Vivía
en Triana un gitano, de los llamados “Castellanos nuevos”, al que llamaban “Cachorro”. Cada día atravesaba
el puente de barcas, junto al Castillo
de San Jorge y llegaba a Sevilla.
Un
payo residente en la ciudad vino a sospechar de este hombre, pensando que su
visita no era por otro motivo que el de cometer adulterio con su propia esposa.
Los celos llegaron a tales extremos que, cierto día, sabedor de la visita del
gitano a la venta vela, lo esperó oculto. No hizo más que llegar y, ajeno a la
suerte que iba a correr, se puso a sacar agua del pozo que había junto a la
venta. Le asestaron siete puñaladas que le ocasionaron la muerte.
Se
asegura que el escultor D. Francisco Ruiz Gijón no conseguía imaginar una nueva
figura de Crucificado que pudiera destacar entre las muchas y muy buenas que ya
existían hechas por ilustres imagineros, como Juan de Mesa, Martínez Montañés o
Pedro Roldán. Ruiz Gijón lo que quería reproducir era, más que un Cristo
agonizando, la agonía misma por antonomasia.
Pero,
el citado escultor estuvo presente en el suceso y tuvo oportunidad de
presenciar la agonía del gitano. Dicen que impresionado por la mirada y el
rostro de aquel moribundo en el instante
de su muerte, hizo suya la expresión terrible que, con toda naturalidad,
reflejó en la obra que en esos días
estaba realizando.
La
leyenda vino a completarse con la investigación llevada a cabo por la justicia
en la que al fin se reconoció la verdad. En efecto el gitano visitaba cada día
a una mujer, aunque resultó que era en realidad su propia hermana bastarda. En
el intento de mantener el secreto por temor a perjudicarla, dado su origen,
había sido descubierto y acusado de tal hecho.
Y
cuando aquel año de 1682, salió por primera vez la nueva imagen de la Hermandad
del Patrocinio, el barrio de Triana al
ver al Cristo de la Expiración comenzó a gritar:
¡Mirad,
si es el Cachorro!
Dentro
de la leyenda del Cristo del Cachorro, existe otra leyenda que afirma que el
verdadero Cristo de la Expiración se encuentra en el cementerio de Sevilla,
adonde fue llevado a escondidas tras el grave incendio que sufrió la capilla en
1973. La imagen original fue sustituida por una réplica realizada por los
restauradores y el original llevado al Panteón de Aníbal González. Pero esta
leyenda creemos que está lejos de la realidad.
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