Una golondrina no hace verano, pero un proyecto de
ley sí; al menos eso es lo que debe pensar el Ministro Ruiz Gallardón mientras
deshoja las margaritas de su pensil: “Reforma del aborto sí, reforma del aborto
no”; “dimisión no, dimisión sí”…
El Ministro de Justicia, allá cuando el estío se
desvestía de julio, dijo que el proyecto de ley sobre la reforma del aborto se
aprobaría antes de que acabara el verano, es cierto que mostró sus dudas sobre
cuándo era ese momento, pero no vaciló en situarlo en la referencia estacional,
nada de metáforas ni licencias poéticas para referirse al trayecto de su
proyecto como una travesía en el desierto.
Ahora parece que el verano acaba en marzo, al menos
ese es el tiempo que tiene, según algunas informaciones, para que se apruebe el
proyecto de ley y poder tramitarlo antes de que finalice la legislatura. Por
eso le queda por vivir un “largo y frío verano”, tal y como ha quedado en
evidencia cuando tras sus palabras en la sesión de control del 17-9-14, su
grupo apenas le ha dado el calor de los aplausos.
El Ministro continúa perdido entre lo divino y lo
humano, y utiliza la moral que le dicta la fe para imponer a las mujeres una
ley que les obliga a ser madres en caso de embarazos no deseados. ¿Qué dios o
qué moral puede obligar a ello?… Sólo
quien ve a las mujeres como un instrumento para la maternidad las puede forzar
en contra de su voluntad. Ni siquiera el nasciturus, como ha reconocido el
Tribunal Constitucional, puede imponer su protección por encima de la madre.
Quizás por ello el Ministro juega con uno de los
mitos tradicionales sobre las mujeres, ese que afirma que “las mujeres en
realidad quieren decir sí cuando dicen no”; y que, por tanto, el problema se
resuelve a base de insistencia. Sólo hay que insistir por encima de su
voluntad, pues según esa idea, al final se darán cuenta de “lo equivocadas que
estaban y de lo feliz que pueden ser en las nuevas circunstancias”.
Parece que para el Sr. Gallardón proteger a las
mujeres es decidir por ellas, a lo mejor comparte lo de la “superioridad
intelectual” que manifestaba su excompañero de Gobierno Arias Cañete, y con su
ley busque una norma que permita ejercer ese paternalismo sin problemas. Pero
actuar de ese modo, como le han dicho en el Congreso, es “legislar en contra de
las mujeres”, pues significa hacerlo en contra de su libertad y de su dignidad.
Y también es legislar en contra de los hombres que creemos en los Derechos
Humanos, y que queremos la Igualdad como una de las referencias sobre las que
articular la convivencia.
Por eso
sorprende que nadie, ni su ministerio ni ningún otro, haya planteado la
solución al aborto por medio de la prevención de los embarazos no deseados a
través de la educación sexual, ni quieran, tampoco, oír hablar de afectividad y
sexualidad ni de nada parecido. Para ellos todo queda reducido a “pecado o
delito”.
Lo que quizás no sepa el Ministro Gallardón es que
el último informe global de la OMS sobre el aborto, realizado junto al
Guttmacher Institute de Nueva York, concluye que el número de abortos en todo
el planeta se ha reducido desde 1995 un 8’7%, y que esa disminución ha sido del
44’1% en Europa. Entre los factores que han facilitado ese descenso está el
desarrollo de leyes permisivas con el aborto, puesto que lo que hacen estas
normas es abordar el problema de los embarazos no deseados desde una
perspectiva integral, no sólo mirando al resultado y quedarse en el “aborto sí,
aborto no”.
Esa es la razón de que el informe también recoja
que las legislaciones restrictivas con el aborto no se acompañan de una
disminución del número de abortos, lo único que se modifica es el lugar y las condiciones donde las
mujeres abortan, y las consecuencias de esta inseguridad sobre la salud de las mujeres. La situación llega
a ser tan grave que el 4% de las muertes maternas se producen como consecuencia
de abortos (inducidos y espontáneos), lo
cual significa que 70.000 mujeres mueren cada año en el mundo por abortos; una
mujer cada 8 minutos.
No se puede defender la vida “en abstracto” sin que
importe la vida de las mujeres, ni se puede pensar que los abortos disminuirán
porque muchos de ellos se hagan clandestinamente o en clínicas de otros países,
como ocurría en nuestro país al legislar sobre los supuestos que el Gobierno
quiere devolver. Esconder los abortos bajo las alfombras de las estadísticas
oficiales no resuelve el problema, además de ser inmoral.
Si el Ministro Gallardón y el Gobierno defienden la
vida, respetan la libertad de las mujeres y quieren acabar con los abortos,
como afirman, lo que tienen que hacer es mantener la actual Ley de Salud Sexual
y Reproductiva y de la Interrupción Voluntaria del Embarazo que impulsó la
Ministra Bibiana Aído desde el Ministerio de Igualdad, y que hoy tanto apoyo
“popular” tiene; y, además, lo que también deben hacer es dotarla de más
recursos en toda su amplia parte preventiva.
El primer año de dicha norma, sin apenas medios para poder desarrollarla
adecuadamente, ha supuesto una disminución del 5% de abortos. Eso es defender
la vida y respetar a las mujeres, y con ello defender la convivencia bajo la
libertad y buscar una sociedad mejor para hombres y mujeres.
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