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viernes, 25 de octubre de 2013

Los elementos esenciales de la atracción sexual

Por suerte, no a todos nos gusta el mismo tipo de personas. La belleza es subjetiva y quien resulta atractivo para algunos puede resultar indiferente para otros. Esto no quiere decir que no haya gente guapa y fea, que la hay, lo que ocurre es que el físico no es el único componente que configura el atractivo sexual de una persona.
 
Todos nos hemos sentido atraídos por alguien que, sin ser especialmente guapo, tenía carisma, era interesante, gracioso o, sencillamente, nos hacía tilín, sin saber por qué. Pero todo tiene una explicación, a buen seguro el susodicho cumplía uno o varios de estos cuatro componentes del atractivo sexual.
 
1. Atractivo estático
 
Poco se puede hacer para mejorar este aspecto del atractivo y, por mucho que nos empeñemos en lo contrario, se deteriora con el tiempo. El atractivo estático es la parte a priori inalterable de nuestra belleza: la forma de nuestra cara, nuestra complexión, la silueta de nuestro cuerpo…
 
Es la parte del atractivo que viene marcado por preferencias biológicas y estas son las mismas para todo el mundo. A los hombres les gustan las mujeres con grandes pechos, cintura estrecha y buenas nalgas, labios grandes, mandíbula pequeña y barbilla estrecha. A las mujeres les gustan los hombres con mandíbulas pronunciadas, pómulos bien marcados y un peso correcto. Y no hay nada que hacer contra esto: biológicamente hablando nos gustan las personas fértiles, con buenos genes, y un sistema inmune bien preparado. Y es el aspecto de las personas que cumplen esos requisitos el que nos gusta, aunque no nos paremos a pensarlo.
 
El atractivo estático puede modificarse: podemos tener un accidente, envejecer o pasar por el quirófano. También podemos tratar de adelgazar, pero aunque logremos una pequeña mejora perder unos kilos no va a cambiar nuestro rostro. Por suerte, el atractivo estático no es lo único que hace bella a una persona, y ni siquiera es el más importante.
 
2. Atractivo dinámico
 
Hay personas que no son especialmente guapas pero tienen “algo” que les hace atractivas. Ese “algo”, ya sea la forma de andar, de reír o de gesticular, es lo que se conoce como atractivo dinámico y nos sirve para expresar nuestras emociones y mostrar nuestra personalidad al mundo. Es, en definitiva, el carisma de cada persona, como bien define la RAE, la “especial capacidad de algunas personas para atraer o fascinar”.
 
El lenguaje corporal y hablado es fundamental para construir nuestro carisma: por ello las personas divertidas suelen tener tanto éxito. Lo que hace graciosa a una persona no es su atractivo físico, es su forma de hablar y sus gestos.
 
3. Imagen personal
 
El concepto de “imagen personal” se refiere a nuestra habilidad para mejorar artificialmente nuestro atractivo físico. Incluye todas las cosas que uno puede hacer para que mejore su aspecto general: aseo, maquillaje, peinado, estilo de vestir… Quizás, no es tan importante como los dos puntos anteriores –“aunque la mona se vista de seda, mona se queda”– pero tiene bastante peso en el computo final pues, en parte, define también nuestra personalidad. Hay mujeres que nunca saldrían con un hombre que usa chanclas y, por muy guapo que sea el susodicho, no va hacer que cambien su opinión.
 
4. Circunstancias
 
Dice el refrán que “el roce hace el cariño”, y no le falta razón. La situación que nos rodea es muy importante y, aunque en un principio no nos atraiga una persona, el tiempo puede hacer que acabe gustándonos. Si alguien es amable con nosotros, y nos da su afecto, tendemos a crear un vínculo recíproco, que en muchas ocasiones se convierte en amor.
 
De forma similar, las experiencias que vivimos junto a otra persona pueden aumentar el atractivo de ésta. Cuando disfrutamos con nuestra pareja de experiencias satisfactorias su atractivo aumenta, al igual que disminuye si nuestra convivencia es rutinaria. Y cuando empezamos a salir con una persona, si experimentamos algo emocionante podemos atribuir parte de la excitación a la otra persona y sentirnos más atraídos por ella o él, aunque en realidad no tenga nada que ver con lo que haya ocurrido.
 

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