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martes, 24 de febrero de 2015

El nazismo universitario

La secretaria de Estado de Educación, Montserrat Gomendio, es rica de familia, y eso está muy bien. Ha estudiado en el extranjero, lo cual es estupendo. Del apareamiento y reproducción de los primates sabe lo que no está en los escritos, algo que nos llena de orgullo y satisfacción. De lo que no acaba de ser consciente es de que no todos tenemos un papá rico, ni hemos tenido becas en Cambrigde ni somos monos de estudio.
 
Gomendio ha proclamado este lunes que el sistema universitario español es insostenible, y para demostrarlo lo comparó con el de Estados Unidos, donde son las familias quienes sufragan el coste, el de los países nórdicos, sostenido por impuestos muy elevados, y el de Alemania y Holanda, que impone duras restricciones de entrada a la universidad. Alérgica al norte de Europa, que al parecer es muy frío, la mano derecha e izquierda de Wert insinuó sus preferencias: que no se deje entrar a cualquiera en las universidades sino a quien pueda pagarlas.
 
Lo que en el fondo viene a sostener doña Montserrat es que el problema no es de financiación sino de cantidad de alumnos, de manera que si no diera entrada a esa chusma, que aun aprobando no alcanza la “excelencia” y que en vez de abogados o arquitectos podrían dedicarse perfectamente a pintar al gotelé, habría más recursos para las lumbreras. Para conseguirlo basta con elevar las tasas, de manera que sólo tengan acceso a la Universidad los hijos de ricos como ella y los pobres muy listos, a los que se becaría, o imponer una criba de entrada, que sería más igualitaria si no fuera porque los hijos de los ricos menos avispados siempre tendrían la posibilidad de matricularse en universidades privadas o irse al extranjero. Como el asno de Buridano, entre esos dos haces de heno se debate Gomendio, aunque está descartado que se muera de hambre como le pasó al pobre burro.
 
En su defensa del nuevo sistema de grados, el famoso 3+2 rebautizado por Educación como 4-1, rozó la antología. Según Gomendio estudiar tres años no implica una menor formación que estudiar cuatro, de lo que se deduce que lo estudiantes o los profesores están ahora malgastando el tiempo de manera miserable. La estrategia es demasiado burda. Primero se da libertad a las universidades para que decidan si los grados duran tres o cuatro años hasta que éstos últimos acaben desapareciendo porque, a efectos prácticos, esto es laborales, la diferencia entre un graduado y otro será nula.
 
A partir de ahí, quien quiera complementar su educación tendrá que hacer los master de dos años y pagarlos de su bolsillo. El resultado final es que se reducirá la financiación pública, ser graduado no tendrá ningún valor y los masters se reservarán nuevamente a los hijos de los ricos. El clasismo de esta pareja –Wert y Gomendio- es enfermizo.
El modelo que se propone es tramposo desde su origen, porque de todas las variables posibles para mejorar el sistema sólo hay una que se descarta de antemano: incrementar los recursos. Puede que haya demasiadas universidades pero es que en la historia reciente de este país el acceso a la enseñanza superior estaba vedado a amplias capas de la población. Y si algo consiguió ese régimen del 78 al que reza este Gobierno fue precisamente democratizar la educación en todos sus niveles.
 
Se puede estar de acuerdo en reducir el número de centros y compartir la crítica de que la enseñanza es muy uniforme. Pero para la especialización vuelve a hacer falta dinero y sufragar los desplazamientos de los alumnos que viven lejos y cuyas familias no pueden costear su estancia. Uno puede olvidarse de que la universidad esté al lado de casa si se le asegura que podrá estudiar lo que quiere sin recurrir a la mendicidad en las calles.
Dice Gomendio que la educación no es gratuita, y lleva razón. Ni la sanidad tampoco. Ésta última sería más barata si liquidamos a los enfermos antes de que se pongan a consumir medicamentos como locos, pero no parece la solución final sea el remedio. Por idéntico motivo, no se puede defender una eutanasia educativa en la que sólo los más dotados en dinero y talento disfruten de las oportunidades que se niegan al resto. Esta forma de nazismo es inaceptable hasta para los simios a los que tanto tiempo ha dedicado la secretaria de Estado.
 
