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viernes, 31 de enero de 2014

La crisis en los Aeropuertos

La crisis sigue sin afectar a nuestros políticos, aunque algunos se revelan y lo denuncian. Eduardo Zorrilla, Portavoz de IU en el Ayuntamiento de Málaga, según una exclusiva del medio digital REVISTAELOBSERVADOR le devuelve al ex-director de RRHH de Navegación Aérea, Salvador Merino, en la "época oscura" de la militarización de los controladores españoles, y hoy director del Aeropuerto de Málaga (supongo que será un puesto político al ser AENA una empresa pública), una tarjeta VIP Oro, y por coherencia con semejante "privilegio", el concejal le envía al Sr. Merino una Carta al Director del medio, abierta, de esas que pueden hacer que algún ciudadano vuelva a atisbar un halo de esperanza sobre nuestra clase política. Coherencia simbólica en estado puro.
ESTIMADO D. Salvador Merino, director del Aeropuerto de Málaga-Costa del Sol:
A principios de este mes me envió usted por vía postal la “tarjeta VIP ORO” del Aeropuerto de Málaga. La verdad es que no sé muy bien por qué lo hizo. En la carta que la acompañaba me explicaba “el  privilegio” que suponía poder disfrutar “de manera gratuita” de las salas VIP del aeropuerto, y que su objetivo era hacer “más cómoda y agradable” mi estancia en el mismo, pero no me explicaba por qué me otorgaba usted ese “privilegio” que yo en ningún momento le había pedido.
 
COMO en vez de a mi domicilio me la enviaba a mi oficina del Ayuntamiento, y bajo mi nombre especificaba que soy portavoz de IZQUIERDA UNIDA en el Ayuntamiento de Málaga, supongo que la concesión de este “privilegio” es una cosa que hacen “motu propio” a algunos cargos políticos, ¿sólo políticos?, de la provincia. ¿A quiénes? ¿A todos los Alcaldes? ¿A los portavoces de todos los grupos? Le aseguro que siento curiosidad, y como el Aeropuerto no es suyo, sino de la empresa todavía pública AENA, ya le he pedido a nuestro Diputado Alberto Garzón que pregunte al Ministerio de Fomento a quiénes está concediendo esa empresa pública ese o cualquier otro privilegio, quién lo decide y qué criterios usa.
 
EN realidad tengo que confesarle que, antes de que me concediese esa tarjeta, yo ya había visitado una vez esa bonita sala VIP. Fue el año pasado, me “colaron” unas trabajadoras del aeropuerto que iban a ser despedidas por sus recortes, y su objetivo no era “hacer más cómoda y agradable mi estancia allí” sino mostrarme la suntuosa decoración que le habían puesto ustedes cuando la reformaron. Las trabajadoras querían que comprendiese su indignación con que el aeropuerto dijese no tener presupuesto para abrir todos los días un puesto de información (motivo por el que las mandaban ustedes a la calle), pero sí tenía presupuesto para revestir de mármol y maderas nobles, no una sala VIP, ¡sino tres! Le aseguro que  comprendí y compartí su indignación.
 
AENA ha establecido una red de salas VIP por el aeropuerto totalmente sobredimensionada para el número de autoridades que visita la ciudad: una nueva sala de 1.600 m2 en la T3, dividida en dos plantas, de forma que se puede atender simultáneamente a varias autoridades al mismo tiempo, con una sala de prensa propia, cuando en la T2 ya hay habilitada una; una “Terminal de Autoridades” situada entre la fábrica de San Miguel y la T1, ahora mismo en desuso, coloquialmente denominada Pabellón de Estado,  que es un edificio en sí mismo y está dedicada fundamentalmente a Jefes de Estado: tiene tres salas de autoridades en su interior, una sala de prensa-conferencias propias, un despacho, un patio interior y está dotada con una suntuosa decoración. La tercera sala, también nueva, es de Aviación General (para vuelos privados).
 
QUIZÁS es por eso que me ha enviado usted la tarjeta VIP. Debe ser un tanto incómodo haber gastado un montón de millones de dinero público en llenar el Aeropuerto de salas VIP´s y ver que apenas hay cuatro gatos disfrutando sus confortables asientos de diseño italiano.
 
SUPONGO que le sentará mal que en los continuos conflictos laborales que azotan el aeropuerto desde que usted lo dirige, se le recuerden estos gastos absurdos que contrastan con los continuos atropellos laborales, que han sufrido prácticamente todos los sectores que trabajan en el Aeropuerto de Málaga: Los puntos de información de las Chaquetas verdes, atención en tierra, los de carritos de equipaje, los que llevan las pasarelas, los de mantenimiento etc, etc, etc.
 
EN el tiempo que lleva usted dirigiendo el Aeropuerto era difícil encontrar un día en el que dentro del mismo no se estuviese produciendo una huelga, una manifestación, una concentración, etc. Y eso que usted no lo ponía nada fácil, ya que no dudaba en usar la consideración especial en materia de seguridad que tiene un aeropuerto para asediar con policías a los trabajadores y trabajadoras que protestan en las instalaciones. Una minucia para usted, que antes de dirigir este aeropuerto, en su época de director de Recursos Humanos de AENA, no dudó, por primera vez en la historia de la democracia, en militarizar un conflicto laboral.
PARA que vea usted que soy justo, quiero destacar que no todos los trabajadores y trabajadoras del Aeropuerto de Málaga son maltratados: AENA mantiene en Málaga una estructura de 55 directivos con salarios que superan los 100.000€, además de multitud de complementos, que incluyen –en su caso - incluso una vivienda para su uso particular.
 
POR, último, me gustaría pedirle un favor, ya que creo que si usted me iba a conceder el privilegio de una tarjeta VIP quizás también pueda concederme esto: si en el Aeropuerto de Málaga-Costa del Sol vuelvan a producirse despidos, la troika no lo quiera, ya sea porque los despide usted directamente, o porque los despiden algunas de las empresas en las que tienen externalizados servicios fundamentales del aeropuerto, al menos tenga la decencia de reunirse con los trabajadores que se van a quedar en la calle, y explicarle a la cara los motivos.
 
ATENTAMENTE, Eduardo Zorrilla. Portavoz de IU en el Ayuntamiento de Málaga.

Después de leer esto, supongo que en todos los aeropuertos sucederá algo parecido... eso es otra vergüenza más de nuestros políticos que recortan en Educación, Sanidad... pero ellos se siguen otorgando privilegios, como si España fuera su cortijo.

jueves, 30 de enero de 2014

Reflexión XXIII: Sacrificio y colaboración

Una vez, un hombre se dio cuenta que no veía bien, no solo al querer leer, sino al caminar por la calle; las caras de las personas las veía borrosas, a veces, incluso se sentía mareado. Por este motivo decidió ir a un oculista. El médico le recetó un par de anteojos, que por el aumento que tenían, eran bastante pesados.
 
Al poco tiempo de usarlos, la nariz empezó a protestar. -”¡Eh, estos anteojos son muy pesados, me molestan! ¿Y por qué tengo que aguantarlos yo, si funciono bien?”
Los ojos le respondieron:- “Ten paciencia, es que no vemos bien y dependemos de ti para que sostengas los lentes”.-
 
-”No estoy de acuerdo, arréglenselas como puedan, a mí esto me molesta y no es mi culpa”- volvió a protestar la nariz.
 
