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miércoles, 26 de marzo de 2014

Reflexión XXX: ¿Sufrir?

Este es un ensayo de Viktor Frankl, neurólogo, psiquiatra, sobreviviente del holocausto y el  fundador de la disciplina; que conocemos hoy como Logoterapia.

No eres Tú, soy Yo...  ¿Quién te hace sufrir? ¿Quién te rompe el corazón? ¿Quién te lastima? ¿Quién te roba la felicidad o te quita la tranquilidad? ¿Quién controla tu vida?... ¿Tus padres? ¿Tu pareja? ¿Un antiguo amor? ¿Tu suegra? ¿Tu jefe?...

Podrías armar toda una lista de sospechosos o culpables. Probablemente sea lo más fácil. De hecho sólo es cuestión de pensar un poco e ir nombrando a todas aquellas personas que no te han dado lo que te mereces, te han tratado mal o simplemente se han ido de tu vida, dejándote un profundo dolor que hasta el día de hoy no entiendes.

Pero ¿sabes? No necesitas buscar nombres. La respuesta es más sencilla de lo que parece, y es que nadie te hace sufrir, te rompe el corazón, te daña o te quita la paz. Nadie tiene la capacidad al menos que tú le permitas, le abras la puerta y le entregues el control de tu vida.

Llegar a pensar con ese nivel de conciencia puede ser un gran reto, pero no es tan complicado como parece. Se vuelve mucho más sencillo cuando comprendemos que lo que está en juego es nuestra propia felicidad. Y definitivamente el peor lugar para colocarla es en la mente del otro, en sus pensamientos, comentarios o decisiones.

Cada día estoy más convencido de que el hombre sufre no por lo que le pasa, sino por lo que interpreta. Muchas veces sufrimos por tratar de darle respuesta a preguntas que taladran nuestra mente como: ¿Por qué no me llamó? ¿No piensa buscarme? ¿Por qué no me dijo lo que yo quería escuchar? ¿Por qué hizo lo que más me molesta? ¿Por qué se me quedó viendo feo? y muchas otras que por razones de espacio voy a omitir.

No se sufre por la acción de la otra persona, sino por lo que sentimos, pensamos e interpretamos de lo que hizo, por consecuencia directa de haberle dado el control a alguien ajeno a nosotros.

Si lo quisieras ver de forma más gráfica, es como si nos estuviéramos haciendo vudú voluntariamente, clavándonos las agujas cada vez que un tercero hace o deja de hacer algo que nos incomoda. Lo más curioso e injusto del asunto es que la gran mayoría de las personas que nos "lastimaron", siguen sus vidas como si nada hubiera pasado; algunas inclusive ni se llegan a enterar de todo el teatro que estás viviendo en tu mente.

Un claro ejemplo de la enorme dependencia que podemos llegar a tener con otra persona es cuando hace algunos años alguien me dijo:

"Necesito que Enrique me diga que me quiere aunque yo sepa que es mentira. Sólo quiero escucharlo de su boca y que me visite de vez en cuando aunque yo sé que tiene otra familia; te lo prometo que ya con eso puedo ser feliz y me conformo, pero si no lo hace... siento que me muero".

¡Wow! Yo me quedé de a cuatro ¿Realmente ésa será la auténtica felicidad? ¿No será un martirio constante que alguien se la pase decidiendo nuestro estado de ánimo y bienestar? Querer obligar a otra persona a sentir lo que no siente... ¿no será un calvario voluntario para nosotros?

No podemos pasarnos la vida cediendo el poder a alguien más, porque terminamos dependiendo de elecciones de otros, convertidos en marionetas de sus pensamientos y acciones.

Las frases que normalmente se dicen los enamorados como: "Mi amor, me haces tan feliz", "Sin ti me muero", "No puedo pasar la vida sin ti", son completamente irreales y falsas. No porque esté en contra del amor, al contrario, me considero una persona bastante apasionada y romántica, sino porque realmente ninguna otra persona (hasta donde yo tengo entendido) tiene la capacidad de entrar en tu mente, modificar tus procesos bioquímicos y hacerte feliz o hacer que tu corazón deje de latir.

Definitivamente nadie puede decidir por nosotros. Nadie puede obligarnos a sentir o a hacer algo que no queremos, tenemos que vivir en libertad. No podemos estar donde no nos necesiten ni donde no quieran nuestra compañía. No podemos entregar el control de nuestra existencia, para que otros escriban nuestra historia. Tal vez tampoco podamos controlar lo que pasa, pero sí decidir cómo reaccionar e interpretar aquello que nos sucede.

La siguiente vez que pienses que alguien te lastima, te hace sufrir o controla tu vida, recuerda: No es él, no es ella... ERES TÚ quien lo permite y está en tus manos volver a recuperar el control.

"Al hombre se le puede arrebatar todo, salvo una cosa: La última de las libertades humanas-la elección de la actitud personal que debe adoptar frente al destino- para decidir su propio camino".