Juan Carlos Escudier para Público.es

domingo, 22 de febrero de 2015

Siete trucos para adelgazar (aún más) mientras camina

¿Qué palabras le vienen a la cabeza cuando piensa en perder peso? ¿Dieta? ¿Gimnasio? ¿Esfuerzo? ¿Sacrificio? Sean las que sean, seguramente estarán relacionadas con una alimentación escasa y aburrida y con unas sesiones de ejercicio físico monótono y extenuante. Sin embargo, el camino hacia el adelgazamiento, no tiene por qué ser un vía crucis de privaciones y sufrimiento. Existen otras formas que exigen menos y que ofrecen resultados tan eficaces como los que proporcionan los ejercicios más duros. Nos referimos a la práctica del power walking o caminar a paso ligero, una actividad sencilla y agradable, que podría formar parte de su próximo entrenamiento.
 
Aquí tiene siete puntos clave que le ayudarán a recuperar la figura caminando. Porque pasear no vale… (sería demasiado hermoso).
 
1. A más de 4,8 km/h
 
Si su objetivo en las próximas semanas es acabar con los kilos de más, la velocidad de sus sesiones de power walking es esencial para lograrlo. Es lo que asegura Ruth Cohen, entrenadora personal y experta en fitness, quien afirma: “Lo ideal es encontrar aquella velocidad que nos permita caminar con la técnica adecuada y con la que nos sintamos cómodos". Pero, ¿de qué velocidad estamos hablando? Según el Colegio Americano de Medicina del Deporte (ACSM), para un adulto sano lo aconsejable es caminar a una velocidad que oscile entre los 4,8 Km/h y los 6,4 Km/h.
 
2. Mida sus pulsaciones
 
Para el doctor Carlos Sánchez Juan, jefe de la unidad de Endocrinología y Nutrición del Hospital General Universitario de Valencia, más importante que la velocidad es la intensidad. Es decir, el ritmo cardíaco. “Un ejercicio físico adecuado es aquel que exige a nuestro corazón unas pulsaciones de entre el 60 y el 80% de la frecuencia cardíaca máxima", explica. ¿Cómo lo calculamos? Sencillo. Reste a la frecuencia máxima cardíaca (220), su edad. Así, si tiene 40 años, el resultado será de 180, que es la cifra sobre la que debe aplicar el porcentaje mencionado. "Solo si caminamos con una intensidad máxima podremos perder peso", insiste el facultativo. Existen pulseras que monitorizan la constante.
 
3. Ande, al menos, durante 150 minutos a la semana
 
Tanto la entrenadora personal como el doctor aseguran que para obtener los resultados que buscamos es necesario repartir al menos 150 minutos a lo largo de la semana, "siendo lo ideal una sesión diaria de media hora", según puntualiza Cohen. El doctor Sánchez añade: “La duración nunca debe ser inferior a 20 minutos".
 
4. Fíjese en la técnica
 
Tan importante como el ritmo, la intensidad y la regularidad, es el modo en que se camina. "Cuantos más músculos se impliquen en el movimiento, mayor será el gasto calórico", asegura la entrenadora personal, quien aconseja acompañar la caminata con un constante y rítmico movimiento de brazos (balanceo de cada uno según la pierna con la que se avance: el brazo derecho se balancea con la pierna izquierda y el izquierdo con la derecha). Ahora bien, la pregunta que todos nos hacemos es la siguiente: ¿cuántas calorías quemamos al caminar? Teniendo en cuenta que la cifra que buscamos depende de factores como la intensidad o la velocidad con que anduvimos, podemos fijarnos a modo orientativo en los datos que revela un estudio elaborado por el American College of Sports Medicine, en el que se dice que un hombre que recorre 1.600 metros quema entre 124 y 88 calorías, mientras que una mujer, entre 105 y 74.
 
Según esta investigación existe una fórmula para determinar la cantidad de calorías quemadas durante un paseo a un ritmo moderado de 5 Km /h: 0,029 x (peso corporal en Kg) x 2,2 x Total de minutos practicados = cantidad de calorías aproximadas quemadas.
 
