La Sherezade de esta historia no es la protagonista de un cuento. Ella no logró romper con la magia de sus relatos la perversa voluntad de un sultán sanguinario que asesinaba a todas las muchachas que pasaban por su lecho. De hecho, a ella le robaron los cuentos que su madre le hubiera leído de pequeña y hasta su propio nombre. Sherezade y Desiré son los nombres que una mujer había escogido para las gemelas que crecían en su vientre. «Esos nombres no pueden ser, no son católicos», le espetó una monja en la clínica donde acudió a dar a luz. Esa misma religiosa, horas después, atendiendo a su buena moral católica, le robó las niñas. Sor María murió antes de que se probara su participación en el robo de niños que, durante décadas, se vino practicando en algunas maternidades del país. La trama se centraba especialmente en madres solteras o mujeres que no contaban con un fuerte apoyo familiar. Algunos eran embarazos de vergüenza. Esos que una moral siniestra consideraba frutos del pecado.
Hoy, la niña que nunca se llamó Sherezade, si sobrevivió al parto, tiene 32 años. Quizá tiene hijos. Quizá les cuenta cuentos por las noches. Y con esos relatos en los que se entremezclan realidad y fantasía, en los que los monstruos recorren los caminos a cara descubierta, les advierte de los peligros de un mundo real que se empeña en imitar las pesadillas de la ficción. Muchas veces, bajo los hábitos de una mortífera doble moral.
Emma Riverola para el periodico.com
http://www.elperiodico.com/es/noticias/opinion/cuentos-robados-2403886
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