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viernes, 7 de febrero de 2014

Panfleto por la cultura

Hoy me temo que éste blog tiene un tono más panfletario que analítico. Se aproxima mas al exabrupto que al razonamiento sosegado, al desahogo personal que a la observación. Nadie es perfecto.
El compañero Montoro, por ejemplo, sigue manifestando su punto juvenil, es decir, de inmadurez, con esa torpe manía de amenazar o prometer y no dar. Su última ocurrencia ha sido la de dejar caer que se está estudiando una bajada del IVA cultural que podría ser del 21% al 10%. Valga el decir en primer lugar que de dejarlo en un 10% habrán subido dos puntos porcentuales el mencionado impuesto sin dar explicaciones y tras haber dejado, eso sí, el panorama como un sembrado. A la sospecha de que la disparatada subida inicial era una venganza por el "No a la guerra" de hace años habría que añadir el tradicional desprecio del Poder, de cualquier Poder, por la cultura, asumido como tienen los partidos políticos mayoritarios su pleitesía ante el dios dinero. Lo que monetariamente no es rentable, no existe. Así, sin mas.
Y si ya es lamentable que del concepto de "la cultura" se haya pasado al de "la industria cultural", despojándola de su capacidad crítica e integrándola en unas leyes de mercado injustas e innecesarias para valorarla, mas lo es que buena parte de sus hipotéticos protagonistas aceptaran de buen grado esa falacia de que lo que no vende no es bueno. Creerse el rey del mambo porque su obra está en el número 1 de las ventas es rebajar la calidad musical del mambo y confundir el tocino con la velocidad. Un dato: Israel López, Cachao, que con su hermano Orestes fueron los creadores del género musical, estuvo tocando en bodas y bautizos una parte considerable de su vida. Y en el ámbito de la literatura conviene recordar que extraordinarios estilistas como Juan Benet, Juan García Hortelano, Llorenç Vilallonga o Rafael Sánchez Ferlosio, entre otros muchos, apenas vislumbraron en sus carreras ninguna lista de los top-ten.
Que el registrador de la propiedad en excedencia no haya asistido en sus dos largos años de legislatura a ningún certamen cinematográfico o a una sola función de teatro ni, por supuesto, a ninguno de los importantes festivales que se producen en España (como recordó en su momento y públicamente El Brujo), aunque sí es capaz de hacer un gasto considerable a los presupuestos generales para asistir a un partido internacional de fútbol, es ya todo un gesto. Que su Gobierno decidiera subir del 8 al 21% el IVA cultural es una declaración programática: la codicia recaudatoria es lo primero y si, además, se hiere de muerte a esos mindundis de la zeja, pues miel sobre hojuelas. Para ello se nombra a un cínico bregado en mil batallas al frente de Cultura, se prometen desgravaciones fiscales que nunca llegan, o una ley del Mecenazgo etérea y se la da un coche oficial a cambio de llevarse todos los sopapos.
Este Gobierno no sólo ha empobrecido económicamente a la inmensa mayoría de los ciudadanos con unas leyes y reformas que sólo persiguen agrandar las diferencias sociales, es que esa mentalidad de opositores (registradores de la propiedad, abogados del Estado, etc) es, probablemente, el síntoma mas claro del adocenamiento mental. No hay más que escuchar a la Cospedal hablar en público, o a la vicepresidenta, para comprender que sin memorizar un temario no son nada. No digamos ya al registrador del propiedad y su pánico a enfrentarse a una rueda prensa tradicional. Sin el telepronter es menos que cero. Han hecho tantos esfuerzos para sacar adelante la oposición que desde entonces no han vuelto a ejercitar la materia gris. Y eso influye en la nomeclatura, en los diputados y, finalmente, en la ciudadanía.
Esa indolencia mental entremezclada con una labrada y compartida impunidad gremial han desembocado en esta clase política, empresarial y financiera impresentables y corruptas. Esa mezcla de desidia y sentirse intocables explica, por ejemplo, ese mirar para otro lado de la cúpula socialista andaluza con los ERE, o que los genoveses se repartieran la tarta de las concesiones con individuos como Méndez Pozo, Correa o El Bigotes, o que el yerno del Rey creyera, con razón, que esto es Jauja, o que la UGT esté desparecida con tanto bolso falso de piel, pero también explica, o coadyuva a entender, que un libro de Belén Esteban esté en la cresta de la ola, que consideren que Calatrava es un genio, que no dimita ni dios, que cuando se encarcela a un banquero el que se sienta en el banquillo es el juez que lo encarceló, que existan presidentes de Comunidad que se venden por unos pantalones o cuatro noches de hotel de lujo -siempre hay descerebrados totales, incluso entre los corruptos-, que los que hundieron el tinglado se sigan sentando en consejos de administración, que le tapen las vergüenzas y los posibles delitos a tipos como Billy el Niño o que se arrodillen ante los representantes del Vaticano, ese Estado que encubre a los pederastas como lo acaba de recordar la ONU.
Nada ocurre porque sí. En ese caldo de cultivo de pereza, de servilismo al poderoso y de haber borrado hace tiempo la frontera económica entre lo público y lo privado es en donde surgen actitudes como las de Sacyr y su bochornosa aportación a la Marca España, actuación de la que aún no sabemos cuánto va a costar a la ciudadanía la picaresca del constructor, o la de empresarios como Díaz Ferrán, es ahí en donde prevalece la ideación y planificación de una estafa como las preferentes antes que una gestión honesta e inteligente de una entidad financiera, o donde se construyen autopistas radiales inservibles o aeropuertos sin uso pero con abuso. Y sí, es en esta España de Sicavs y amnistías fiscales, de depauperación de la mayoría y áticos y fincas en Marbella o Guadalmina, donde hay que acabar con todo aquello que despierte e incentive la capacidad crítica y muy especialmente con la cultura.
 
Ángel Sánchez Harguindey para El País