5. Combine intensidades y ejercicios
 
La entrenadora personal apunta otro consejo que le ayudará a bajar de peso y que hace referencia al tipo de caminata. Según la experta, para unos resultados eficaces, es importante fraccionar el tiempo de la sesión en tramos con diferentes intensidades. “Lo ideal es consultar a un profesional que estudie su caso en concreto y estructure su entrenamiento en función de patologías y objetivos", asevera. Por otro lado, el doctor sugiere completar la caminata con una tabla de abdominales, de entre cinco y diez minutos.
 
6. Escoja la ropa y el calzado adecuados
 
Aunque pueda parecerle menos relevante, lo cierto es que hacerse con unas zapatillas adaptadas a su peso, sexo, edad y tipo de pisada son otros de los factores que influyen en la consecución de su objetivo: perder peso. "Consulte en tiendas especializadas donde le analicen su pisada e invierta en las zapatillas tanto como sea necesario. Piense que son sus neumáticos", aconseja Cohen, quien, aunque no le da tanta importancia a la ropa, sí advierte de que debemos descartar las prendas concebidas para sudar. "Con ellas, solo se pierde agua, y no grasa, provocando una deshidratación excesiva y perjudicial", matiza.
 
7. Cúbralo de placer: con su momento idóneo, música o compañía
 
La quema de calorías si su sesión es matinal, vespertina o nocturna. Sin embargo, Carlos Sánchez cree que al tratarse de parte de un proceso de adelgazamiento, lo cual, normalmente, se traduce en un esfuerzo añadido a nuestro día a día, lo mejor es que cada uno elija el momento de la jornada que realmente le convenga. Sin presiones. "Solo hay dos situaciones que se deberían evitar: cuando haga mucho calor y justo después de haber comido", precisa. En esta misma línea se manifiesta Cohen, quien, además nos recuerda que no debemos caer en la monotonía, por lo que propone cambiar el asfalto por la montaña de vez en cuando, salir con nuestro perro, quedar con amigos o caminar solos con nuestra música preferida.
 
Eva Carnero Chamón para El País
Leído en: http://elpais.com/elpais/2015/02/19/buenavida/1424342900_174037.html

sábado, 21 de febrero de 2015

Si un niño se aburre...

¿Qué locura es ésta? Los niños se suben en el coche y ya piden el DVD. Se sientan a comer y quieren el móvil o la tableta de los padres. En cualquier momento y lugar exigen entretenimiento instantáneo. Si hay algún mayor desprevenido, el zagal vendrá a exigirle que juegue con él. ¿Desde cuándo empezó a ser problema de los adultos que los niños se aburran? De toda la vida de Dios, si los niños se aburrían, era su problema, pero de alguna manera (¿alguien sabe cómo?) han conseguido hacerlo nuestro.
“Cuando el Diablo se aburre mata moscas con el rabo”, dice el refrán (que viene a significar que incluso cuando no sabe qué hacer el Diablo hace el mal). Quizá es lo que deben de tener en mente muchos adultos cuando se desviven para que sus retoños no caigan en el aburrimiento. No vaya a ser que se les ocurra hacer algo. Pero eso es precisamente lo que tiene que pasar: tienen que aburrirse y poner en funcionamiento el magín.
 
Y si se les ocurre alguna trastada y la hacen… pues mejor. Si les pillamos, bronca y, si no, que les quiten lo bailao. ¿Acaso no queremos que los niños desarrollen su iniciativa y cultiven diversas destrezas? Es mejor un niño travieso que un niño que no sabe divertirse solo, creo. Y me pregunto con angustia si todavía queda en este mundo algún niño travieso (o sea, con la imaginación y la capacidad organizativa suficientes para pergeñar y ejecutar una trastada).
 
Quizá hemos hecho un flaco favor a los niños convirtiéndolos en el centro constante de atención. Porque, o bien los anulamos plantándoles una pantalla delante, o bien los anulamos por la vía de estar presentes en su juego, dirigiendo su ocio y modulando (cuando no coartando) su iniciativa. Y claro, ellos se toman la revancha: cualquier reflexión de un adulto, y cualquier discurso de éste ante otros adultos, se interrumpirá de inmediato si un retoño profiere algún sonido o hace alguna monería. Los niños merodean en las tertulias de adultos intentando llamar la atención. Y lo logran. Y si no lo logran, lloran. Y entonces lo logran. Son como esas llamadas de teléfono a las que el funcionario o el empleado del banco da prioridad, para desesperación y asombro de los desgraciados que hayan decidido acudir en persona a hacer los trámites.
 
