¿Estás harto de que la tomen contigo? ¿Tienes ganas de
cargártelos a todos? Te comprendo porque yo también he tenido que huir, que
esconderme. Sabía cuál era el pasillo más peligroso del colegio, dónde me
esperaban esos cabrones. Sabía que la pista de fútbol era territorio
terrorista. Sabía que cuando te agachas a beber en la fuente del patio es
conveniente mirar a ambos lados para que ningún gracioso te parta el labio
contra el grifo. En fin, sabía esas cosas, y sabía otras que he olvidado ya.
Eran normas estrictas. Uno las cumplía. Evitaba ciertas
plazas, ciertas calles. Pero muchas veces fallaban. Te cogían por más cuidado
que pusieras. El colegio era una guerra abierta. El regreso a casa era
demasiado largo. Una calle llena de esquinas. De nada servía correr. Al fin y
al cabo, si conseguías huir corriendo, el día siguiente podía ser peor.
También sé que el peor momento no es cuando te quitan el
dinero o te rompen el móvil o te pegan. Sé que lo peor es el resto del día, ese
agobio que uno siente cuando existe la posibilidad de que te cacen, cuando te
conviertes en una cebra que trota por la sabana y huele a los leones
agazapados. Pero ¿en serio crees que son leones? Son unos mierdas, eso es lo
que son. A lo mejor tu madre o tu padre o tu profe te dicen que no uses malas
palabras. Pero entonces, ¿cómo podríamos describir a esos mierdas? Sé que
repites estas palabras en tu cuarto con la rodilla magullada, con el escupitajo
todavía visible en la camiseta. Que son unos mierdas y unos hijos de puta y
unos cabrones que ojalá se mueran todos. Y que imaginas escenas de película,
como ésta:
Tú vas por la calle con la mochila cargada. Aparecen los
tres de siempre, con su andar chulesco, con sus risas estúpidas y sus insultos.
Te paras frente a ellos y dejas que se acerquen. Dejas que empiecen a meterse
contigo, pero de pronto eres un maestro de kung-fu. Lo has ensayado a solas,
pegándole al aire en tu cuarto. Al más grande, al puto gordo, lo dejas
sorprendido con tu primer derechazo rápido a la garganta. Mientras se ahoga
saltas por encima de él y de una patada rompes la nariz de su colega el
garrulo.
Queda sólo uno, es el más bajito pero también el peor de
todos, el más maligno. Al verse sin sus compinches no se atreve a pelear. Sale
despavorido pero tú eres más rápido que él. Juegas a ponerle la zancadilla,
haces que tropiece unas cuantas veces sin llegar a derribarlo, corres con la
felicidad de la venganza en la risa y en los gritos. Al fin te aburres, lo
tiras al suelo, haces que se dé la vuelta y lo miras a los ojos justo antes de
machacarle el brazo:
-Y no vuelvas a meterte conmigo nunca más.
-¡Perdona, perdona! -dice llorando.
Pero son sueños. Sueños de rabia, de impotencia. Vuelves al
colegio. Sabes que nunca tendrás lo que hay que tener para plantarles cara,
porque tú eres de los míos, un tirillas, un cobarde, una gacela: te repugna la
violencia. Si llegara el momento de enfrentarte, el miedo te paralizaría. Al
final, siempre te dejas pegar. Son más que tú, más fuertes, más malvados. Y
mientras se meten contigo, tú piensas: que sea rápido. Y así soportas la
humillación mientras los otros se ríen. Nadie hace nada por ti. A veces, eso es
lo peor.
Pero claro, es que no se lo dices a tus padres porque te da
vergüenza. No se lo dices a tus profesores porque temes represalias. Frente a
ellos, siempre estás solo. Y lo pasas tan mal que piensas que sería mejor
encerrarse en casa y no salir más.
Bueno. Quiero que sepas que hay un escondite perfecto. Ese
escondite es el futuro. El resto de tu vida, en cuanto acabes el colegio. ¿No
me crees? Te voy a explicar cómo funciona eso. Yo también creía que toda la
vida iba a ser igual, pero llega un momento en que dejas de encontrarte con los
abusones. Ni siquiera te planteas dónde se han metido. Desaparecen y tú
empiezas a disfrutar de la vida.
Hasta en las peores épocas tienes que estudiar mucho, que
sacar buenas notas, porque entonces recibirás un premio enorme cuando por fin
te hagas mayor: este premio será la libertad. Durante una época, todavía te
asustarán ciertos tipos. Te recordarán a los que te cascaban en el cole, pero
te darás cuenta de que no van contra ti. Al revés: algunos, sorpresa, son
simpáticos. Rudos, pero simpáticos. Bromistas, pero simpáticos. Y algo menos
espabilados que tú.
Ya nadie te va a pegar o insultar. ¿Sabes qué pasa con los
abusones cuando crecen? Es fantástico: toda esa energía que empleaban en joderte
la vida, la usan para joderse a sí mismos. No me preguntes cómo pueden ser tan
imbéciles, yo no lo sé, pero es así.
Y mientras ellos siguen comiendo hierba como bestias (no
eran leones, eran vacas), tú despuntas. Has pasado solo más tiempo que los
demás. Has cultivado lo que llevas dentro, has aprendido, has pensado cosas que
nadie entendía cuando eras pequeño, y ahora descubres que todo eso vale mucho
más que un montón de músculos. Es tu camino, tu propio camino, que llegará tan
lejos como quieras tú.
Las dificultades de la vida adulta son un fastidio, pero
ahora, sin abusones que te metan el miedo en el cuerpo, corres mucho más rápido
que todos los demás. Y llega un punto de tu vida en que miras atrás, a tus
recuerdos. Te acuerdas de esos tipejos que te hacían la vida imposible en el
colegio. Los buscas en internet, a ver qué tal les ha ido. Y ¿sabes lo que
encuentras? Ruinas humanas. Tipos medio calvos, tías horrorosas, teñidas,
histéricas. Aquellos que se creían tan guays llevan vidas mediocres. Son los
mismos, pero el tiempo y la crueldad los han deformado. Tú vuelas y ellos son
anclas humanas enrocadas en el fondo de la mediocridad.
Por fin vives rodeado de gente divertida, inteligente y
buena. Te diré una gran verdad: la gente mayor es mejor que la pequeña. La vida
adulta manda al cuerno a los abusones, mientras los abusados llegan lejos.
Muchos de mis amigos, que son gente brillante y triunfadora, eran los pringados
del colegio.
Sé fuerte por dentro, la cabeza sobre los hombros, bien
alta. No te vengas abajo. El tiempo, aunque sea lento, pone las cosas en su
sitio. Y tú estás destinado a llegar alto. Les verás la calva desde arriba.
Estudia, lee, sueña una vida mejor, diviértete. No hay lotería en este negocio:
el premio es para ti.
Jun Soto Ivars en España is not Spain
Leído en: http://blogs.elconfidencial.com/sociedad/espana-is-not-spain/2015-06-13/carta-a-una-victima-del-bullying_883395/
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