España ya no
existe como nación. Por eso se quieren ir los catalanes y los vascos, mientras
que el espíritu de deserción crece en Baleares, Valencia, Galicia y otras
comunidades. Muchos independentistas y ciudadanos decentes, mas que desear la
independencia, lo que quieren es dejar de pertenecer a esta España degradada.
Los políticos, con su miserable liderazgo y
tras haber construido en las últimas décadas un país injusto, corrompido y
deleznable, son los grandes culpables del drama. Para recuperar el concepto de
nación y volver a sentir orgullo de ser español hay que echar antes del poder a
la corte de ineptos, corruptos y parásitos egoístas que, encuadrados en
partidos plagados de acciones delictivas y causas judiciales abiertas, se han
apoderado del Estado y gobiernan el país con indecencia y torpeza. Esa raza de
políticos nocivos debe ser sustituida por personas con solvencia ética, respeto
a las reglas democráticas, preparación y capacidad de entender la política como
un servicio, no como una oportunidad de saqueo.
Si una nación es un proyecto común y una
ilusión colectiva, en España no existe ni lo uno ni la otra. En España ya no
hay proyecto común, ni ilusión que nos una, ni respeto a la autoridad, ni
confianza en los dirigentes, ni voluntad de aceptar un liderazgo que aparece
rechazado en las encuestas y que tiene la imagen de ser ladrón, corrupto e
injusto. España ya está destruida y muchos creemos que recomponerla va a ser
muy, muy difícil.
El problema es que España no atrae ni interesa
a los españoles porque carece de grandeza y no hay ningún proyecto ilusionante.
Los políticos españoles, que expolian al ciudadano y les contaminan con su
comportamiento y mal ejemplo, son ya incapaces de cumplir con las reglas
básicas del liderazgo y ya no pueden atraer, ilusionar, cohesionar y generar
respeto.
Sin ilusiones comunes, sin objetivos
compartidos, sin liderazgo respetado y en un ambiente político degradado donde
imperan la mentira, la injusticia, la desigualdad y la impunidad de los
ladrones y saqueadores, los ciudadanos, ante tanta insensatez y podredumbre,
sin ni siquiera poder depositar su esperanza en la acción de la Justicia, han
dejado de ser españoles y no saben realmente lo que son. La confusión impera y
el desconcierto preside la vida diaria.
En España no se cumple ese falso principio de
que "los pueblos tienen los líderes que se merecen". España es el
ejemplo de todo lo contrario: el de una nación fuerte y poblada de personas
decentes, con amor a los valores y trabajadoras que fue contaminada, degradada
y envilecida por una clase dirigente que no solo no dio la talla, sino que
pervirtió a la sociedad hasta devaluarla y degradarla. España es una permanente
fuente de frustración ciudadana porque la gente sabe quienes tienen la culpa y quiere
ver a miles de políticos en las cárceles, pero no hay Justicia que les
encarcele.
El panorama del desempleo masivo, de
generaciones enteras de jóvenes sin trabajo desaprovechados y expulsados de la
comunidad, del avance de la pobreza y de la injusticia y la tristeza reinantes
es desolador, mientras el gobierno miente al repetir que el fin de la crisis ha
llegado, ocultando que todavía quedan mas de siete años de sufrimiento y
escasez y que España nunca levantará cabeza mientras no expulse del poder a los
verdugos despilfarradores y parásitos que hoy la están hundiendo.
En ese contexto, muchos esperan un salvador y
hasta están dispuestos, desde su desesperación, a abrir los brazos a un
dictador. Otros siguen luchando contra el mal, encarnado con especial claridad
en las clases dirigentes, que parecen haberse entregado al expolio y a la
injusticia institucionalizada. Los partidos políticos, que deberían ser la
esperanza en situaciones de caos y angustia como la actual, son justo el núcleo
del problema porque no existen en España organizaciones mas mafiosas y
culpables del desastre que esos partidos que han ejercido el poder durante las
últimas décadas, destrozando con su actuación egoísta, abusiva y sucia una
nación que llegó a ser grande en el pasado. Otros han perdido toda esperanza y
han decidido imitar a los políticos depredadores y aprovecharse de la mas
mínima oportunidad para robar y acumular. Algunos idealistas siguen defendiendo
la desigual lucha entre el bien y el mal en España, donde la luz cada día está
mas apagada y aplastada por las sombras.
Muchos hablan de un inminente estallido social
contra la injusticia que emana del poder. Otros pretende restaurar la ilusión y
creen que la pueden encontrar en la unidad de los desesperados e indignados,
mientras que la turba de los aprovechados cierra filas en torno a unos partidos
políticos desprestigiados, porque de ellos comen y obtienen poder, cerrando los
ojos a la suciedad que les rodea y al hecho incuestionable de que ellos y sus
partidos son los grandes culpables del desastre de España.
La nación, mientras tanto, se destruye mas
cada día y de aquella España que llegó a ser grande apenas quedan los despojos
que han dejado sus políticos y su larga corte de cómplices: banqueros,
empresarios, periodistas, jueces....
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