Las lamentaciones en materia de sexo pueden acompañarnos hasta la tumba. Un estudio revela qué nos hubiese gustado hacer en la cama y qué errores cometimos.
Para empezar este artículo recurriré a la técnica
cinematográfica del flashforward, a la que tan acostumbrados nos tenía la serie
Perdidos y viajaremos hacia el futuro. La generación que ahora vive su
plenitud sexual se ha hecho mayor y ha alcanzado la tercera edad. Las pensiones
han pasado a la historia y la gente debe ganarse su sustento hasta que estire
la pata, o encontrar a alguien que lo haga por ellos. Por lo tanto, los pisos
en los que los viejecillos comparten casa, como cuando eran estudiantes, son
muy comunes, ya que muy poca gente puede permitirse una vivienda propia. Los
ancianos más espabilados se dedican a dar talleres del tipo Cómo hablar por
teléfono, Cómo iniciar una conversación con un extraño en un espacio público o
El arte de comunicarte con tus compañeros de trabajo en persona y no por email,
ya que las redes sociales convirtieron hace años a la humanidad en seres
solitarios, con relaciones digitales y amigos a larga distancia. El sexo,
demasiado peligroso y una forma de contagio altamente arriesgada, ha sido
sustituido por apps que uno se descarga en su tableta personal y que reproducen
fielmente los orgasmos de antaño. Las hay de muchas clases y permiten tener
relaciones con el personaje público o la celebrity de turno. También hay clímax
en forma de vibración electromagnética, pero esos son ya más caros.
En este escenario nuestros viejecillos –es decir,
nosotros, sí hemos vivido hasta entonces–, se reúnen, recuerdan anécdotas y
hablan de sexo, cuando era una batalla cuerpo a cuerpo y no una aburrida
frecuencia vibratoria. ¿Sobre qué discuten, qué historias recuerdan y, sobre
todo, de qué se arrepienten?
Un grupo de científicos de la Universidad de
Austin, en Texas, se hicieron la misma pregunta y para responderla, llevaron a
cabo un experimento que se publicó en Archives of Sexual Behavior. El estudio incluía
a sujetos de diferentes orientaciones sexuales como gays, lesbianas, bisexuales
y heteros. Los arrepentimientos más comunes de las mujeres en materia sexual
eran, por este orden: Haber perdido la virginidad con la persona equivocada
(24%), engañar a la pareja con otro (23%) e ir demasiado rápido a la hora de
tener sexo (20%). Las tres mayores lamentaciones de los hombres, sin embargo,
apuntaban más a las oportunidades perdidas. La primera era haber sido demasiado
vergonzoso con las chicas (27%), seguida de no haber tenido más aventuras en su
juventud (23%) y no haber sacado más jugo a su época de soltero (19%). El sexo
femenino adelantaba, en un 17%, al masculino (10%) cuando se trataba de
arrepentirse de irse a la cama con parejas no demasiado atractivas y,
claramente, reconocía más remordimientos que ellos respecto al sexo de una
noche. Muchos interpretaron este estudio como una confirmación de los instintos
y la biología más ortodoxa. Los hombres deben cubrir al mayor número posible de
hembras para perpetuar la especie, y estas tienen la misión de elegir al mejor
macho, y por lo tanto, los genes más fuertes para su descendencia. Una idea que
tiene su parte de verdad, lo que algunos obvian es que la mayoría, excepto el
señor Gallardón, estamos de acuerdo en que el fin último de la especie humana
ya no es el de reproducirse.
Siguiendo un orden cronológico, resulta que la
mayoría de las personas coinciden en que la pérdida de la virginidad no fue el
culmen de sus vidas eróticas, pero a diferencia del estudio de Texas, nadie
parece lamentarlo demasiado. Según Francisca Molero, sexóloga, ginecóloga y
directora del Institut Clinic de Sexología de Barcelona, “gran parte de la
gente lo ve como un trámite por el que hay que pasar para entrar en la edad
adulta, pero no le concede gran importancia. En los adolescentes existe una
presión para perder la virginidad e iniciarse en el sexo, que es generalmente
en torno a los 22 ó 23 años. Si a esa edad no se ha iniciado uno en la
actividad sexual es muy probable que esto suponga una carga, y llegar a los 30
sin haberlo hecho puede generar problemas o traumas en algunas personas”.