-”¡No te quejes tanto, que nosotros también lo sostenemos y no armamos semejante lío!”, gritaron las orejas, cansadas de escucharla.
 
Sin embargo, la nariz no hizo caso a las razones ni súplicas de los ojos, y disimuladamente comenzó a corcovear, se movía de abajo para arriba, de un costado al otro, hasta que se movió de tal manera que los anteojos se cayeron al suelo. Claro, en ese momento el buen hombre iba caminando y al caerse los anteojos, tropezó y cayó con todo su peso hacia adelante... rompiéndose la nariz.

miércoles, 29 de enero de 2014

Dios (si existe) no hace política

Si a usted alguien le dice que la culpa de una catástrofe natural, pongamos por caso un tornado... la tienen el aborto, los homosexuales y las uniones civiles... sinceramente... ¿usted qué pensará? Que ese alguien es rematadamente imbécil, o que le falta un hervor. O las dos cosas.
Bueno, pues ese alguien existe, y no es un personaje cualquiera. Se llama Susan Attanus y es candidata republicana al Congreso por el estado de Illinois. Que uno piensa: ¿y habrá quién la vote? Pues seguro que sí, y además estará en su derecho, como ella lo tiene de pensar lo que piensa. Pero lo que ya no parece tan razonable es que pretenda llevar sus alucinadas ideas religiosas a la política. Porque política y religión deben convivir... ¡sin interferencias!- Porque no es de recibo -y resulta muy peligroso- que desde el poder político se intenten imponer creencias religiosas a la ciudadanía.
Pero precisamente algo de eso se olfatea tras la famosa reforma de la Ley del Aborto en España de la que hoy hemos sabido, por cierto, que podría -en opinión del gobierno-.... ¡¡¡ayudar a combatir la crisis!!! Y es por eso que nos ha llamado más aún la atención el caso de la política norteamericana, porque aquí no estamos aún a ese nivel...pero se palpa desde hace tiempo una ofensiva re-sa-cra-li-za-dora, ultra-conser-va-dora, casi neofranquista en algunas cosas... una ofensiva tan gorda y tan fuerte, que, sinceramente, no sabemos cómo puede terminar.
Tal vez ese nuevo partido, VOX, que pretende adelantar al PP por la derecha, contribuya a centrar a los populares. Pero si es así, que Rajoy les regale ya el proyecto de reforma de la ley del aborto tal cual está, porque algo tan retrógrado y tan machista no cuadra con una derecha que se declara de centro y civilizada.
 
Carles Francino en La Ventana de la Cadena SER

martes, 28 de enero de 2014

Un nieto gay...

Una madre echa a su hijo de casa al enterarse que es gay. Es recogido por el abuelo, que escribe una carta a su hija que no deja indiferente a nadie. Os dejo con la traducción:

 

Querida Christine,

Me has defraudado como hija. Estás en lo cierto en lo de que tenemos “una vergüenza en la familia” pero te equivocas en quién es.

Echar a Chad de tu casa solamente por que te haya dicho que es gay es la verdadera “abominación” en esto. Un padre repudiando a su hijo es lo que va “contra la naturaleza”.

Lo único inteligente que te he oído decir en todo esto es que “no criaste a tu hijo para ser gay”. Por supuesto que no lo hiciste. Él nació así y no lo eligió, igual que no eligió ser zurdo. Tú, de todas formas, has tomado la decisión de ser hiriente, cerrada de mente y retrasada. Así que, como estamos con el asunto de repudiar a nuestros hijos, creo que en este momento te diré adiós. Yo ahora tengo un fabuloso (como dicen los gays) nieto que criar y no tengo tiempo para una hija que es una zorra sin corazón.

Si encuentres la razón en tu corazón, llámanos.

Papá.

lunes, 27 de enero de 2014

Rosa Montero: No aprendemos

Todos los días se publican nuevos datos que parecen indicar que la crisis se acaba. Yo no dudo, ni quiero dudar, de que las cosas estén mejorando; y aunque esa mejoría tardará en llegar a la gente de la calle, también quiero creer que hay cierta esperanza. Pero no puedo evitar la sensación de que este arreglo es un parche; que la situación se repetirá; que no hemos cambiado; que nos estamos comportando con una estupidez tan impermeable a la realidad que resulta suicida. Por ejemplo: el presidente de Ford España dijo hace un par de meses que volveremos rápidamente a un mercado de 1,5 millones de coches, y la prensa trompeteó alegremente que el automóvil se reivindica como motor económico para salir de la crisis. ¿De verdad es eso una buena noticia? Comprendo que es un sector con muchísimos trabajadores y que, naturalmente, quieren conservar su empleo. Pero perpetuar este viejo modelo de hiperconsumo contaminante, ¿es lo que necesitamos, es lo que queremos? Da igual que en Estados Unidos se les congelen hasta las pestañas y que el asesor científico de Obama lo achaque al cambio climático; da igual que tifones y tsunamis asolen el mundo y que el delegado filipino en la Cumbre del Clima se ponga en huelga de hambre para pedir medidas contra el calentamiento global (no consiguió nada): todos seguimos cometiendo el mismo disparate desarrollista y aún lo empeoramos, como sucede con la locura del fracking, que no sólo revienta el equilibrio ecológico, sino que, además, libera ingredientes cancerígenos (cien compuestos químicos con efectos hormonales para los humanos). Por no mencionar que nadie ha pagado por la nefasta gestión económica: por ejemplo, los directivos españoles aumentaron sus salarios en 2013 un 7% pero bajaron los de sus empleados. Son los tipos que nos llevaron a la crisis y ahí siguen, medrando. No aprendemos.
Rosa Montero para El País

domingo, 26 de enero de 2014

Julia Otero: ¿Y la dignidad?

Las mujeres de Occidente hemos recorrido desde las últimas décadas del siglo pasado el camino de una revolución silenciosa y eficaz que ha conducido a leyes igualitarias y a una situación social y laboral que nuestras abuelas ni soñaron. Estamos en mitad de la travesía y es necesario parar y examinarnos, no tanto en lo público como en la esfera privada, y hacer autocrítica. Señoras, seamos valientes y sinceras: algunas no están a la altura de su responsabilidad generacional ni mucho menos al nivel exigible a personas de su capacidad, formación y poder simbólico. Veamos.

Valérie Trierweiler, 48 años, licenciada en Historia, Ciencias Políticas, máster en la Sorbona y periodista de éxito en la televisión francesa. Emparejada con el presidente de la República desde hace 13 años, lame sus heridas en la residencia oficial de Versalles tras una semana de ingreso hospitalario. La cornuda más famosa de Europa aguarda, dispuesta a perdonar, que el jefe del Estado deshoje la margarita y escoja con quién seguir acostándose. Al menos oficialmente, porque monsieur le président es el campeón de la doble vida desde que entró en la Wikipedia. ¿Por qué soporta una profesional competente, de carácter, atractiva y con capacidad para ganarse la vida una humillación planetaria de esa magnitud? ¿Es más cómoda la vida en el Elíseo, con secretarios y asistentes, que la dignidad personal en un apartamento de París? Entonces, ¿por qué lleva ese símbolo feminista como colgante al cuello con el que la hemos visto en varias fotografías? La señora Chirac o madame Mitterrand (o la Reina de España) pertenecieron a un mundo en el que la historia les reservó el papel de comparsa, resignación y disimulo. Por cuna o por cama, las generaciones anteriores no podían escoger. «No voy a ser un florero», dijo Valérie tras las elecciones presidenciales. Eso hubiera sido el mal menor. Su dignidad es la que hoy languidece en el florero.
 
