Querido
"Papá":
No
sé cuál es tu nombre, pero Kate te llamó "papá" durante todo el vuelo
la semana pasada y tú, amablemente, no la corregiste. De hecho, ni siquiera te
sentiste extrañado, pues probablemente te diste cuenta de que no es que la niña
te estuviera confundiendo con su propio "papá", sino que consideraba
que tú le proporcionabas una sensación de "seguridad". Si ella te
llama "papá", es porque todo va bien.
Senté
a Kate, mi hija de tres años, que tiene autismo, en el asiendo del medio,
sabiendo perfectamente que un desconocido estaría sentado a su lado durante
todo el viaje. Tenía que tomar una decisión rápida, pero como conozco su
obsesión con subir y bajar las persianas de las ventanillas, pensé que estaría
más distraída si se sentaba en el medio. Cuando vi que todo el equipo de
baloncesto Temple Owls subía al avión, me pregunté qué pasaría si uno de esos
gigantes se sentara al lado de Kate. Pero todos se fueron para el fondo. A ella
le hubiese gustado, habría hecho algunas observaciones que yo habría tenido que
explicar, pero seguro que le habrían llamado la atención esos jugadores.
También vi a muchas mujeres mayores a bordo, y quise que una de ellas se
sentara con nosotras, pero siguieron para adelante. Por un momento, pensé que
nadie se sentaría a nuestro lado, pero entonces tú viniste y te sentaste con tu
maletín y tus importantes documentos, y tuve la visión de Kate vertiendo su
agua sobre tus contratos multimillonarios, las escrituras de una casa, o lo que
fueran. En el momento en que te sentaste, Kate te tocó el brazo. Tu chaqueta
era suave y a ella le gustó el tacto. Entonces le sonreíste, y ella te dijo:
"Hola, Papá, esta es mi mamá". Y ya no te dejó tranquilo.
Tú
podrías haberte removido incómodo en tu asiento. La podrías haber ignorado. Me
podrías haber lanzado esa "sonrisa" que odio, porque significa "ocúpate
de tu niña, por favor". Pero no hiciste ninguna de estas cosas. Entablaste
una conversación con Kate y le preguntaste por sus tortugas. Ella nunca te
contestó realmente, pero estaba tan encantada contigo que mantuvo el contacto
visual y se concentró en lo que le preguntabas. Yo miraba y sonreía. Le dije
unas cuantas cosas para distraerla, pero a ti no te importaba seguir pendiente
de ella.
Kate:
(Al darse cuenta de que tenías un iPad) ¿Esa cosa es de Papá?
Tú:
Es mi iPad. ¿Quieres verlo?
Kate:
¿¿¿¿¿Para mí????? (Ella pensaba que se lo estabas regalando)
Yo:
Solo míralo, Kate. No es tuyo.
Kate:
¡Qué monito!
Tú:
(Viendo que Kate también tenía un iPad) A mí también me gusta tu ordenador. La
funda violeta es muy chula.
Kate:
¿Papá quiere ser el malo? (Entonces te ofreció su juguete de las Tortugas
Ninja. ¡Eso sí que es una muestra de adoración!)
Tú:
¡Qué guay!
La
interacción siguió y siguió y tú no parecías molesto. Te concedió algún momento
de tranquilidad mientras jugaba con sus muñecas Anna y Elsa. Un gesto muy
considerado por su parte, el librarte de jugar con sus Barbies; aunque seguro
que a ti no te hubiera importado. Estoy segura de que tú también tienes hijas
pequeñas.
Poco
antes de que aterrizáramos, Kate llegó a su límite. Gritó para que le
desabrocháramos el cinturón de seguridad, me gritó pidiéndome que abrieran las
puertas del avión y se puso a llorar sin dejar de repetir "Avión
cerrado", una y otra vez. Tú intentaste que volviera a centrarse en sus
juguetes. Su mente ya se había alejado de todas esas cosas, pero el hecho de
que intentaras ayudar a tu pequeña nueva amiga me emocionó.
Por
si acaso te quedaste preocupado, te aseguro que la niña se tranquilizó nada más
bajar del avión. Gracias por dejarnos bajar antes que tú. Ella se había
agobiado, pero lo único que necesitaba era escapar del avión y un buen abrazo.
Por
todo esto, muchas gracias. Gracias por no hacerme repetir esas horribles frases
de disculpa que siempre me veo obligada a decir en público. Gracias por
entretener a Kate y conseguir que este fuera, con todo, su viaje más tranquilo
hasta el momento. Gracias por dejar de lado tus papeles y ponerte a jugar con
la niña.
Shanell Mouland (Madre, profesora y escritora)