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lunes, 18 de enero de 2016

Hemos terminado. Leído a las 17:44 h.

Levanta la cabeza del móvil y deja de leer esto un segundo. Sólo un momento. Va a ser sólo un momento. Hazlo. ¿Qué ves? Seguramente, si estás acompañado, a tu alrededor el resto de seres humanos también estén mirando una pantalla entre sus manos y ni siquiera se estén dando cuenta de que tú ya no.

Bendecimos y maldecimos la tecnología unas veinte veces al día. Es así, en 2016 las redes sociales y los teléfonos inteligentes ya son una realidad para casi todos. Ya no se te ocurre escribir una carta, ni dejar una notita ni llamar por teléfono a casa de tu amiga para quedar. Eran buenos tiempos aquellos en los que sabías que te lo iban a coger sus padres. Que ibas a tener que llamar a tu colega por su nombre real y no por cualquiera que fuese el mote por el que le llamabas en ese intenso y hasta arriba de hormonas momento vital. Eso ya no pasa. Ahora, escribes mensajes de Whatsapp llenos de iconos hasta a tu jefe. Ves la cara del bebé recién nacido de tu primo en una foto en Facebook. Te enteras de que han declarado la Tercera Guerra Mundial en Twitter porque es Trending Topic el hashtag. La vida misma.

De tarde en tarde, se cuelan en las noticias un montón de expertos que aseguran que la tecnología nos vuelve asociales. Que la gente ya no habla. Que no se cena en familia. Que ya nadie escribe cartas de amor porque ahora los chavales intercambian fotos de sus genitales. El fin del mundo, probablemente… O no.

Tu padre te increpa cada vez que te ve atontado, sonriendo a una pantalla. Sin entender que a quien sonríes es a quien está al otro lado del teléfono móvil. Ya no haces caso a nadie, dice. El asunto es que ahora haces caso a la gente que realmente te interesa, piensas tú. Aunque te quede lejos en el espacio.

¿Hablar? Hablas por mensajes, pero quizá hablas más que nunca. Qué pereza aquello de quedarse sin saldo. Los SMS malditos, donde nunca cabía nada interesante. Ahora puedes expresarte con cientos de caracteres libres y gratuitos y un par de centenares de iconos. ¿Cómo vivías antes del icono de la berenjena? Nosotros tampoco podemos entenderlo. Ahora, de hecho, hablas de tus cosas cuando quieres y con quieres. Lees lo que más te interesa o te entretienes con jueguecitos chorras ambientados en el País de la Gominola mientras llega tu autobús.

¿Realmente te ha hecho el Whatsapp menos social o ahora simplemente tienes más recursos para no contestar al teléfono? ¿De verdad has dejado de hablar con gente que te interesaba o te has dado cuenta de que te interesa mucha más gente que no conocías? Total, las caras mirando pantallas de móvil en el metro antes miraban periódicos. Libros, iPods. La gente no quiere mirar a la cara a desconocidos bajo tierra, prefiere seguir a sus cosas. También dijeron que la radio, los libros de bolsillo, la tele, los transistores o el walkman iban a acabar con la sociedad en algún momento. La gente iba a dejar de tratarse entre sí, las personas se aislarían más y más y más y sobrevendría el apocalipsis. Claro.

Pero reconócelo, tú tampoco hablabas cara a cara antes de las nuevas tecnologías y de la era de los medios digitales. Tampoco hacías caso a tu padre. Y desde luego que tampoco hubieras ido a visitar al bebé de tu primo. Dejaste de hablar con esa amiga tuya porque no os entendisteis, no volvisteis a hablaros ni a miraros nunca más por cerca que estuvieseis, el block definitivo de la vida real. También te dejaron plantada con muchos menos caracteres de los que contiene un tuit y al fin y al cabo, que alguien corte contigo por mensaje tampoco está tan mal si tienes en cuenta que no puede verte la cara de desolación ni los ojos llorosos y que te quita toda posibilidad de perseguirle por la calle diciendo que vas a cambiar.

No, el Whatsapp no te ha hecho menos social. Sólo te ha hecho mucho más fácil ser el antisocial que siempre has sido. Vuelve a mirar fuera de la pantalla si necesitas confirmación. La vida sigue. Y tú todavía tienes notificaciones sin leer.


Adriana Andolini
Escritora de cosas en general. No suelo cambiar de opinión, pero puedes intentarlo con dulces. Demasiado graciosa como para ser ninguna otra cosa en la vida. Redactora, guionista, copywriter, creative writer y lo todo el writing que surja.


Leído en: http://seiyumagazine.com/hemos-terminado-leido-a-las-1744h/