“Niño, no interrumpas. Si te aburres, búscate la vida”. Qué gran favor suponen estas palabras para todos. Con ellas estamos invitando al retoño primero a escuchar y (si se aburre de la conversación de los mayores) también a crearse su propio mundo de entretenimiento. A buscar dentro de sí mismo. A jugar a solas o con los hermanos (si los tiene y aunque sean de otras edades) y los amigos. Por supuesto nadie dice que no haya que jugar con ellos. Hay que hacerlo, pero que no lo den por sentado. Que sea un premio. Que no cuenten con ello. Que su diversión no dependa de la mirada o la participación de un adulto.
 
La hiperdependencia lúdica de los niños tiene un efecto colateral del que aún desconocemos las consecuencias. Cada vez menos niños miran ya el paisaje en los largos viajes en coche. Antes del surgimiento del DVD portátil, del móvil y la tableta, los niños cantaban canciones que debían recordar de memoria (no estaban en el CD) o jugaban a juegos que requerían imaginación (Veo-Veo) o inventaban historias, o escuchaban la música de los mayores…
 
Además, a través de esa pantalla mágica que es la ventanilla del coche, cuando uno era pequeño, descubría montes, ovejas, ruinas, cuervos, tractores, riscos, choperas, colores y sombras de nubes que lamían los sembrados… y cuando el coche iba llegando a una ciudad, fábricas, desguaces, naves industriales, moteles… y luego, los arrabales: las casas donde vive gente pobre. Los tejados de uralita, los solares de columpios oxidados donde quizá nuestros ojos de niño se cruzaban con los de otro niño. Un niño de otro mundo. Y nos poníamos en su lugar. Ahora ya no. El niño del columpio oxidado mirará al del monovolumen. Y el del monovolumen estará viendo cualquier cosa en el DVD portátil. Y no sabrá qué es un rebaño de ovejas (aunque se esté convirtiendo en una).

Leído en: http://www.lamarea.com/2015/02/10/si-un-nino-se-aburre/


lunes, 16 de febrero de 2015

Porno en San Valentín

No me fío mucho de las reseñas negativas de 50 sombras de Grey porque lo más seguro es que la mayoría de los críticos se hayan leído el libro. Les puede la profesionalidad y no acaban de comprender que este libro no está hecho exactamente para leerlo sino para ponerlo en práctica. Venderlo en librerías es una ordinariez: deberían venderlo en las farmacias y además con toalla en lugar de un marcapáginas. Enfadados con la superficialidad, la ñoñería y la prosa de grandes almacenes de la novela, los críticos pasan por alto que este libro ha salvado la vida sexual de muchas mujeres, de muchos hombres, de algunas parejas heterosexuales e incluso de algún matrimonio. Sobre todo, de los que no lo han leído. Además ha dado lugar a intensos y sesudos debates intelectuales; recuerdo un foro de lectoras donde una señora que se definía como psicóloga, cincuentona, freudiana y bilbaína (más o menos por ese orden) defendía la novela a capa y espada y decía haber redescubierto su libido gracias a cierto pasaje del libro y unas bolas chinas. Eso sí, ella escribía “livido”, que es más o menos como me quedé yo después de leer su comentario.
 
En experiencias de sadomasoquismo, lo más fuerte que yo he oído nunca es lo que contaba una amiga mía que le ocurrió la primera y última vez que se acostó con un ligue suyo. No es que el tipo le sacara esposas, ni látigos, ni vasos de helado, ni nada de esa parafernalia costosísima que hace pensar en una perrera de segunda mano. Es que se sacó la ropa, se le trepó encima con sus varios michelines y ciento y pico kilos, y se le quedó dormido en mitad del coito. Al principio, cuando retumbaron los primeros ronquidos, mi amiga pensó: “Espera, esto debe de ser una broma”. Pero al rato ya comprendió que no, más o menos cuando notó que aquello debía de ser contagioso porque se le habían quedado dormidas las piernas. Bruscamente, los ronquidos cesaron en un acceso de apnea que se prolongó durante un minuto interminable y entonces mi amiga pensó que el hombre se le había muerto allí mismo, aparcado de satisfacción, y que ella sola se había metido en una historia de Stephen King. O más bien debajo.
 
