“A mí nadie puede ya dañarme , sólo Dios“ La heroína de esta historia real, fue la primer modelo africana en tener un contrato en exclusiva con Revlon. En 1997, escribe su primer libro, su autobiografía, Flor del desierto, se publicó en Nueva York. En el segundo libro, año 2002, Amanecer en el desierto, describe su viaje. En su tercer libro, 2005, Niñas del desierto, habla del día que rompió el silencio, sus contratiempos y sus éxitos. Su cuarto libro, escrito en 2007, se llama Cartas a mi madre. Waris Dirie dice de él que “Este es mi libro más intimista. Hay heridas que tardan en cicatrizar. El deseo de ver a mi madre de nuevo… olvidarla… fue intenso. Tuve que darme cuenta que el amor y el sufrimiento están muchas veces conectados. Trabajar en este libro fue doloroso, pero una experiencia realmente necesaria para mi”.
“Nací en el desierto de Somalia, no sé la edad que tengo, lo único que sé es que cada día es nuevo, ¿33 años?, ¿36 años? ¡qué más da!, en el desierto no hay papeles ni falta que hacen. El desierto fue mi hogar durante toda mi infancia, yo pastoreaba el rebaño de camellos y cabras de mi padre. Lo peor era estar descalza, el suelo erizado de piedras, no podíamos pagarnos unas sandalias. ¡A veces sangraban los pies! No teníamos nada, ni casa, ni agua, éramos nómadas… pero teníamos el rebaño y a nosotros mismos. ¡Estábamos bien! Siempre unidos: mi madre, mis hermanos, mi padre… Él me pegaba, pero… él mandaba. Era un hombre fuerte, alto, sólido, un guerrero. Pero debo decir que años después cuando estaba sola en Nueva York habría preferido mil veces un bofetón de mi padre a esa soledad. Llegué a Nueva York por un milagro, Cuando tenía 13 años me escapé. Mi padre iba a casarme con un viejo de 60 años porque le daba 5 camellos. Yo era especial, rebelde. Las niñas son educadas para trabajar y ser ofrecidas en matrimonio. Eso quieren los padres para sus hijas. La madre se preocupa de que su hija sea pura limpia, virgen y por eso la mía a los cinco años me llevó a la ablación. Por amor a mí... ¡Y yo, claro quería ser “pura y limpia”! En Somalia se practica la ablación más severa: Se extirpan clítoris y labios menores de la vagina. La herida se cose dejando sólo una abertura del diámetro de una cabeza de cerilla. Para la orina y la menstruación… Una hermana murió desangrada Y yo desde aquel día… Supe que ya nada podría destruirme”.
“¡Sólo temo a Dios! Es ya el único que puede hacerme daño… Cuando empecé a hablar sobre la ablación en Estados Unidos, me sentí muy culpable, porque estaba criticando la cultura de mi familia. Hoy me dedico a conseguir medios para formar maestros en Somalia, educar a niñas, a las madres. Al menos lo he logrado con la mía. Veinte años después de escaparme de mi casa he vuelto a Somalia. Me reencontré con mi madre y ya piensa como yo ¡hay esperanza! Para escaparme, crucé el desierto. Una mañana desperté con un león ante mí, con su enorme melena y le dije: Cómeme, estoy preparada… y se fue. Ese día supe que ALÁ me reservaba para algo y fue que encontré a una tía mía que estaba casada con un diplomático somalí destinado en Londres y pedí que me llevaran allí como criada. ¡Nunca antes había visto blancos! ¿Me pregunta si cambiaría algo de mi cuerpo? Sí, mi piernas que están arqueadas, pero no, las agradezco, porque son hijas de mi malnutrición infantil y ellas me recuerdan quién soy. La única hermosura que valoro es la del alma. Debemos dar gracias por estar vivos. Hoy no me falta nada pero cuando veo el agua que se va por el desagüe al ducharme me desespero. ¡LO QUE HARÍAN EN EL DESIERTO CON CADA GOTA…! Con el tiempo volví a ver mi padre, le habían robado su rebaño y operado de los ojos con un cuchillo en el desierto, quedó ciego. A aquel hombre tan poderoso y fuerte lo vi ahora frágil y desvalido ¡Pero aún con la cabeza alta! Cuando nos despedimos me confesó: “Tú eres como yo“. Mi padre ¡estaba orgulloso de mí!... Lloré…”
Estas palabras las pronunciaba en Barcelona, en una entrevista realizada por Víctor Amela, periodista y escritor. Waris Dirie se reencontró con su familia después de 22 años. El viaje de regreso fue muy chocante. Atravesando el desierto, quiso detenerse para recoger a una señora que caminaba con los pies ensangrentados. El chofer respondió: “No te preocupes, sólo es una mujer”. Como en un cuento de hadas, Waris Dirie, se convirtió en una de las modelos más solicitadas de la época.
Un día mientras fregaba pisos en una tienda, un fotógrafo la descubrió. Muy pronto, su figura se paseaba por París, Londres, Italia y Nueva York. Waris Dirie dejó atrás las pasarelas, el cine y la moda. Como Embajadora de Naciones Unidas, recorrió África y consiguió que 15 países penalizaran la mutilación femenina. Ha creado la fundación Desert Dawn para luchar contra esta violencia. “A mi regreso de África, lo conté todo. A periodistas, en conferencias, en programas de televisión, como defensora de las seis mil niñas que, día a día, son mutiladas. Nada puede ser peor que orinar y menstruar por una abertura del tamaño de un guisante”. “No son víctimas. Ayudamos a mujeres que quieren mejorar su vida y que luchan por ello. No sé si existe algo llamado valor y no sé si yo lo tengo” dice este Ave Fénix de ébano, renacida varias veces de sus cenizas.
“Quien se vea en mis circunstancias, hallará la fuerza para llegar al otro lado. Es algo que hacen millones de seres humanos cada día, y a los que queremos ayudar” propone Dirie. “Mi modo de ayudar es ser como soy, hacer lo que hago cada día, convenciendo a la gente de que es posible cambiar”. Dirie ha escrito varios libros sobre su vida y recorre el mundo en una batalla sin descanso contra la ablación, pero asegura que, hoy por hoy, su única meta “es lograr la paz, el amor y el respeto que siempre he buscado”, uno valores que “exijo al mundo, para mi y para todos”.
Sherry Hormann, directora de la película sobre su vida (basada en la novela original) dijo: “Hice la película porque soy mujer, madre y un ser humano. Todos los humanos compartimos haber sido niños, y los niños deberían estar a salvo del cualquier daño”. Dirie coloca la “valentía” de su autora “por encina de la tristeza de su infancia”. Hoy se dedica a su hijo Aleeke de 13 años y a su gente. Dicen de ella que: cuesta sostenerle la mirada, es la mirada omnipotente de un león.
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