Levanta la cabeza del móvil y deja de leer esto un segundo.
Sólo un momento. Va a ser sólo un momento. Hazlo. ¿Qué ves? Seguramente, si
estás acompañado, a tu alrededor el resto de seres humanos también estén
mirando una pantalla entre sus manos y ni siquiera se estén dando cuenta de que
tú ya no.
Bendecimos y maldecimos la tecnología unas veinte veces al
día. Es así, en 2016 las redes sociales y los teléfonos inteligentes ya son una
realidad para casi todos. Ya no se te ocurre escribir una carta, ni dejar una
notita ni llamar por teléfono a casa de tu amiga para quedar. Eran buenos
tiempos aquellos en los que sabías que te lo iban a coger sus padres. Que ibas
a tener que llamar a tu colega por su nombre real y no por cualquiera que fuese
el mote por el que le llamabas en ese intenso y hasta arriba de hormonas
momento vital. Eso ya no pasa. Ahora, escribes mensajes de Whatsapp llenos de
iconos hasta a tu jefe. Ves la cara del bebé recién nacido de tu primo en una
foto en Facebook. Te enteras de que han declarado la Tercera Guerra Mundial en
Twitter porque es Trending Topic el hashtag. La vida misma.
De tarde en tarde, se cuelan en las noticias un montón de
expertos que aseguran que la tecnología nos vuelve asociales. Que la gente ya
no habla. Que no se cena en familia. Que ya nadie escribe cartas de amor porque
ahora los chavales intercambian fotos de sus genitales. El fin del mundo,
probablemente… O no.
Tu padre te increpa cada vez que te ve atontado, sonriendo a
una pantalla. Sin entender que a quien sonríes es a quien está al otro lado del
teléfono móvil. Ya no haces caso a nadie, dice. El asunto es que ahora haces
caso a la gente que realmente te interesa, piensas tú. Aunque te quede lejos en
el espacio.
¿Hablar? Hablas por mensajes, pero quizá hablas más que
nunca. Qué pereza aquello de quedarse sin saldo. Los SMS malditos, donde nunca
cabía nada interesante. Ahora puedes expresarte con cientos de caracteres
libres y gratuitos y un par de centenares de iconos. ¿Cómo vivías antes del
icono de la berenjena? Nosotros tampoco podemos entenderlo. Ahora, de hecho,
hablas de tus cosas cuando quieres y con quieres. Lees lo que más te interesa o
te entretienes con jueguecitos chorras ambientados en el País de la Gominola
mientras llega tu autobús.
¿Realmente te ha hecho el Whatsapp menos social o ahora simplemente
tienes más recursos para no contestar al teléfono? ¿De verdad has dejado de
hablar con gente que te interesaba o te has dado cuenta de que te interesa
mucha más gente que no conocías? Total, las caras mirando pantallas de móvil en
el metro antes miraban periódicos. Libros, iPods. La gente no quiere mirar a la
cara a desconocidos bajo tierra, prefiere seguir a sus cosas. También dijeron
que la radio, los libros de bolsillo, la tele, los transistores o el walkman
iban a acabar con la sociedad en algún momento. La gente iba a dejar de
tratarse entre sí, las personas se aislarían más y más y más y sobrevendría el
apocalipsis. Claro.
Pero reconócelo, tú tampoco hablabas cara a cara antes de
las nuevas tecnologías y de la era de los medios digitales. Tampoco hacías caso
a tu padre. Y desde luego que tampoco hubieras ido a visitar al bebé de tu
primo. Dejaste de hablar con esa amiga tuya porque no os entendisteis, no
volvisteis a hablaros ni a miraros nunca más por cerca que estuvieseis, el
block definitivo de la vida real. También te dejaron plantada con muchos menos
caracteres de los que contiene un tuit y al fin y al cabo, que alguien corte
contigo por mensaje tampoco está tan mal si tienes en cuenta que no puede verte
la cara de desolación ni los ojos llorosos y que te quita toda posibilidad de
perseguirle por la calle diciendo que vas a cambiar.
No, el Whatsapp no te ha hecho menos social. Sólo te ha
hecho mucho más fácil ser el antisocial que siempre has sido. Vuelve a mirar
fuera de la pantalla si necesitas confirmación. La vida sigue. Y tú todavía
tienes notificaciones sin leer.
Adriana Andolini
Escritora de cosas en general. No suelo cambiar de opinión,
pero puedes intentarlo con dulces. Demasiado graciosa como para ser ninguna
otra cosa en la vida. Redactora, guionista, copywriter, creative writer y lo
todo el writing que surja.
Leído en: http://seiyumagazine.com/hemos-terminado-leido-a-las-1744h/