Mi amiga no sacó ningún video ni ninguna novela de esta experiencia límite, únicamente la costumbre de aderezar una futura velada de sexo anónimo con té o café en lugar de alcohol, y de tener siempre a mano un alfiler. En cambio, de 50 sombras de Grey han sacado ya una película cuyas mejores críticas aseguran que no le llega a los talones al libro: cómo debe de estar el celuloide. En cualquier caso, en un mundo donde una mujer muere a golpes cada treinta segundos y en un país donde el maltrato de género es el deporte nacional, es lógico que triunfe una ficción donde una mujer es maltratada, humillada y golpeada por un sádico baboso, gomoso y millonario. Y que a ella encima le guste, como a los pobres de solemnidad sodomizados por los bancos, las criaturas del Señor estafadas por hipotecas y las almas de cántaro que siguen votando al PP.
 
David Torres en Punto de Fisión para Público.es

domingo, 15 de febrero de 2015

Ellos

Quienes, una vez sustituidas la ganadería, la pesca y la industria por la construcción, el turismo y la hostelería como motores de la economía de Cantabria, hicieron de la especulación urbanística y el pelotazo inmobiliario un modelo de desarrollo y una forma de gobierno.
 
Quienes autorizaron la construcción de centenares de viviendas ilegales en la costa, masificando el litoral y causando un problema a los compradores de buena fe.
 
Los representantes políticos, patronales y sindicales que, desde sus puestos de administración y control en una caja de ahorros que acabaron entregando a la banca privada, permitieron la venta fraudulenta y masiva de participaciones preferentes y obligaciones subordinadas.
 
Quienes diseñaron y desarrollaron un mercado laboral que ahora esconde 50.000 parados –la mitad de ellos, sin prestación–, contratos temporales, emigración juvenil y pérdida del poder adquisitivo de salarios y pensiones. Quienes llaman 'recuperación económica' a esta realidad.
 
Quienes pusieron el territorio de Cantabria en manos de las empresas del fracking, una técnica cuyos riesgos para la salud y el medio ambiente aún no han desaparecido de la comunidad autónoma.
 
Quienes permitieron, facilitaron y aplaudieron la construcción de un centro de arte privado en suelo público de valor incalculable.
 
Unos partidos que coinciden prácticamente en todos los 'temas de Estado', empezando por su sumisión a las políticas draconianas de la Troika.
 
Aquel expresidente condenado por prevaricación y malversación e indultado por el Gobierno central. Aquel otro expresidente que gestionó las obras públicas y el urbanismo durante la época de la burbuja inmobiliaria y ahora pasea su imagen de indignado de toda la vida mientras firma best sellers en un centro comercial cuya construcción se comprometió a no permitir. El presidente que iba a cambiar Cantabria en 100 días y lo que ha cambiado es el número de escaños del Parlamento autonómico (de 39 a 35), para intentar asegurarse una nueva mayoría absoluta.
 
Quienes acosaron y derribaron el semanario crítico La Realidad, que tuvo que cerrar tras ser condenado por informar sobre el viaje a Suiza de uno de los dirigentes del mayor partido de Cantabria. Quienes incluyeron en su lista de candidatos al Senado por la comunidad autónoma a un tal Luis Bárcenas, cuando en Cantabria no lo conocía nadie. Bueno, casi nadie.
 
La oligarquía santanderina. El caciquismo rural. La gran reserva infinita. El marco incomparable. La balsa de aceite. La cara autonómica de todo eso a lo que cada vez más sectores llaman El Régimen.
 

sábado, 7 de febrero de 2015

221 insultos en castellano

El castellano es un idioma muy rico. Un hecho insólito si tenemos en cuenta que la mayoría de sus hablantes son, a día de hoy, mileuristas. Sin embargo, el español medio desconoce en gran medida una parte muy importante de nuestro extenso vocabulario.
 
