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jueves, 12 de junio de 2014

Guía para ser bueno en el amor (para ellas)

“Los hombres son como el parchís, se comen una y cuentan veinte”, reza el popular y extendido dicho. Parece ser, a tenor de las quejas que muchas mujeres manifiestan sobre el desempeño de los hombres en el dormitorio, que apenas les ha cundido tan amplia experiencia. En un artículo publicado en Psychology Today, el profesor de la Escuela David Geffen de Medicina de la UCLA Billi Gordon asegura que, tras haber pedido su opinión a más de 200 mujeres, los hombres no terminan de entender lo que sus compañeras femeninas necesitan en la cama.
 
¿Cuáles son las quejas más habituales? Gordon las enumera: que terminan demasiado rápido, que no se preocupan lo suficiente por los juegos previos, tienen problemas de higiene (ay) y no son demasiado creativos. Pero, en general, todas las cuitas de las mujeres apuntan a una concepción bastante diferente de lo que realmente implica el acto sexual. Mientras que los hombres son más directos y prefieren ir al grano (y lo que no es el grano), por lo que son el público objetivo de la pornografía, las mujeres tienen una visión más erótica de las relaciones sexuales.
 
Ello implica que el guion del cortejo, seducción y posterior consumación tiene mucha más importancia para las mujeres que para los hombres. “No es una competición”, recuerda el autor de este blog. “Es su enfoque sobre el cumplimiento lo que, paradójicamente, pone nerviosos a los hombres. Son muy competitivos y, desgraciadamente, esta competitividad se lleva por delante sus vidas sexuales”. A continuación presentamos algunos detalles que todo hombre debería recordar antes de meterse en la cama (con una mujer, claro).
 
Haz que se sientan deseadas
 
La confianza es esencial en el sexo, y no únicamente la que tienen los miembros de la pareja entre sí, sino también la que una persona mantiene hacia sí misma (y eso puede aplicarse tanto a hombres como a mujeres). Según Debby Herbenick, una de las sexólogas más importantes de EEUU y autora de Great in Bed (Dorling Kindersley) junto a Grant Stoodard, sus estudios habían demostrado que “las mujeres que se sienten más a gusto con sus genitales lo disfrutan más, tienen más orgasmos y mantienen una actitud más positiva hacia el sexo”. En otras palabras, sentirse deseada (bella, atractiva y reconocida), y no un mero objeto al que se recurre para calmar los instintos más primarios, es esencial para mantener una vida sexual saludable.
 
Ve más allá de los puntos básicos
 
Los pezones, el clítoris o la vagina son los puntos fuertes de la sexualidad femenina y, conscientes de ello, los hombres se abalanzan sobre dichos puntos como si fuesen la llave que abre la puerta de la satisfacción de sus parejas. En realidad, no se trata de nada más que de atajos que exigen poco esfuerzo y que, a la larga, no dejan contento a nadie. Los muslos, el contorno de los pechos, el cuello, la espalda (u otras zonas inexploradas) también deberían ser objeto de las caricias del hombre.
 
No te apresures
 
Como toda buena historia, el coito debe tener un planteamiento, un nudo y un desenlace. Si dedicamos dos minutos a poner en marcha la acción, otros dos a desarrollarla y cinco minutos a terminar no estaremos contando más que una anécdota. La sexualidad femenina es menos física y más psicológica que la masculina, por lo que ir in crescendo, preocupándose por cada uno de los pasos que se dan, es esencial para garantizar el éxito amatorio.
 
No es un sprint, pero tampoco un maratón
 
Tan perjudicial puede ser darse demasiada prisa como ir lento, tan lento que terminemos provocando el sueño o el desinterés de la pareja. Como recuerda Madison Moore, algunos hombres se empeñan en mantener el carrusel de sensaciones durante tanto tiempo que el coito parece no terminarse nunca. Pongamos fin en algún momento, ya habrá tiempo para más. Lo poco agrada y lo mucho cansa (física y mentalmente).
 
No seas un cobarde
 
Durante el encuentro sexual, tanto hombres como mujeres adoptan diferentes roles, tanto de comportamiento como de dominación/sumisión, aunque no haya esposas ni látigos implicados en el asunto. Es decir, quién da el primer paso, quién dice a la otra persona qué hacer, etc. Aunque no debemos traspasar ciertos límites sin el beneplácito de nuestra pareja, una excesiva cortesía puede acabar con todo el morbo de la situación. Es decir, nada de “¿le importa que le desabroche el sujetador? Gracias”.
El sexo no es un proceso que sólo tiene como fin el orgasmo
 
Los hombres, en muchos casos, consideran que el sexo consiste en una sucesión de gestos y comportamientos que, bien ejecutados, nos llevarán a un único objetivo: el orgasmo. Pero se trata de una concepción anticuada, muy occidental, del acto sexual –ahí está el sexo tántrico para demostrarlo–. En realidad, cada paso tiene su importancia, y aunque el orgasmo sea el clímax del encuentro sexual, si no somos capaces de extraer placer de cada uno de los momentos del proceso, fracasaremos en nuestro intento.
 
Hay que mancharse las manos
 
Figurada y literalmente. O, en otras palabras, hay que currárselo un poco. El sexo es algo que cansa, que te hace sudar, que requiere cierto esfuerzo físico y confianza entre las dos personas para manifestar sus preferencias. Si no nos sentimos con ganas de hacer todo eso, es porque seguramente nuestro deseo no es lo suficientemente fuerte como para proporcionar una buena experiencia sexual a la otra persona, y lo notará.
 
Mantén la mente abierta
 
Cada persona tiene sus preferencias, así como una lista de cosas que no está dispuesta a hacer. Cuantas más abundantes sean estas últimas, más estrecho será el abanico de posibilidades que la cama nos ofrezca, por lo que es conveniente mantener la mente abierta, aprender continuamente y dejarse aconsejar. Un “no” como respuesta en el dormitorio puede dar lugar a una situación violenta. Mejor responder con un “quizá, ¿cómo lo hacemos?”
 
Aprende nuevas posiciones
 
Si te has quedado sin ideas, el Kamasutra te proporcionará unas cuantas decenas de posiciones alternativas, eso sí, no aptas para todos los cuerpos. Repetir las mismas costumbres sólo nos lleva a los mismos resultados, y si queremos escapar de la monotonía, se puede empezar por lo meramente físico y probar otras combinaciones. Quizá no quieras repetir, pero al menos, te acostarás –perdón, te dormirás– sabiendo una cosa más.
 
Aprende las palabras correctas
 
Debido a que la sexualidad femenina es más sugerente que explícita, la palabra ocupa un interesante lugar en la cosmogonía de elementos que configuran la fantasía sexual de una mujer. No se trata de repetir esos lugares comunes que muchos hombres han aprendido de la pornografía, sino de pronunciar las palabras correctas que pueden disparar la excitación femenina, y que sólo conoceremos si entendemos lo suficiente a la otra persona. Sin embargo, si no somos muy duchos con el lenguaje, es preferible callar antes de pifiarla.

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