Según la RAE aborto (del latín abortus) significa en su
segunda acepción "Interrupción del embarazo por causas naturales o
deliberadamente provocadas. Puede constituir eventualmente un delito".
Sabemos que la lengua es el sistema de comunicación propio de las comunidades
humanas en el que prevalece la ideología de la clase y del poder dominante. Un
claro ejemplo es el machismo propio de nuestra lengua al utilizar el masculino
como generalización. Con la explicación de la propia RAE, que rige nuestra
lengua, lo que está haciendo es justamente eso, imponer como oficial esa
acepción de aborto, la que penaliza a las mujeres que lo realicen. Impone la
ideología de la clase dominante, convirtiendo esa visión moral del aborto en
una verdad para todos asociándola inexorablemente al propio significado de la
palabra aborto.
El debate sobre el aborto es un debate que viene de lejos,
aunque no siempre ha tenido las mismas connotaciones y la misma importancia que
se le da ahora, pero siempre es interesante ver cómo ha ido cambiando el
pensamiento durante milenios. A lo largo de la Historia han sido muchos los
pueblos y las personalidades que han tratado en mayor o menor medida este
asunto. Por ejemplo, los egipcios del imperio faraónico parece ser que no
estaban a favor de la interrupción del embarazo, en buena medida porque lo
consideraban peligroso para la madre. Por su parte Aristóteles no consideraba
aborto aquellas interrupciones voluntarias del embarazo que se producían antes
de que la madre sintiera por primera vez en su interior los movimientos del
bebé. Las que se producían voluntariamente después las calificaba como aborto
contra la eticidad. En el siglo XIII, Santo Tomás de Aquino ya se preocupó de
discernir cuando adquiría el alma el feto, lo que para él, en línea con la
concepción aristotélica, no ocurría hasta que la madre no sintiera sus
movimientos. Por lo tanto, no consideraba aborto que la mujer interrumpiera el
embarazo antes de ese momento.
Durante la Edad Media y a lo largo de la Edad Moderna se
siguió esta consideración tomista del aborto. Por lo tanto, no se castigaban
las interrupciones del embarazo acaecidas antes de sentir la madre al bebé en
su interior. Las condenas por intentar abortar o conseguirlo tras haberlo
sentido fueron haciéndose cada vez más duros aunque los casos documentados son
prácticamente inexistentes, debido en gran medida a lo complicado que era
detectar un embarazo si la mujer se proponía esconderlo y, por consiguiente, el
posterior aborto. En el caso de que los niños naciesen muertos, se podía llegar
a especular sobre si había sido por causas naturales o por la intervención
intencionada de la madre, en cuyo caso sería considerado un infanticidio.
Eduard Fuchs afirma que en la corte el aborto se producía en
mayor medida que entre el pueblo, pero era habitual que el embarazo fuese
ocultado y se abortase sin dejar huella, incluso los embarazos
prematrimoniales. La pregunta es, ¿eso es lo que pretenden en el siglo XXI?
¿que los de arriba, que el 1%, pueda abortar de forma segura y sin ser
perseguido por la ley porque tiene medios para hacerlo y la mayoría de la
población, el 99%, no pueda abortar, porque si lo hace incurre en un delito?
Sí, eso es exactamente lo que buscan con la reforma de la Ley del Aborto.
Las mujeres del pueblo que querían abortar y, evidentemente,
no tenían los privilegios ni las posibilidades de las de la corte, se veían
abocadas a jugarse su propia salud y a desafiar a la muerte con prácticas tan
crueles para la propia mujer como presionarse la cintura con cuerdas, golpearse
la barriga contra la pared o tomar abortivos que compraban a personas con fama
de saber hacerlos pero sin ningún tipo de ciencia. Y vuelvo a lanzar la misma pregunta,
¿eso es lo que buscan con esta ley? ¿quieren que la mayoría de las mujeres se
vean obligadas a ir a matasanos y a jugarse la vida por no poder ejercer un
derecho legítimo? Sí, exactamente eso es lo que quieren, que solo una clase
privilegiada, la suya, pueda abortar con garantías. El resto, la mayoría, que
se tengan que jugar la vida en un quirófano clandestino.
Setecientos años después de que Santo Tomás de Aquino
defendiese que no existía el aborto hasta después de que la madre sintiese en
su vientre al bebé porque hasta ese momento no tenía alma, el papa Pío XI
declaraba que el alma se obtiene en el mismo momento de la concepción.
Gallardón ha realizado la reforma de la Ley del Aborto siguiendo esa línea.
Siguiendo una visión religiosa que además es mucho más arcaica que la visión
que tenía en el siglo XIII un doctor de la Iglesia como Santo Tomás, y también
más arcaica que la visión que en el siglo IV a.C. tenía Aristóteles, el
considerado padre de la cultural de Occidente. Incluso más arcaica que la que
tenían hace 5.000 años en el Egipto faraónico, puesto que a ellos les
preocupaba el aborto por el riesgo que suponía para la madre, porque no tenían
medios, y ahora en el siglo XXI que la ciencia ha avanzado sobradamente en este
tema, Gallardón avoca a las mujeres a arriesgar su vida.
Como decía el principio, se nos está imponiendo a toda la
sociedad la moral de una pequeña clase privilegiada. Además, con esta Ley del
Aborto Gallardón nos está haciendo retroceder más de 5.000 años. No es que esta
ley nos lleve a la Edad Media, sino que incluso en esa época eran modernos
comparados con la ley de Gallardón. Nos hacen retroceder más allá de la Edad
Media, más allá de la Antigua Grecia, más allá del Egipto faraónico. Milenios
de avance para que ahora venga Gallardón a imponer un pensamiento contrario al
que tenía Aristóteles, el padre de la cultura occidental. Milenios de avance
para que en el siglo XXI venga Gallardón a decirles a las mujeres qué pueden
hacer con su cuerpo.
Rubén Fernández-Avilés es Historiador
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