Sigamos: Anne Sinclair, nieta del marchante de Picasso, millonaria, inteligente, guapa, con formación exquisita, novia de Francia durante años, abogada, poseedora de todos los premios de comunicación, la periodista con más prestigio y solvencia de la televisión francesa. Soportó durante años seguir casada con un depredador sexual como Dominique Strauss-Kahn, que no contento con las orgías pagadas tuvo que abalanzarse sobre una pobre asistenta de hotel. Anne abandonó su brillante carrera por un sátiro, y cuando el mundo entero ya sabía de los estragos de su bragueta, Sinclair siguió a su lado, perdiéndose el respeto a sí misma y a varias generaciones de mujeres luchadoras, entre las que erróneamente la incluimos. Podríamos seguir con Hillary Clinton y los restos orgánicos de su marido esparcidos en un vestido azul.

Me importa un pimiento la vida privada de las personas públicas, pero es insoportable tal falta de amor propio. Qué ejemplo, señoras.
 
Julia Otero para Elperiodico.com (Al contrataque)
https://www.facebook.com/juliaoterosomossom/posts/700447033333965:0

Después de publicar este blog, leo en El País que Valérie Trierweiler y el presidente de Francia se han separado... la dignidad triunfó. 

sábado, 25 de enero de 2014

Soy lo prohibido

Dame un poquito de lo tuyo,
de lo mío,
de lo que mañana ya no será nuestro.
Porque las sumas
se derriten en nuestros brazos.
Abrázame el corazón,
una vez más,
sin miedo a los despropósitos,
a las promesas
que más tarde no cumpliremos;
porque el corazón nació
para latir en el presente.
Además, ¿qué es el futuro para el corazón?
Sólo una vaga ilusión.
Por eso, ahora que todavía
nuestro amor es libre,
dime otra vez más que me deseas.
El tiempo ya se encargará
de construir nuestras guerras
y nuestras fortalezas,
de construir nuestras mentiras.
Pero, mientras tanto,
hazme el amor
y susúrrame al oído dos palabras:
TE QUIERO
 
Raül Córdoba

viernes, 24 de enero de 2014

Rosa Montero: ABC

Nunca pensé que me tocaría volver a discutir este tema desde tan abajo. Creí que ese nivel básico de debate estaba superado, que era una obviedad, un logro civil comúnmente aceptado. Ese fue mi primer error: todo avance colectivo puede verse amenazado por un impulso reaccionario; no se debe bajar jamás la guardia.
Así que heme aquí volviendo a teclear, 30 años después, el mismo abecedario elemental sobre el aborto. Y así, repetiré que nadie está a favor del aborto: es siempre un horror, una pena, un trauma. Y, desde luego, no es un método anticonceptivo; de hecho, debemos fomentar por todos los medios el acceso a los anticonceptivos para minimizar los embarazos no deseados (por cierto: a veces quienes más protestan contra el aborto son también los más reticentes a la contracepción). De lo que estamos a favor es de una ley justa que permita el acceso igualitario a una intervención que, además de penosa, puede ser peligrosa. Es evidente que hay grandes desigualdades sociales y culturales; hay personas desprotegidas que no conocen bien los métodos anticonceptivos o no tienen acceso a ellos: por dinero, por prejuicio social, por imposición familiar. Y ni siquiera usando un método adecuado se está a salvo de un fallo: el condón, por ejemplo, solo tiene un 98% de efectividad. Por no hablar de la crueldad de no contemplar la malformación del feto como causa suficiente. Como dice Mónica Arango, del Centro de Derechos Reproductivos, desde 1994 más de 30 países del mundo han liberalizado sus leyes de aborto. El retrógrado proyecto de Gallardón (contestado incluso desde el PP) nos descolgaría del entorno europeo y nos dejaría al nivel de la ultracatólica Polonia y de Malta. Con esta ley se seguirá abortando igual, solo que las ricas lo harán con garantías y en el extranjero y las pobres en una carnicera mesa de cocina. Ya hemos vivido eso.
 
Rosa Montero par El País

jueves, 23 de enero de 2014

Pablo Neruda: Puedo escribir los versos más tristes esta noche

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Escribir, por ejemplo "La noche está estrellada,
Y tiritan, azules, los astros, a lo lejos".
 
El viento de la noche gira en el cielo y canta.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
 
En noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.
 
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.
 
Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.
Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
 
Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.
La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.
De otro. Será de otro. Cómo antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
 
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.
Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
Y éstos sean los últimos versos que yo le escribo
Pablo Neruda

miércoles, 22 de enero de 2014

El señorito español

Escribía Ortega en La rebelión de las masas que “la forma más contradictoria de la vida humana es el señorito satisfecho. Por eso, cuando se hace figura predominante, es preciso dar la voz de alarma y anunciar que la vida se halla amenazada de degeneración”. España ha vivido en las últimas décadas instalada en su señorío satisfecho, con una clase media muy conformista que, en lugar de ser motor de la historia, se contentaba con presumir de jugar al pádel en el mismo gimnasio que Aznar. Ahora aquellas palas de pádel dormitan polvorientas en una casa de empeños, y Aznar ya juega al pádel en su propia pista privada.
 
Al señorito satisfecho –que éramos todos– se le ha despertado ahora la conciencia social, parece ser, pero el problema es que no sabe qué hacer con ella. Nunca había practicado con semejante artilugio, y desconoce si la conciencia social es un arma arrojadiza, un voto o un buen argumento para un reality show. Era más fácil jugar al pádel.
 
Nuestra ex burguesía y nuestro ex proletariado aburguesado se encuentran ahora en un desierto tan sin brújulas que ni siquiera son capaces de atisbar espejismos. O sea, esperanzas. Tras el zapaterazo, ya ahogado por la crisis provocada por Lehman Brothers y secuaces, el señorito satisfecho votó en mogollón al único español con huevos para nombrar ministro de Economía, precisamente, a un Lehman Brothers. Haciendo balance de aquella elección, el señorito satisfecho se da cuenta hoy de que lo único bueno que Rajoy ha hecho por él, en estos dos años de gobierno, es ir a ver a Barak Obama y no volver con una invasión militar debajo del brazo, cual hizo su antecesor. Es de agradecer, señor presidente (de los EEUU).
 
Con su conciencia social recién adquirida como pesado fardo, el señorito satisfecho se atribula. Tener conciencia social es cosa de pobres. Ergo, ahora yo soy pobre. Pero tampoco sabe cómo se usa la pobreza. Desconoce, igualmente, si es un arma arrojadiza, un voto o un buen argumento para un reality show. La última idea le entristece, pues acaba de vender su preciosa televisión HD en una tienda de gangas.
 
