La Puerta de Alcalá, construida entre 1769 y 1778 por orden
del Rey Carlos III, ha sido restaurada en numerosas ocasiones, pero nunca se
han tapado los orificios que tiene el monumento en sus dos fachadas. El
monumento de Francisco Sabatini ha sido testigo durante este tiempo de
episodios bañados de sangre, donde las cicatrices de la pólvora también han
quedado impregnadas en sus pilares para siempre. Se han llevado a cabo en ella
hasta cinco remodelaciones, pero nunca se han tapado estos agujeros que son garantía
de lo ocurrido en nuestra historia.
Uno de los enfrentamientos que pudieron dejar huellas en
este emblema de casi 20 metros de altura fue el que se produjo el 2 de mayo de
1808 con la resistencia de los madrileños a la entrada de las tropas francesas
de General Murat y la lucha que allí se encarnizó.
También fue la Puerta de Alcalá el escenario donde en 1823,
con la entrada de las tropas francesas, conocidas como los Cien Mil Hijos de
San Luis, para apoyar el absolutismo de Fernando VII frente a los liberales, se
desató otra batalla. Los defensores excavaron trincheras en la calle de Alcalá
para protegerse de la invasión francesa.
Tres anarquistas descargaron sus pistolas contra el vehículo
del presidente Eduardo Dato el 8 de marzo de 1921, cuando se dirigía a su casa.
Los impactos de bala quedaron en el lateral norte del monumento.
En la Guerra Civil Española (1936-1939), durante el asedio
de Madrid y al final de la misma en los enfrentamientos producidos con motivo
del golpe del coronel Casado, también voló fuego cruzado en este lugar. El
número de impactos que muestra en su fachada exterior, es mayor que el de su
lado interior.
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