2 comentarios:

  1. En un libro encontré la siguiente historia, a los que estén pasando por un desamor, la recomiendo mucho

    Algo que me sorprende es la capacidad que tenemos para sufrir, y aguantar por amor los desprecios de la persona supuestamente amada.
    ¿Qué necesitamos o qué nos hace falta , para estar aferrados a alguien que sabemos no nos conviene?
    ¿Qué en nuestro interior nos motiva a no dejar ir a alguien que su sola presencia nos lastima, y hace que perdamos poco a poco nuestra propia identidad y autoestima?

    En alguna parte, alguna vez leí:

    EL AMOR VERDADERO LIBERA, NO TE HACE ESCLAVO DE LA VOLUNTAD NI DEL ESTADO DE ÁNIMO DE LA OTRA PERSONA. EL AMOR VERDADERO TE HACE SER TÚ, Y TE LLEVA A LIMITES INIMAGINABLES. TE IMPÙLSA A DAR LO MEJOR DE TÍ, NO PORQUE TENGAS A LA OTRA PERSONA A TU LADO, SINO PORQUE ESA PERSONA TE AYUDA A DESCUBRIRTE

    ¿VALE LA PENA SUFRIR POR ALGUIEN?

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  2. Cuentan que una bella princesa estaba buscando esposo. Aristrócatas y adinerados señores, habían llegado de todas partes para ofrecer sus maravillosos regalos; joyas, tierras, ejércitos y tronos, conformaban los objetos para conquistar a tan especial creatura.
    Entre los candidatos se encontraba un joven plebeyo, que no tenía más riqueza que amor y perseverancia. Cuando le llegó el momento de hablar, dijo:
    - Princesa, te he amado toda mi vida. Como soy un hombre pobre y no tengo tesoros para darte, te ofrezco mi sacrificio como prueba de amor. Estaré cien días sentado bajo tu ventana, sin más alimentos que la lluvia y sin más ropas que la que llevo puesta. Esa es mi dote...
    La princesa, conmovida por semejante gesto de amor, decidió aceptar:
    - Tendrás tu oportunidad: si pasas la prueba, me desposarás.
    Así pasaron las horas y los días. El pretendiente estuvo sentado, soportando los vientos, la nieve y las noches heladas. Sin pestañear, con la vista fija en el balcón de su amada, el valiente vasallo siguió firme en su empeño, sin desfallecer un momento. De vez en cuando, la cortina de la ventana real dejaba traslucir la esbelta figura de la princesa, la cual con un noble gesto y una sonrisa, aprobaba la faena. Todo iba a las mil maravillas,incluso algunos optimistas habían empezado a planear los festejos.
    Al llegar el día 99, los pobladores de la zona, habían salido a apoyar al próximo monárca. Todo era alegría y fiesta, hasta que de pronto, cuando faltaba una hora para cumplirse el plazo, ante la mirada atónita de los asistentes y la perplejidad de la jóven princesa, se levantó y sin dar explicación alguna, se alejó lentamente del lugar.
    Unas semanas después, mientras deambulaba por un solitario camino, un niño lo alcanzó y le preguntó:
    -¿Qué fue lo que te ocurrió?... Estabas a un paso de lograr la meta... ¿Porqué perdiste esa oportunidad?... ¿Porqué te retiraste?
    Con profunda consternación, y después de derramar algunas lágrimas, contestó en voz baja:
    -Si ella no me ahorró un día de sufrimiento... Ni siquiera una hora, es porque no merecía mi amor.

    El merecimiento no siempre es egolatría, sino dignidad.

    Cuando damos lo mejor de nosotros mismos a otra persona, cuando decidimos compartir la vida, cuando abrimos nuestro corazón de par en par, y desnudamos el alma hasta el último rincón; cuando perdemos la vergüenza, cuando los secretos dejan de serlo, cuando reconocemos nuestros errores, pedimos perdón e intentamos con todas nuestras fuerzas ser mejores...

    al menos merecemos comprensión.

    Que se menosprecie, ignore, olvide o desconozca friamente el amor que regalamos a manos llenas es desconsideración o, en el mejor de los casos, desinterés o ligereza.

    Cuando amamos a alguien que, además de no correspondernos, desprecia nuestro amor y nos hiere estamos en el lugar equivocado.

    Esa persona no se hace merecedora del afecto que le prodigamos.

    La cosa es clara: si no me siento bien recibido en algún lugar, empaco y me voy.
    Nadie se quedaría tratando de agradar, y disculpandose por no ser como les gustaría que fuera.

    No hay vuelta de hoja: en cualquier relación de pareja que tengas, no te merece quien no te ame, y menos aún, quien te lastime. Y si alguien te hiere reiteradamente sin "mala intención", puede que te merezca, pero no te conviene.

    Retirarse a tiempo, con la satisfacción de haber dado lo mejor de nosotros mismos ¡no tiene precio!

    ¡ANIMO... ESFORCÉMONOS POR SER FELICES!

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