Con
la única excepción de mi padre y mis abuelos, los hombres de mi vida nunca han
llevado corbata. Estoy tan acostumbrada a verlos con dos botones de la camisa
desabrochados, que el solitario ojal que exhibía la de Rivera en el debate a
cuatro llamó inmediatamente mi atención. El efecto, más que un rasgo de
informalidad, le asemejaba a esos invitados a una boda que se quitan la corbata
para bailar cuando se abre la barra libre. Más allá de esa pequeña impostura,
Rajoy mintió con el descaro que le caracteriza e Iglesias concentró su
brillantez en el minuto final. De los cuatro candidatos que estaban en el
plató, el que más me interesó fue Sánchez.
El
líder del PSOE cada día se parece menos a un político con posibilidades y más
al Ricardo III de Shakespeare cuando ofrecía su reino por un caballo en el que
escapar de su destino. La intensidad de su gesto, el dramatismo de su sonrisa,
el exasperado optimismo de unas promesas en las que parecía no creer, me
hicieron olvidar, por un instante, que él no tiene reino alguno que ofrecer.
Dispone, sin embargo, de un caballo, el mismo que no quiso montar en invierno,
el que ahora, preso de sus decisiones previas, tal vez no pueda montar ya,
aunque quisiera.
De
todas las referencias a Grecia que se hicieron en el debate, para culpar a
Syriza de la ruina que labraron sus predecesores, eché de menos una
fundamental. Si después del 26-J, el PSOE se convierte en la tercera fuerza y
Sánchez se abstiene para que gobierne la derecha, Ricardo III dará paso a una
tragedia griega. La del PASOK, concretamente.
Almudena
Grandes en La SER
http://cadenaser.com/programa/2016/06/17/hoy_por_hoy/1466137224_761614.html
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