Según expertos en lingüística como Fundeu BBVA, un ciudadano medio español no usa más de 1.000 palabras y sólo los muy cultos alcanzan las 5.000. Por eso, para ponerle remedio a este descalabro que desaprovecha de manera descarada las posibilidades de nuestra lengua, en GQ hemos decidido ayudaros a conocer esas palabras que la mayoría desconoce. Y como sucede siempre cuando uno comienza a aprender un idioma nuevo, empezaremos por lo más importante: los insultos.
 
He aquí, pues, una lista con 221 insultos que nos brinda el castellano y que tú deberías controlar.
1. Abanto
 2. Abrazafarolas
 3. Adufe
 4. Alcornoque
 5. Alfeñique
 6. Andurriasmo
 7. Arrastracueros
 8. Artabán
 9. Atarre
 10. Baboso
 11. Barrabás
 12. Barriobajero
 13. Bebecharcos
 14. Bellaco
 15. Belloto
 16. Berzotas
 17. Besugo
 18. Bobalicón
 19. Bocabuzón
 20. Bocachancla
 21. Bocallanta
 22. Boquimuelle
 23. Borrico
 24. Botarate
 25. Brasas
 26. Cabestro
 27. Cabezaalberca
 28. Cabezabuque
 29. Cachibache
 30. Cafre
 31. Cagalindes
 32. Cagarruta
 33. Calambuco
 34. Calamidad
 35. Caldúo
 36. Calientahielos
 37. Calzamonas
 38. Cansalmas
 39. Cantamañanas
 40. Capullo
 41. Caracaballo
 42. Caracartón
 43. Caraculo
 44. Caraflema
 45. Carajaula
 46. Carajote
 47. Carapapa
 48. Carapijo
 49. Cazurro
 50. Cebollino
 51. Cenizo
 52. Cenutrio
 53. Ceporro
 54. Cernícalo
 55. Charrán
 56. Chiquilicuatre
 57. Chirimbaina
 58. Chupacables
 59. Chupasangre
 60. Chupóptero
 61. Cierrabares
 62. Cipote
 63. Comebolsas
 64. Comechapas
 65. Comeflores
 66. Comestacas
 67. Cretino
 68. Cuerpoescombro
 69. Culopollo
 70. Descerebrado
 71. Desgarracalzas
 72. Dondiego
 73. Donnadie
 74. Echacantos
 75. Ejarramantas
 76. Energúmeno
 77. Esbaratabailes
 78. Escolimoso
 79. Escornacabras
 80. Estulto
 81. Fanfosquero
 82. Fantoche
 83. Fariseo
 84. Filimincias
 85. Foligoso
 86. Fulastre
 87. Ganapán
 88. Ganapio
 89. Gandúl
 90. Gañán
 91. Gaznápiro
 92. Gilipuertas
 93. Giraesquinas
 94. Gorrino
 95. Gorrumino
 96. Guitarro
 97. Gurriato
 98. Habahelá
 99. Huelegateras
 100. Huevón
 101. Lamecharcos
 102. Lameculos
 103. Lameplatos
 104. Lechuguino
 105. Lerdo
 106. Letrín
 107. Lloramigas
 108. Longanizas
 109. Lumbreras
 110. Maganto
 111. Majadero
 112. Malasangre
 113. Malasombra
 114. Malparido
 115. Mameluco
 116. Mamporrero
 117. Manegueta
 118. Mangarrán
 119. Mangurrián
 120. Mastuerzo
 121. Matacandiles
 122. Meapilas
 123. Melón
 124. Mendrugo
 125. Mentecato
 126. Mequetrefe
 127. Merluzo
 128. Metemuertos
 129. Metijaco
 130. Mindundi
 131. Morlaco
 132. Morroestufa
 133. Muerdesartenes
 134. Orate
 135. Ovejo
 136. Pagafantas
 137. Palurdo
 138. Pamplinas
 139. Panarra
 140. Panoli
 141. Papafrita
 142. Papanatas
 143. Papirote
 144. Paquete
 145. Pardillo
 146. Parguela
 147. Pasmarote
 148. Pasmasuegras
 149. Pataliebre
 150. Patán
 151. Pavitonto
 152. Pazguato
 153. Pecholata
 154. Pedorro
 155. Peinabombillas
 156. Peinaovejas
 157. Pelagallos
 158. Pelagambas
 159. Pelagatos
 160. Pelatigres
 161. Pelazarzas
 162. Pelele
 163. Pelma
 164. Percebe
 165. Perrocostra
 166. Perroflauta
 167. Peterete
 168. Petimetre
 169. Picapleitos
 170. Pichabrava
 171. Pillavispas
 172. Piltrafa
 173. Pinchauvas
 174. Pintamonas
 175. Piojoso
 176. Pitañoso
 177. Pitofloro
 178. Plomo
 179. Pocasluces
 180. Pollopera
 181. Quitahipos
 182. Rastrapajo
 183. Rebañasandías
 184. Revientabaules
 185. Ríeleches
 186. Robaperas
 187. Sabandija
 188. Sacamuelas
 189. Sanguijuela
 190. Sinentraero
 191. Sinsustancia
 192. Sonajas
 193. Sonso
 194. Soplagaitas
 195. Soplaguindas
 196. Sosco
 197. Tagarote
 198. Tarado
 199. Tarugo
 200. Tiralevitas
 201. Tocapelotas
 202. Tocho
 203. Tolai
 204. Tontaco
 205. Tontucio
 206. Tordo
 207. Tragaldabas
 208. Tuercebotas
 209. Tunante
 210. Zamacuco
 211. Zambombo
 212. Zampabollos
 213. Zamugo
 214. Zángano
 215. Zarrapastroso
 216. Zascandil
 217. Zopenco
 218. Zoquete
 219. Zote
 220. Zullenco
 221. Zurcefrenillos
 
