelvo a tomarme un helado de Regma para curar la resaca. Vuelven a reírse de mí por ser de jaspeado escocés. Vuelvo a pensar que algún día haré un club de gourmets que sólo toman helado de jaspeado escocés. Vuelvo a poner a mi abuela como ejemplo de que la virtud puede combinarse con la afición por el jaspeado escocés. Vuelvo a encontrarme a mis tíos que me increpan llevar por la mala vida a sus hijos. Vuelvo a ir a la playa con camisa. Vuelvo a dormir siestas eternas. Vuelvo a correr por el Faro. Vuelvo a mandar fotos a mis amigos insistiendo en la superioridad del Norte frente al Sur. Vuelvo a discutir con esos rezagados que no salen todos los días.