Lo que descubre entonces el señorito satisfecho es que el pobre, el parado, el cesante, es el único ciudadano honrado que tiene tiempo para hacer política en España. Acabáramos. Como pronosticó Ortega, en tiempos de desastre el señorito satisfecho es mayoritario. Y sabe que su voto decide quién obtendrá el poder. Y esa es su tragedia hamletiana. Ser dueño del poder y de la duda al mismo tiempo. Por primera vez desde la Transición, se ve impelido a hacer política real. Y ya no recuerda muy bien de qué iba eso.
 
En este punto, el señorito satisfecho analiza sus barreras mentales. Antes no podía votar a IU porque los comunistas y adláteres perdieron primero la guerra y después la Transición, y él siempre ha huido de los perdedores. Ahora es un perdedor.
 
Cuando arrancó el 15-M, se quejaba de lo que ensuciaban los perroflautas. Ahora, mientras fuma en un banco del parque, daría lo que fuera por tener al lado a su perro. Pero Trotsky ahora vive con su mujer y con el portero de la discoteca a la que solían ir los sábados.
 
El señorito satisfecho se ha convertido en un antisistema a contracorazón. Él había nacido para ser puro sistema, se sacrificó con fe para el sistema trabajando como un galeote, cumplió todas las reglas del sistema, incluso corrompiéndose un poco, y ahora el sistema lo ha expulsado. No le queda más remedio que convertirse en antisistema hacia la derecha o hacia la izquierda. Qué miedo da un señorito en tan proceloso trance. Un señorito español.
 
La cosa está tan que arde que ayer un periodista le preguntó a un político si el conflicto catalán podría derivar en otra guerra civil española. El sólido tabú erigido en España tras el 23-F era derribado: hablar de otra guerra civil. ¿Al señorito español se le está yendo la olla con tanta cortina de humo? Pues quizá sí.
 
Tengo ganas de que lleguen las elecciones europeas para ver a qué juega el señorito español venido a menos. Para ver si vota o si no vota, para ver a quién vota. Solo por eso, estas serán las primeras elecciones europeas trascendentes de nuestra historia. Cómo será de importante este señorito español, que hasta a mí, que soy algo macarra, me ha puesto grandilocuente.
Leído en: http://blogs.publico.es/rosa-espinas/2014/01/18/el-senorito-espanol/

martes, 21 de enero de 2014

Ángeles Caso: Lo que quiero ahora

Será porque tres de mis más queridos amigos se han enfrentado inesperadamente estas Navidades a enfermedades gravísimas. O porque, por suerte para mí, mi compañero es un hombre que no posee nada material pero tiene el corazón y la cabeza más sanos que he conocido y cada día aprendo de él algo valioso. O tal vez porque, a estas alturas de mi existencia, he vivido ya las suficientes horas buenas y horas malas como para empezar a colocar las cosas en su sitio. Será, quizá, porque algún bendito ángel de la sabiduría ha pasado por aquí cerca y ha dejado llegar una bocanada de su aliento hasta mí. El caso es que tengo la sensación –al menos la sensación– de que empiezo a entender un poco de qué va esto llamado vida.
Casi nada de lo que creemos que es importante me lo parece. Ni el éxito, ni el poder, ni el dinero, más allá de lo imprescindible para vivir con dignidad. Paso de las coronas de laureles y de los halagos sucios. Igual que paso del fango de la envidia, de la maledicencia y el juicio ajeno. Aparto a los quejumbrosos y malhumorados, a los egoístas y ambiciosos que aspiran a reposar en tumbas llenas de honores y cuentas bancarias, sobre las que nadie derramará una sola lágrima en la que quepa una partícula minúscula de pena verdadera. Detesto los coches de lujo que ensucian el mundo, los abrigos de pieles arrancadas de un cuerpo tibio y palpitante, las joyas fabricadas sobre las penalidades de hombres esclavos que padecen en las minas de esmeraldas y de oro a cambio de un pedazo de pan.
Rechazo el cinismo de una sociedad que sólo piensa en su propio bienestar y se desentiende del malestar de los otros, a base del cual construye su derroche. Y a los malditos indiferentes que nunca se meten en líos. Señalo con el dedo a los hipócritas que depositan una moneda en las huchas de las misiones pero no comparten la mesa con un inmigrante. A los que te aplauden cuando eres reina y te abandonan cuando te salen pústulas. A los que creen que sólo es importante tener y exhibir en lugar de sentir, pensar y ser.
Y ahora, ahora, en este momento de mi vida, no quiero casi nada. Tan sólo la ternura de mi amor y la gloriosa compañía de mis amigos. Unas cuantas carcajadas y unas palabras de cariño antes de irme a la cama. El recuerdo dulce de mis muertos. Un par de árboles al otro lado de los cristales y un pedazo de cielo al que se asomen la luz y la noche. El mejor verso del mundo y la más hermosa de las músicas. Por lo demás, podría comer patatas cocidas y dormir en el suelo mientras mi conciencia esté tranquila.
También quiero, eso sí, mantener la libertad y el espíritu crítico por los que pago con gusto todo el precio que haya que pagar. Quiero toda la serenidad para sobrellevar el dolor y toda la alegría para disfrutar de lo bueno. Un instante de belleza a diario. Echar desesperadamente de menos a los que tengan que irse porque tuve la suerte de haberlos tenido a mi lado. No estar jamás de vuelta de nada. Seguir llorando cada vez que algo lo merezca, pero no quejarme de ninguna tontería. No convertirme nunca, nunca, en una mujer amargada, pase lo que pase. Y que el día en que me toque esfumarme, un puñadito de personas piensen que valió la pena que yo anduviera un rato por aquí. Sólo quiero eso. Casi nada. O todo.


lunes, 20 de enero de 2014

Amor o codicia

De aquí a que la infanta Cristina haga el paseíllo, exterior o intrauterino, lo habremos dicho todo. Habremos dicho tanto y tan confuso que cuando esto acabe, los opinadores recordaremos que teníamos razón aunque no sepamos muy bien lo que habíamos defendido. Cuando el pastel se descubra y sepamos lo que va a ser de uno y lo que será de la otra, los hay que dirán: “no, si yo ya…”, o los que añadirán: “no, si ya yo…”. De aquí a que la Infanta se vea en ese trance que jamás ella imaginó para sí, la institución monárquica habrá estado en boca del pueblo soberano: en bares y mercados, en tertulias televisivas, que vienen a ser lo mismo; en taxis y en peluquerías, y en tertulias televisivas, que para el caso vienen a ser lo mismo. Así que antes de que este asunto llegue a cualquiera que sea su final, quiero dejar aquí mi particular visión de los hechos. Las cosas, por escrito.

La clave es que en España siempre acabamos discutiendo sobre lo accesorio y tendemos a obviar lo fundamental. Ahora andamos a vueltas con el paseíllo de la Infanta. Una España dividida: los que quieren evitárselo y los que se toman como algo personal el que esta señora vaya por la calle para que se la pueda increpar. Yo no he entendido jamás a los que acuden a los juzgados para insultar a los imputados o a los acusados. Si por mí fuera, le evitaría a cualquiera el trago. No me gusta ese espectáculo medieval que nos remite a un pueblo brutal celebrando la pena del otro. Pero lo que es terrible es que dediquemos tanta energía a un detalle que nos aleja del asunto fundamental.