Una vez roto el hielo y todavía sin compromiso, lo
normal es que la gente experimente aventuras de todo tipo, que vayan engrosando
su lista de experiencias sexuales, buenas y malas. Es el momento del sexo
casual y los affaires de una sola noche, que las mujeres parecen lamentar más
que sus colegas varones. Según Molero, “los arrepentimientos más comunes en
materia de sexo, y yo diría en la vida en general, son aquellas cosas que
queríamos hacer y no hicimos por miedo o dejadez; o las que hicimos sin
quererlo mucho, pero que por diversas causas nos sentimos obligadas a hacer. Es
verdad que muchas mujeres reniegan de experiencias meramente sexuales, en las
que no había un fondo sentimental, pero también las recuerdan de forma negativa
porque se embarcaron en ellas sin estar muy convencidas, por la presión de que
había que ser activa sexualmente o para no defraudar a nadie”.
Si hay una parcela en la que la teoría económica
del laissez faire funciona, es en el terreno del sexo casual. Todo el mundo
busca su propio beneficio y así se llega al bien común, porque cuando, en
posición horizontal, estamos pensando solo en satisfacer al otro, lo más normal
es que nadie salga satisfecho. El aspecto físico es otro apartado a tener en
cuenta. ¿Las ideas o cánones estéticos nos han privado de disfrutar en más de
una ocasión? Parece ser que sí. Yo recuerdo una cita a ciegas que tuve hace
bastantes años y que una compañera de trabajo arregló para mí, argumentando que
“éramos muy parecidos y teníamos el mismo sentido del humor”. En cuanto vi al
interfecto me di cuenta que mi colega padecía de miopía galopante, pero lo peor
es que el individuo –que distaba mucho de parecerse a Brad Pitt– me sugirió,
durante la cena, que estaría mucho mejor con cinco kilos menos. Yo le contesté
que era mucho menos ambiciosa y que con un solo un gramo de cerebro en su
cabeza me contentaría. Marcaría una enorme diferencia en el trascurso de la
velada y en su posición en la cadena evolutiva. Yo tengo la teoría de que
debemos tratar a la persona que esté en nuestra cama como a la más exquisita
del mundo, en ese momento. Pensar que estaría mejor con 10 centímetros más,
pelo en la cabeza o los ojos verdes es desperdiciar la vida y asentarse en la
perpetua insatisfacción.
La queja más común referente a la vida con pareja
estable es la de no haber puesto antes fin a una relación que llevaba muerta
mucho tiempo. Años desperdiciados en situaciones sin marcha atrás. Francisca
Molero cuenta como a su consulta llegan casos con este problema, “ahora abundan
mucho las parejas relativamente jóvenes que conviven, se llevan bien, tienen
intereses comunes, pero ya no tienen sexo. La atracción sexual ha desaparecido
y cuando eso ocurre, recuperar la relación es prácticamente imposible. A estas
parejas les cuesta mucho romper porque todavía hay cariño, se instalan en una
dinámica cómoda o por causas económicas. Pero a la larga esto pasa factura y es
muy común que se vean esos años desperdiciados con un sentimiento de
frustración”.
Según esta sexóloga los deberes que deberíamos
hacer ambos sexos para no arrepentirnos, en un futuro, de no haber aprovechado
más nuestra sexualidad pasarían porque “los hombres expresaran más sus
sentimientos y emociones, se comunicaran más; mientras que las mujeres tendrían
que ser más genitales y conocer mejor sus cuerpos. La vagina es todavía la gran
desconocida y deberíamos familiarizarnos más con nuestra área de placer”.
Recientemente la sexóloga en activo más veterana
del mundo, Shirley Zussman, con 100 años y consulta en el Upper East Side de
Nueva York –recibe 12 visitas semanales- ha expresado sus puntos de vista sobre
la sexualidad actual. A lo largo de su vida Zussman ha sido testigo de la
legalización de la píldora anticonceptiva, ha sido discípula de Masters y
Johnson, ha vivido la revolución sexual de los 70 y la aparición del sida en
los 80. A esta adorable ancianita le preocupa el exceso de trabajo y la forma
en que el ritmo de vida nos deja exhaustos, lo que destruye nuestra libido. “El
deseo necesita una cierta cantidad de energía”, cuenta en la revista Time;
además del impacto de las nuevas tecnologías en la vida sexual de la gente.
“Hay una falta de conexión entre las personas por culpa de los Iphones.
Actualmente hay mucho menos contacto físico. Hay menos tacto, conversaciones,
abrazos, miradas. Necesitamos del contacto físico para sentirnos queridos. No
entiendo como la gente ha perdido todo esto y parece no darse cuenta”. Volvemos
de nuevo al tiempo real, el flashforward ha acabado y el fantasma de las
sexualidad futura se ha evaporado. Ya sabe, sino quiere lamentarse acabe de
leer este artículo, cierre el ordenador y haga caso a la abuela Shirley. Cien
años de sexo enseñan muchas cosas.
Leído
en: http://smoda.elpais.com/articulos/que-es-probable-que-lamentes-manana-de-tu-vida-sexual/5398
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