 

lunes, 2 de febrero de 2015

Separaciones

He leído en Facebook esta carta y no he podido resitirme a publicarla. A quien le interese leer y reflexionar.
 
Desde hace un tiempo, cuando camino por la ciudad veo hombres solos sentados en bancos de la calle con un par de maletas. No son viajeros. Tampoco mendigos. Sufren lo que podríamos llamar el desahucio masculino, una nueva lacra de nuestras sociedades tan preocupadas por la justicia y la igualdad. Desde hace un tiempo hablo también con hombres sentados al volante de un taxi o a la mesa de una oficina, hombres que, después de trabajar toda su vida, apenas pueden soñar con jubilarse, porque de un sueldo de 1.800 euros al mes deben pagar a su exmujer 1.500. Hombres que con más de 40 años no tienen más remedio que volver a dormir en casa de sus padres. O en la de un amigo. Y eso, con suerte. Desde hace un tiempo sé que en nuestro país hay más de un hombre sentado en la cárcel, cumpliendo condena por una sentencia basada tan sólo en falsos testimonios.
La igualdad no se consigue con nuevas injusticias. La igualdad sólo se alcanza con esfuerzo, coraje y buena voluntad. Haciéndonos pasar por víctimas de los hombres cuando no lo somos, las mujeres nos volvemos aún más débiles. Y dañinas. En perjuicio de las que realmente lo han sido tantas veces, o lo siguen siendo. No pretendamos tener sólo derechos. Compartamos la custodia y las cargas económicas. Sólo así podremos ser iguales. Debemos ser capaces de respetar al hombre con el que hemos convivido algunos años, o buena parte de nuestra vida. Debemos poder plantear una separación en términos de reciprocidad, en lugar de hacerlo llevadas por una venganza ciega o el egoísmo, y mal aconsejadas por abogados, amigos o parientes. Pensemos en nuestros padres varones, en nuestros hermanos, en nuestros hijos. Lo que no queremos que sufran ellos no se lo hagamos nosotras a sus padres...
 
Tengo una compañera de trabajo que cuando escucha que le he colgado el armario del baño a mi compañero de piso, dice que eso no se hace, que eso es cosa de hombres. Pues ya, si le digo que el chico es gay, ni te cuento... ¡Tiene 40 años y es de lo más retrógrado que he oído en la vida! Y eso que se ha criado en Alemania, pero con unos padres que debían de ser de la España profunda y sin ganas de salir de ella... jesús,jesús... qué pena...
 
Oye, que hoy he ido a correr sola, he subido al Tibidabo sola y estoy hecha una campeona, ¡¡yo sola a mi bola!! Jajaja.
Viva las chicas moderrrrnas!!!
¡¡Un besazo!!