Da la impresión  de que en la Casa Real se educó a los descendientes de una manera desigual. Aquí lo que ha habido es un problema de educación, lo cual, lo sé, podría parecer una obviedad hablando de España, pero no lo es tanto si las protagonistas son mujeres que han tenido la posibilidad y también la obligación de adquirir una cultura excelsa. Da la impresión de que en esa casa, que es la Casa Real, se educó a los descendientes de una manera desigual, siguiendo criterios contradictorios y rancios: por un lado, hubo un esmero en la educación del Príncipe, que por varón era el que estaba destinado a reinar; por otro, se descuidó la formación de las dos chicas, que en mayor o menor medida también tendrían que representar a su país en actos institucionales. Obtuvieron sus privilegios como princesas, pero no hasta el punto de saber elegir maridos que no fueran rapaces y aprovecharan su nueva situación para beneficiarse de la manera más marrullera posible. Les faltaron lecciones de ética, algo más allá de vestir un traje largo en fiestas de la aristocracia europea o de presidir actos de caridad. Tenían que haber sabido que su posición estaba condicionada por el servicio a su país y que si ese servicio fallaba o se vulneraba, no habría pueblo que aprobara una institución basada en los vínculos de sangre. Quien más necesitaba la asignatura de Educación para la Ciudadanía eran ellas, amén de otros representantes públicos.

Como nunca hablo en tertulias y similares, hace un tiempo que en los pasillos de mi casa me oyen rumiar la siguiente teoría: la única manera que tenía esta señora de cumplir con la patria que le paga, con la institución a la que representa, y de demostrar su inocencia (no hablo de inocencia penal, sino ética) era haberse separado de su señor esposo desde el primer momento y haber renunciado a su título de Infanta. ¿Cómo ha podido seguir apoyando a quien se supone que puede echar por tierra una institución a la que ella debía lealtad desde la misma cuna? El amor no es compatible con eso. Y un abogado aduciendo las razones del corazón, en este caso en particular, es patético. Quien tuvo el derecho a paralizar una ciudad como Barcelona para que la vitorearan el día de su boda ha de tener después la decencia de renunciar a sus privilegios cuando se hace público que ese señor que eligió para pasear de su brazo era un farsante que se dedicaría a transformar el presunto amor en pingües beneficios.

Alguien debería explicarle a la Infanta que, más allá de sus responsabilidades ante la justicia, está la falta de ejemplaridad en su comportamiento. Alguien debería reprocharle a sus educadores, fueran quienes fueran los que se encargaron de una formación tan coja, que a las mujeres, por muy alta que sea su cuna, ya no se nos educa como a señoritas del XIX, cuyo encanto estaba basado en la ignorancia de esos burdos asuntos con los que las demás nos manchamos las manos todos los días, apechugando por fortuna con las consecuencias de nuestros actos. Ya no hay lugar para la mujer que se hace la tonta, menos aún para aquellas a quienes la vida les proporcionó tantas posibilidades de conocimiento.

Permanecer junto a un hombre que timó al Estado, gracias a que algunos miembros de la clase política perdieron el culo por meterle dinero en el bolsillo, es aprobar su falta de decencia. ¿No hay nadie en todo ese equipo de asesores, viejos profesores o jefe de la Casa que tenga el coraje de explicarle que esto no es una conspiración contra ella, sino que es la consecuencia de un mal comportamiento? ¿Se lo han dicho sus padres?

Porque ahí radica todo. Nunca es tarde para corregir a quien fue educada de manera tan arcaica que aún no sabe distinguir en la mirada de un hombre lo que es amor y lo que es codicia.
Elvira Lindo para elpaís.com

domingo, 19 de enero de 2014

Les hemos estafado

«A menudo los hijos se nos parecen, así nos dan la primera satisfacción». Lo cantaba Serrat y es desgraciadamente cierto en algunos aspectos. Los políticos, los bancos y también los padres hemos estafado a cientos de miles de jóvenes a los que educamos, sin distinción de clase y formación, para ser propietarios de un piso. Podemos repartir culpas para dormir más tranquilos, pero es hora de asumir que no hemos estado a la altura de nuestra responsabilidad. Desde pequeños les hemos contaminado con nuestra experiencia sin hacernos ni una sola pregunta crítica sobre qué parte de ella se convertiría en un lastre para su futuro.
 
Miles de jóvenes, la generación que hoy está entre los 30 y los 40, están atrapados entre paredes por las que pagarán, en el mejor de los casos, el doble de lo que valen. Compraron pisos infames a precio de oro con la expectativa de la provisionalidad y la esperanza de una especulación que a sus padres les salió tan bien. Durante tres décadas, infinidad de familias prosperaron no tanto por el aumento de sus sueldos como por el incremento constante del precio de su vivienda. Adquirieron en los 80 o 90, por pocos millones de pesetas, un piso que vendieron por el triple una década después. Se nos hizo creer la milonga de que estábamos instalados en un tesoro que, llegado el caso, cualquiera nos sacaría de las manos por el precio que pusiéramos.
 
Prosperar en España era básicamente cambiar de casa especulando con el precio de la que vendíamos a cambio de pagar lo que no valía una nueva. Los que hacían negocio nos invitaban a no apearse de la espiral, y nosotros, como hámsters en la rueda, aceptamos que nuestro piso en copropiedad con el banco era la mejor inversión de nuestra vida. «Cómprate algo, hijo, no tires el dinero en un alquiler», les dijimos cuando quisieron marchar. Y nos hicieron caso y se metieron en cuchitriles infames de 40 o 50 metros cuadrados, de los que no podrán salir porque nadie les dará por ellos ni la mitad de lo que deben seguir pagando sí o sí. Lo provisional se les convirtió en definitivo y eterno. Como su deuda. Y como además se les pasa ya el arroz, están teniendo hijos cuyos cochecitos ocupan medio salón, el que deja libre el tendedero de la ropa, que ocupa el otro medio. Un segundo hijo es una temeridad salvo si es del mismo sexo y ambos pueden compartir litera en un cuarto de 15 metros cuadrados.
Una estafa de la que no solo no hemos prevenido a nuestros hijos sino de la que hemos sido cooperadores necesarios. Les hemos arruinado con nuestros consejos. No levantarán cabeza hasta que muramos y puedan heredar el tesoro en el que vivimos, que, por cierto también vale ya la mitad. Previo pago del impuesto de sucesiones, claro. Eso si no les dejamos aún un pellizco de nuestra hipoteca.
Julia Otero (Al contrataque) para Elperiodico.com

sábado, 18 de enero de 2014

Kennedy, Gallardón y Wert

No, no trato de adicionar un capítulo a las Vidas Paralelas de Plutarco. Y si hubiera que hacerlo, quizás sería en el sentido más matemático; esto es, la línea política del primero solo podría llegar a unirse con las de los otros dos eventualmente en el infinito.
 
Estas Navidades he podido leer una auténtica delicia, un libro que está siendo best seller en el mundo anglosajón The Letters of John F. Kennedy (Las cartas de JFK, desconozco si hay edición española). Y es que en el recién finalizado 2013 se cumplían 50 años desde la muerte de John F. Kennedy, cuya gigantesca figura sigue resaltando en la historia contemporánea, a pesar de los poco más de tres años que estuvo en el poder.
 
