El diccionario de la Real Academia Española define
el lenguaje como un “conjunto de sonidos articulados con que el hombre
manifiesta lo que piensa o siente”. No cabe duda de que el español cumple su
cometido. Tal como señala Florentino Paredes García, profesor del departamento
de filología de la Universidad de Alcalá de Henares, el español “nos sirve a
todos para comunicarnos, y nos sirve adecuadamente”. Pero, ¿hablamos todos un
español correcto? “No podemos decir que es descuidado”, apunta Paredes, “pero, como
todas las cosas, es susceptible de mejora”.
Con la idea de ayudar a los hispanohablantes a
escribir y hablar correctamente el español, el Instituto Cervantes ha impulsado
la elaboración de El libro del español correcto (Espasa), un manual que
pretende definir cómo debe ser el español de la norma culta. El profesor
Paredes ha coordinado su edición y ha atendido a El Confidencial para
explicarnos cuáles son los errores que cometemos con más frecuencia en el
lenguaje hablado y escrito. Errores que, como señala el filólogo, “son muy
comunes y tienen mucha visibilidad, pues aparecen en los medios de comunicación
y las escuelas”, instituciones que deberían servir como referencia, pero
incurren en numerosas faltas que acaban extendiéndose entre toda la población.
Lo cierto es que el lenguaje está evolucionando más
rápido que nunca, y lo que hoy no es correcto puede serlo mañana. Esto de por
sí no es necesariamente malo, pero hay determinados usos que deberían evitarse,
pues llevan al idioma a empobrecerse y perder matices que son útiles en nuestro
día a día. En opinión de Paredes, “el español que quiera hablar correctamente
tiene que conocer la norma, la convención, aunque después decida saltársela”. Y
hay errores que un hablante culto debería evitar a toda costa. Estos son los
diez que, según Paredes, están más extendidos y son más relevantes.
1. Ambigüedad
Para Paredes la ambigüedad es uno de los errores
más graves que cometemos en el lenguaje hablado y escrito. Se da cuando “no
expresamos con claridad lo que queremos trasmitir”. Cuando hablamos, este tipo
de errores se pueden corregir en el trascurso de la propia conversación, pero
cuando escribimos es mucho más difícil evitar confusiones.
La ambigüedad puede surgir de muchas formas, por
ejemplo, cuando utilizamos incorrectamente los signos de puntuación (“lo haré
como había prometido” no es lo mismo que “lo haré, como había prometido”) o
cuando colocamos mal los complementos (“Se alquila habitación para estudiantes
de 15 metros” no es lo mismo que “se alquila habitación de 15 metros para
estudiantes”).
Otra gran fuente de ambigüedad es la tendencia
reciente a sustituir verbos por nombres. Se trata de un error que comete la
prensa de manera habitual, con expresiones del tipo “la elección del nuevo
ministro”, que, según explica Paredes, “no sabemos bien a qué se refieren”.
2. Pobreza léxica
Paredes asegura que el uso de “palabras insípidas”
está muy extendido y hace que el idioma se empobrezca. Quizás por comodidad, se
abusa de verbos como “hacer”, “dar” o “decir”, que son demasiado simples. No es
lo mismo “dar lástima” que “inspirar lástima”, ni “dar golpes” que “propinar
golpes”.
Ocurre lo mismo con determinados adjetivos como
“bueno”, que se usa para todo, y con fórmulas cansinas del tipo “antiguas
pesetas”, “apretada agenda” o “cómodos plazos”, construcciones que quizás eran
acertadas el día que se inventaron, pero que han acabado convirtiéndose en
lugares comunes, que es preferible evitar.
3. Tender a utilizar palabras muy largas
“Parece que usar palabras largas es mejor”, comenta
Paredes, “pero no es cierto. Tenemos que aprender a reducir los textos usando
palabras más breves”. En opinión del profesor, abusamos con frecuencia de los
archisílabos, utilizando palabras como “incondicionalidad”, y usamos
construcciones rimbombantes que no aportan nada, como cuando decimos “en el día
de hoy”, en vez de limitarnos a usar “hoy”, que dice exactamente lo mismo.
4. Errores de puntuación
Paredes es claro al respecto: “Son innumerables los
textos mal puntuados, y en Internet son legión”. El profesor reconoce que “es
difícil puntuar bien”, pero insiste en que debemos hacer un esfuerzo por
hacerlo correctamente. Los signos de puntuación son decisivos para dar sentido
al lenguaje escrito, pues sirven para aclarar lo que queremos decir. No es lo
mismo escribir “si necesitas algo pídemelo por favor” que “si necesitas algo
pídemelo, por favor”.
“La gente cree que la puntuación tiene muy poca
importancia, pero no es verdad”, señala Paredes. El profesor lamenta, además,
el arrinconamiento del punto y coma, un signo que da riqueza al idioma, pero se
usa cada vez menos, quizás por la influencia del inglés. “Pasa lo mismo con la
apertura de la interrogación”, comenta Paredes, “es un aspecto distintivo del
español que merece la pena seguir utilizando”.