El pasado año también se cumplieron cincuenta años de un hito fundamental: el 28 de febrero de 1963, el presidente estadounidense enviaba un mensaje al Congreso de los Estados Unidos que contenía una verdadera revolución legislativa sobre derechos civiles que, en sus efectos, tendría una magnitud similar a la abolición de la esclavitud por Abraham Lincoln. Ambos presidentes fueron asesinados posteriormente.
 
Lo comprendido en el texto es de tal clarividencia, emoción y actualidad que estremece todavía en nuestros días. Los mismos principios que se proclamaban en referencia a la población negra de los EEUU son de aplicación a cualquier tiempo, espacio y país democrático en el que cualquier colectivo se halle en situación de discriminación estructural.
 
Decía Kennedy en su carta, después de describir profusamente la iniquidad en la que la población negra se encontraba que "ningún americano que crea en la básica verdad de que los hombres son creados con ciertos derechos inalienables, puede excusar, explicar o defender el panorama que nos muestran las estadísticas. La discriminación racial entorpece nuestro crecimiento económico al impedir el pleno desarrollo y utilización de nuestros recursos humanos. Entorpece nuestro liderazgo mundial, al contradecir en casa, aquello que predicamos en el exterior. Incrementa los costes sociales, el crimen, la delincuencia y el desorden. Y por encima de todo, la discriminación está mal".
 
"Nuestra Corte Suprema ha declarado que las leyes que permiten las escuelas segregadas violan nuestra Constitución. Esa resolución representa tanto el buen derecho como la buena justicia, es tanto legal como moralmente correcta. Es obvio que el inconstitucional y desfasado concepto de 'separados pero iguales' no pertenece a nuestra cultura legal".
 
Tantos años después, obviamente, la desigualdad sigue existiendo en América y también en otros países democráticos, en mayor o en menor medida. En algunos casos, el devenir histórico ha ido corrigiendo, paliando los grados de desigualdad, como sin ir más lejos ha ocurrido en nuestro país durante los últimos años respecto a la mujer como colectivo, de la diversidad sexual o de las minorías.
 
A pesar de los avances en derechos que se han conseguido mediante la acción política y civil, todavía hoy la mujer en España se halla en clara desigualdad frente al hombre.
 
Sigue siendo objeto de discriminación en muchos aspectos de la vida social: violencia, asesinatos por cuestión de género, mayor índice de desempleo, de cobertura social, más temporalidad laboral, peores sueldos, más exigencias en el ámbito familiar, peores posibilidades de conciliación... y ahora sufriendo una terrible ofensiva legislativa por parte de la extrema derecha incardinada en el partido gobernante.
 
Cincuenta años después de la carta de Kennedy, ministros como Wert o Gallardón todavía siguen defendiendo y promocionando modelos de educación segregada por sexos, eliminando derechos civiles como el aborto, o desmontando las políticas estatales para combatir la discriminación, puestas en marcha por gobiernos socialistas. Aún antes de ser elegido presidente de los EEUU, en diferentes declaraciones y escritos, el norteamericano prevenía sobre los riesgos de no respetar la separación Estado-Iglesia. Es curioso observar cómo un católico de los años 60, puede estar más avanzado que un ministro conservador europeo de 2014.
 
Me reservo para el final el deseo que Kennedy expresaba en la parte final de su mensaje dirigido al Congreso: "Es mi esperanza que este mensaje envíe fuerza a aquellos gobernantes estatales o locales - y a organizaciones privadas, corporaciones o individuos- que comparten mi preocupación acerca de esta diferencia entre nuestros principios y lo que realmente practicamos. Hay un esfuerzo para el que cada persona que se pregunte qué puede hacer por su país, debe ser capaz y estar preparada para tomar parte en él".
 
En estos días de tanta zozobra en la lucha por la igualdad en nuestro país, estas palabras cobran más sentido todavía. Cada persona, cada organización que crea en una sociedad más justa, debe -y debemos- tomar parte activa en la defensa de nuestros principios.
 
Ibán García del Blanco (Senador PSOE)

viernes, 17 de enero de 2014

Hoy...

No existe un día mas hermoso que el día de hoy.  La suma de muchísimos ayeres, forma mi pasado. Mi pasado se compone de recuerdos alegres, tristes...
Algunos están fotografiados y ahora son cartulinas donde me veo pequeño, donde mis padres siguen siendo recién casados, donde mi ciudad parece otra.
El día de ayer pudo haber sido un hermoso día... pero no puedo avanzar mirando constantemente hacia atrás, corro el riesgo de no ver los rostros de los que marchan a mi lado.

Puede ser que el día de mañana amanezca aún más hermoso... pero no puedo avanzar mirando solo el horizonte, corro el riesgo de no ver el paisaje que se abre a mi alrededor.

Por eso, yo prefiero el día de hoy. Me gusta pisarlo con fuerza, gozar su sol o estremecerme con su frío, sentir como cada instante dice: ¡¡presente!!

Sé que es muy breve, que pronto pasará, que no voy a poder modificarlo luego, ni pasarlo en limpio.
Como tampoco puedo planificar demasiado el día de mañana: es un lugar que todavía no existe.
 
Ayer fui.
Mañana, seré.
Hoy, SOY.

Elsa Bornemann

jueves, 16 de enero de 2014

Reflexión XXII: Un abrazo siempre ayuda

¡Aquí tienes un ejemplo real de como un abrazo puede llegar a salvar una vida! La foto es de un artículo llamado “El Abrazo Salvador”.
 
Las hermanas gemelas Brielle y Kyrie Jackson nacieron 12 semanas antes de lo previsto. Para reducir el riesgo de infecciones, en los hospitales se acostumbra colocar a los mellizos prematuros en incubadoras separadas, así que eso hicieron con las hermanas recién nacidas en el Centro Médico de Massachussets.

Kyrie que pesó 990 gramos al nacer, empezó a subir de peso rápidamente y durmió tranquila desde los primeros días.

En cambio Brielle pesó 80 gramos menos que su hermana no tuvo la misma suerte: presentaba problemas respiratorios y de ritmo cardíaco, baja concentración de oxígeno en la sangre y apenas ganaba peso. Repentinamente Brielle entró en fase crítica y comenzó a jadear, y tanto el rostro como los brazos y piernas se tornaron de un gris azulado. Peor aún, se aceleró su latido cardíaco y las previsiones eran de fallecimiento inminente.

La enfermera Gayle Kasparian hacía cuanto podía por reanimarla: le despejó las vías respiratorias y le suministró más oxígeno a la incubadora, pero la bebé seguía muy agitada, con un grado de oxigenación muy bajo y una frecuencia cardíaca peligrosamente alta. La enfermera Gayle recordó entonces algo que había leído en Internet acerca de la práctica ordinaria en ciertos países de Europa, práctica que consistía en colocar juntos a los bebés recién nacidos de un parto múltiple, principalmente si eran prematuros.

Aunque la medida se apartaba de las normas del hospital, resultó que la jefa de enfermeras se había ausentado para asistir a una conferencia, así que Dile decidió que debía correr el riesgo. Pidió permiso a los asustados padres para poner a las niñas juntas en la incubadora y ellos accedieron.

Entonces la enfermera colocó a Brielle en la incubadora donde estaba su hermana y se pusieron todos a observarlas con atención. En cuanto la puerta de la incubadora se cerró, Brielle se acurrucó junto a su hermana y se calmó en el acto. En cuestión de minutos la oxigenación de su sangre alcanzó el grado más alto desde que llegó al mundo y mientras dormía, su hermana le pasó un brazo por encima de su cuerpo.

Las hermanas Brielle y Kyrie están creciendo juntas y llenas de salud, se encuentran en casa y, quien sabe, igual siguen durmiendo juntas y abrazadas.
  
Leído en; http://www.elintransigente.com/notas/2012/9/27/increible-historia-abrazo-salvador-148470.asp

¡¡Recuerda siempre abrazar a tus seres más cercanos!!

miércoles, 15 de enero de 2014

Mascotas

Como la mascota que se entretiene royendo un hueso de plástico, a la que el amo lanza una pelota y siempre se la devuelve con la boca, así parecen estar condenados a comportarse los líderes de opinión de este país ante los escándalos que sacuden nuestra vida pública. No importa que la mascota sea contestataria, apacible, nerviosa o una de esas que husmea los genitales de los invitados cuando llegan a tu casa. Cualquiera que sea su carácter, si se consigue educarla bien, le dices siéntate y se sienta, dame la patita y te la da, recoge la pelota y obedece. Incluso irá a hacer sus cosas en el rincón del siempre sobre el periódico en el que firma. Ahora mismo los medios de comunicación han dejado de roer los casos de Gürtel y de los ERE de Andalucía. Las mascotas parecen haberse aburrido de estos juguetes ya demasiado mordidos o babeados y de pronto se muestran felices con otros huesos, peluches o pelotas de todos los colores que les acaban de regalar. El quebrantamiento físico del Rey, la imputación de la infanta Cristina, el destino de la Monarquía, la aventura independentista de Cataluña, la neurosis religiosa aberrante del proyecto de ley sobre el aborto son los nuevos huesos de plástico que los periodistas deberemos roer de aquí al verano. En nuestro circo mediático sucede algo muy peculiar que no se da en los países con una democracia más asentada, donde por regla general antes de que un escándalo llegue a la opinión pública, tal vez por conducir borracho, por haber defraudado al fisco, por mentir en cualquier declaración, por comprar una chocolatina con el dinero del erario o simplemente porque un ministro ha demostrado ser un idiota, el protagonista ya ha dimitido o le han echado a la calle con una patada en el culo o ha ido a la cárcel o ha decidido ahorcarse. Aquí el derecho a la información parece destinado a todo lo contrario. Se trata de roer y babear el hueso, de juguetear con el peluche hasta destrozarlo, de ir una y otra vez por la pelota y devolverla al amo del cotarro hasta que el escándalo de corrupción o un grave problema político, disuelto en saliva, diluya toda su carga explosiva bajo una apabullante y confusa catarata de artículos, opiniones y tertulias, que al final no son sino una forma, mejor o peor, de ganarse la vida.
 
Manuel Vicent para Elpais.com

martes, 14 de enero de 2014

La baraja rota

Yo ya no sé si, entre el grueso de la población, muchos se acuerdan de cómo nos regimos, ni de por qué. Cuando se decide convivir en comunidad y en paz, se produce, tácitamente o no, lo que suele conocerse como “contrato o pacto social”. No es cuestión de remontarse aquí a Hobbes ni a Locke ni a Rousseau, menos aún a los sofistas griegos. Se trata de ver y recordar a qué hemos renunciado voluntariamente cada uno, y a cambio de qué. Los ciudadanos deponen parte de su libertad de acción individual; abjuran de la ley del más fuerte, que nos llevaría a miniguerras constantes y particulares, o incluso colectivas; se abstienen de la acumulación indiscriminada de bienes basada en el mero poder de adquirirlos y en el abuso de éste; evitan el monopolio y el oligopolio; se dotan de leyes que ponen límites a las ansias de riqueza de unos pocos que empobrecen al conjunto y ahondan las desigualdades. Se comprometen a una serie de deberes, a refrenarse, a no avasallar, a respetar a las minorías y a los más desafortunados. Se desprenden de buena parte de sus ganancias legítimas y la entregan, en forma de impuestos, al Estado, representado transitoriamente por cada Gobierno elegido (hablamos, claro está, de regímenes democráticos). Por supuesto, dejan de lado su afán de venganza y depositan en los jueces la tarea de impartir justicia, de castigar los crímenes y delitos del tipo que sean: los asesinatos y las violaciones, pero también las estafas, el latrocinio, la malversación del dinero público e incluso el despilfarro injustificado.
A cambio de todo esto, a cambio de organizarse delegando en el Estado –es decir, en el Gobierno de turno–, éste se compromete a otorgar a los ciudadanos una serie de libertades y derechos, protección y justicia. Más concretamente, en nuestros tiempos y sociedades, educación y sanidad públicas, Ejército y policía públicos, jueces imparciales e independientes del poder político, libertad de opinión, de expresión y de prensa, libertad religiosa (también para ser ateo). Nuestro Estado acuerda no ser totalitario ni despótico, no intervenir en todos los órdenes y aspectos ni regularlos todos, no inmiscuirse en la vida privada de las personas ni en sus decisiones; pero también –es un equilibrio delicado– poner barreras a la capacidad de dominación de los más ricos y fuertes, impedir que el poder efectivo se concentre en unas pocas manos, o que quien posee un imperio mediático sea también Primer Ministro, como ha sucedido durante años con Berlusconi en Italia. Son sólo unos pocos ejemplos.
Lo cierto es que nuestro actual Gobierno del PP y de Rajoy, en sólo dos años, ha hecho trizas el contrato social. Si se privatizan la sanidad y la educación (con escaso disimulo), y resulta que el dinero destinado por la población a eso no va a parar a eso, sino que ésta debe pagar dos o tres veces sus tratamientos y medicinas, así como abonar unas tasas universitarias prohibitivas; si se tiende a privatizar el Ejército y la policía, y nos van a poder detener vigilantes de empresas privadas que no obedecerán al Gobierno, sino a sus jefes; si el Estado obliga a dar a luz a una criatura con malformaciones tan graves que la condenarán a una existencia de sufrimiento y de costosísima asistencia médica permanente, pero al mismo tiempo se desentiende de esa criatura en cuanto haya nacido (la “ayuda a los dependientes” se acabó con la llegada de Rajoy y Montoro); es decir, va a “proteger” al feto pero no al niño ni al adulto en que aquél se convertirá con el tiempo; si las carreteras están abandonadas; si se suben los impuestos sin cesar, directos e indirectos, y los salarios se congelan o bajan; si los bancos rescatados con el dinero de todos niegan los créditos a las pequeñas y medianas empresas; si además la Fiscalía Anticorrupción debería cambiar de una vez su nombre y llamarse Procorrupción, y los fiscales y jueces obedecen cada día más a los gobernantes, y no hay casi corrupto ni ladrón político castigado; si se nos coarta el derecho a la protesta y la crítica y se nos multa demencialmente por ejercerlo …
Llega un momento en el que no queda razón alguna para que los ciudadanos sigamos cumpliendo nuestra parte del pacto o contrato. Si el Estado es “adelgazado” –esto es, privatizado–, ¿por qué he de pagarle un sueldo al Presidente del Gobierno, y de ahí para abajo? ¿Por qué he de obedecer a unos vigilantes privados con los que yo no he firmado acuerdo? ¿Por qué unos soldados mercenarios habrían de acatar órdenes del Rey, máximo jefe del Ejército? ¿Por qué he de pagar impuestos a quien ha incumplido su parte del trato y no me proporciona, a cambio de ellos, ni sanidad ni educación ni investigación ni cultura ni seguridad directa ni carreteras en buen estado ni justicia justa, que son el motivo por el que se los he entregado? ¿Por qué este Gobierno delega o vende sus competencias al sector privado y a la vez me pone mil trabas para crear una empresa? ¿Por qué me prohíbe cada vez más cosas, si es “liberal”, según proclama? ¿Por qué me aumenta los impuestos a voluntad, si desiste de sus obligaciones? ¿Por qué cercena mis derechos e incrementa mis deberes, si tiene como política hacer continua dejación de sus funciones? ¿Por qué pretende ser “Estado” si lo que quiere es cargárselo? Hemos llegado a un punto en el que la “desobediencia civil” (otro viejo concepto que demasiados ignoran, quizá habrá que hablar de él otro día) está justificada. Si este Gobierno ha roto el contrato social, y la baraja, los ciudadanos no tenemos por qué respetarlo, ni que intentar seguir jugando.
 