5. Errores de entonación
Los errores en la entonación se cometen cuando, en
el lenguaje hablado, acentuamos una palabra en una sílaba inapropiada. “A
veces, como intento por destacar”, señala Paredes, “se pronuncian palabras
átonas como tónicas. No se intenta remarcar nada, sino entonar distinto solo
por el afán de ser distinto, o pretender ser distinto. La entonación tiene una
función clarísima, contribuir a la interpretación de la oración, de las ideas
que queremos trasmitir. Si cambiamos la entonación, y ponemos acentos donde no
corresponde, el que nos escucha tendrá más dificultad para entender lo que
decimos”.
6. Errores de sintaxis
Los errores de sintaxis más comunes tienen que ver
con el uso incorrecto de las preposiciones. Tal como señala Paredes, muchos
verbos deben ir acompañados obligatoriamente de una preposición concreta, y
cambiarla por otra lleva a que realicemos una construcción inadecuada. Los
fallos más comunes son el dequeísmo y el queísmo, que se comenten cuando
utilizamos la preposición “de” antes de “que” cuando no se necesita, o la
eliminamos cuando sí es necesaria.
7. Impropiedades del lenguaje
Para Paredes este es un “problema serio”, pues se
trata de uno de los errores más extendidos y menos conocidos por la población
general. Se da cuando utilizamos una palabra dándole un significado que no le
corresponde. La realidad es que, como apunta Paredes, “solo tenemos una idea
aproximada de lo que quiere decir una palabra, y no conocemos el significado
exacto”. Esto ha conducido a que algunas palabras hayan perdido su significado
original. Es el caso de “incidente”, que sólo debería utilizarse para referirse
a una pelea o una riña, pero se usa para referirse a cualquier contratiempo, o
“inaudito”, que se usa como sinónimo de “insólito”, pero, en realidad, se
refiere a algo “nunca oído” o “monstruoso”.
Este error es una fuente constante de discusiones
entre filólogos y lingüistas. Al fin y al cabo, ¿quién decide lo que significa
cada palabra? Las palabras evolucionan con el tiempo, y con ellas su
significado. Al final son los hablantes los que acaban imponiendo uno u otro
significado, en función del uso que le dan a cada palabra. ¿Cuándo se convierte
en norma lo que se usa de manera global? Paredes es tajante: “Cuando lo recoge
el diccionario, que es el instrumento que nos hemos dado para ratificar la
validez de algo”.
8. Extranjerismos inapropiados
La influencia del inglés, ya sea, como señala
Paredes, “por desidia o por malas traducciones”, ha hecho que cambie el
significado de muchas palabras españolas, que usamos para expresar lo que dice
una palabra inglesa parecida. Es el caso de la palabra “bizarro”, que en
español significa “valiente” o “generoso”, pero se está empezando a utilizar
como sustituta de la palabra inglesa “bizarre”, que quiere decir “extraño” o
“estrafalario”.
Otro error derivado de la enorme influencia que
tiene el inglés sobre los hispanohablantes, tiene que ver con la tendencia a
usar términos extranjeros cuando tenemos alternativas en español, correctas,
válidas y que dicen exactamente lo mismo. No todos los extranjerismos son
incorrectos. Palabras como “robot” se han introducido en el español porque no
existía ninguna palabra en nuestro idioma con el mismo significado. Pero hay
otros extranjerismos que, tal como señala Paredes, “se usan por esnobismo”, y
no hacen más que dificultar el uso del español. ¿Por qué hablar de “fast food”
si podemos decir “comida rápida”? ¿Por qué decir “link”, si podemos decir
“vínculo” o “enlace”?
9. Errores verbales
Ocurren cuando usamos el infinitivo con valor de
imperativo (no se dice “salir de aquí”, sino “salid de aquí”), o cuando
construimos oraciones sin conjugar los verbos, un error muy habitual, que lleva
a expresiones incorrectas como “Además, decir que…”. Se trata de una falta que
se está extendiendo mucho. Tal como señala Paredes, “es obligatorio el uso del
verbo en forma conjugada siempre que se trate de una oración completa”. El
infinitivo solo se admite en formas muy concretas como “no fumar”.
También existe una tendencia a eliminar las formas
subjuntivas, de nuevo por influencia del inglés, dando pie a construcciones
incorrectas como “no puedo creer que es verdad”, cuando se debería decir “no
puedo creer que sea verdad”. El filólogo insiste en la gravedad de estos errores,
pues “pueden llegar a modificar la estructura interna del español”.
10. Redundancias
Se trata de un error muy común que cometemos cuando
utilizamos dos palabras cuyos significados son repetitivos. No es correcto usar
expresiones como “el colofón final” o “beber líquidos”, pues un colofón siempre
es final y solo podemos beber líquidos. Paredes cree que “son detalles sutiles
de significado pero que se repiten constantemente, haciendo que los textos sean
muy farragosos”.