Javier Marías para El País

lunes, 13 de enero de 2014

Mayororejismo

Dicen los politólogos y demás intérpretes de la mediocridad gobernante que el gallardonazo en el tema del aborto no es un fin en sí mismo sino un medio para que vuelva el amor del sector recalcitrante. Es decir, el mayororejismo necesitaba más madera con la que compensar el desapego emocional que el Gobierno de Rajoy ha provocado en las filas del hooliganismo pepero. El cumplimiento acelerado de la sentencia del Tribunal de Estrasburgo sobre la doctrina Parot está resultando una digestión difícil que manifestó los primeros síntomas en los abucheos a los líderes populares en la última manifestación de las víctimas del terrorismo. Estar en el coro, soltando decenas de etarras en apenas unas horas, y al mismo tiempo repicando que sienten «repugnancia» al hacerlo no es un mensaje de comunicación sencilla. Todos sabemos que la política tiene truco, pero no se puede ver la cabeza del conejo antes de sacar la chistera. Hasta el más fiel de los electorados observa que la misma fiscalía del Estado, veloz para recurrir la imputación de la infanta o para socorrer a Miguel Blesa, se inhibe ante la reunión de etarras en Durango. Recibir a la presidenta de la AVT en la Moncloa para templar gaitas ya es una carta usada, de modo que echar mano del ministro más narcisista era el comodín del público. Esto es, un gesto muy vistoso cara a la galería con el que mantener prietas las filas del sector cabreado. Sí, porque hay un movimiento de indignados del PP, muy activo en los medios, que vive en el reproche permanente. Rajoy nunca les gustó, pero ahora lo desprecian sin matices.

Si esta teoría de la compensación fuera cierta, convendríamos en que el Gobierno ha tomado por rehén el vientre de las mujeres y su libertad para decidir algo tan serio como la maternidad. En este escenario, Gallardón sería el tonto útil al que el presidente deja hacer sabiendo que mientras seduce a lo más reaccionario se inmola como futuro candidato. El capital político que podía concitar el exalcalde de Madrid cuando iba de verso suelto ha sido dilapidado en pocos meses, aunque jamás conseguirá que los que recelaban de él en su propio partido o aledaños le crean ahora. Por cierto, que tenían razón, aunque ese es otro asunto.

Si ante las elecciones europeas observan ustedes que los temas recurrentes son el aborto y la unidad de España, habrá que sacarse el sombrero ante Rajoy: habrá conseguido la abrasión del ambicioso ministro que quería su silla, callar al sector cavernario y proclamarse el único defensor de la patria española. De hecho, ¿no observan ya a Bárcenas y sus papeles desdibujándose en la memoria colectiva? ¿Quién recuerda el rescate bancario que no íbamos a pagar, el IVA que no subiría, los recortes en sanidad, educación y dependencia que jamás ocurrirían? Rajoy está dejando a Aznar como un aficionado.
 
Julia Otero (Contrataque) para elperiódico.com

domingo, 12 de enero de 2014

Reflexión XXI: La hora de desaprender

Las mujeres y hombres maduros de ahora hemos llegado a una edad maravillosa en la que emprendemos el camino de desaprender. Fuimos criados con la creencia de que debíamos ser los mejores en todo: mejores estudiantes, mejores esposas, mejores esposos, mejores profesionales, mejores madres y padres, etc. Fuimos educados con la creencia de que TODO es pecado.
 
Ha llegado la hora de desaprender o lo que mi hija llama graciosamente, el importaculismo. (“Todo me importa un culo"). Ha llegado la hora de decir NO en muchas ocasiones, de mandar al carajo los compromisos y las obligaciones. Pasó la hora de las responsabilidades desvelantes. Ahora nos gusta estar solos, disfrutar buenas conversaciones con gente que no nos insulta y que cree lo mismo que nosotros o que no le importa que opinemos diferente.
 
Es la hora de hablar de todo sin necesidad de sostenerlo como medio de defensa. Es hora de ver películas, de estar en una finca durante la semana, de leer, de escuchar, de sonreír y de burlarse de la mayoría de los mortales que viven pendientes de las chorradas.
Nosotros ya demostramos que las responsabilidades fueron bien atendidas por nosotros, que hicimos las cosas lo mejor posible, que dejamos huellas, que somos buenas personas.
Lo que nos queda de vida es para nosotros, para disfrutar, para cumplir el mandamiento de amarnos a nosotros mismos. Por eso vamos a hacer lo que nos da la gana. Viajar al máximo, tomando café con amigas y amigos, conversando con todo el que nos encontremos.
 
Ya pasó la época de los roles. Lo que fuimos, fuimos; ahora somos para nosotros mismos sin tener que rendir cuentas a nadie. Los demás seguirán su camino de responsabilidades y de afanes, de preocupaciones y nerviosismos. Nosotros ahora, estamos por encima del bien y del mal.
 
Vamos a museos, asistimos a conferencias y si no nos gusta nos salimos sin que nos importe, redescubrimos al Quijote y a Fernando González.  La vida es para nosotros una profunda experiencia interior, lejos de mitos, ritos, limosnas y pecados sin fin. Es la hora de empezar a relajarnos y de conversar largas horas con uno mismo, que es el único que permanece siempre, ahora y después de que abandonemos la nave del cuerpo.
 
Nos rodean pocos seres a quienes amamos profundamente y que seguirán viviendo sus propias experiencias, estemos nosotros o no. Mandaremos para donde sabemos a la gente que nos molesta, la tóxica. Quienes nos buscan sin egoísmos van a encontrar una sonrisa, una mirada tierna y comprensiva, un consejo acertado o no, afecto.
 
Somos, ahora sí, libres de ataduras, de prejuicios, de creencias. Somos libres si no le tememos ni a la vida ni a la muerte.