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lunes, 16 de diciembre de 2013

Las palabras que peor pronunciamos

"Que no, abuela, que se dice cro-que-ta. Cro-que-ta. Cocreta no existe. Se lo repito despacio: cro-que-ta". ¿Quién no se ha visto en una igual? Mucho se ha dicho acerca de si la RAE iba a incluir o no dicha desviación lingüística –por el momento, no figura en el diccionario–, y el debate no es tontería, pues son muchas las palabras que pronunciamos mal. Si ese uso incorrecto se extendiera lo suficiente pasaría, sin duda, a ser correcto, como ha ocurrido numerosas veces a lo largo de la historia de la lengua.
 
Se dice con frecuencia que los españoles pronunciamos muy mal en inglés, y el comentario resulta irónico ya que lo que realmente pronunciamos mal es el español. Sea por razones fonéticas, fonológicas o de dialectología, varios vocablos se desvían del uso pertinente y se pronuncian con otras variantes que, si bien normalmente son reflejo de un estrato cultural más bajo, podrían llegar a implantarse como normativas de la lengua si su uso se fijase realmente.
 
Las palabras que peor pronunciamos
 
¿Cuáles son, pues, las palabras peor dichas en castellano? Según una encuesta que realizó la empresa SpinVox, son las siguientes:
 
1. Veniste
 
Los tiempos verbales son los que más padecen la mala pronunciación. La conjugación verbal española es compleja y presenta múltiples irregularidades, por lo que a menudo son objeto de confusión cuando el nivel cultural es bajo. Veniste en lugar de *viniste es uno de los errores más frecuentes en castellano aunque, dentro de los verbos, tampoco se quedan cortos *conducí en lugar de conduje y *andé en vez de anduve.
 
2. Transtorno
 
Es sencillo observar de dónde procede este error: se dice transporte, transatlántico, transformación. Sin embargo, se dice trastorno, sin n. La adición de la nasal en esta palabra es frecuentísima por analogía con todas aquellas que en castellano sí la presentan –que son muchas–.
 
3. Perjuicios
 
La palabra perjuicios, efectivamente, existe en español, el problema es que mucha gente la utiliza cuando quiere referirse a los prejuicios. No debemos confundirlas, pues son bien distintas: los perjuicios son los daños ocasionados, y los prejuicios, la opinión acelerada y sin fundamento que tenemos de algo o alguien.
 
4. Idiosincracia
 
En muchas zonas hispanohablantes, como en todo el sur de la Península Ibérica, se confunde el sonido de la ese con el de la zeta. Sin duda, éste debe ser el origen de la mala pronunciación de idiosincrasia, palabra ya de por sí enrevesada, y que además presenta la confusión entre esos dos sonidos.
 
5. Zarpullido
 
Lo mismo sucede con la mala pronunciación de sarpullido, a la que debemos añadir, quizá, una asociación semántica: es con la zarpa con la que nos rascamos cuando nos sale un sarpullido, de manera que la asociación de ambas, unida a la confusión fónica, da lugar a este frecuente error.
 
6. Inaptitud
 
La falta de aptitud o capacidad se llama en castellano ineptitud, y la *inaptitud, sin embargo, no existe.
 
7. Madrí
 
La última d de la capital española brilla por su ausencia, en una típica relajación de la pronunciación de las consonantes finales que no tienen apoyo en otra vocal: no seamos vagos, y pronunciemos Madrid, con todas sus letras.
 
8. Esparatrapo
 
De nuevo, se unen aquí razones fónicas y semánticas. Por un lado, la t y la d sólo se distinguen en un rasgo: una es sorda y la otra sonora. Por el otro, es obvia la relación con el trapo, pues ambos, el esparadrapo y el trapo, sirven para limpiar. De ahí la divertida confusión entre uno y otro.
 
9. Helicótero
 
Sucede aquí lo mismo que con *Madrí, y es que hay consonantes que carecen de apoyo en otra vocal y requieren un mayor esfuerzo en la pronunciación. Por eso nos comemos la p de helicóptero.
 
10. Tortículis
 
El famoso dolor de cuello se llama tortícolis, que no *tortículis. Tal vez porque la molestia se origina en esa parte del cuerpo, tendemos a pasar la sílaba –cu– de cuello al dolor que se expande por dicha zona. Pero un término tan técnico no deja lugar a dudas.

1 comentario:

  1. Existe otro vicio en l a pronunciación en el que caen, día sí y día también, periodistas y políticos en sus crónicas o declaraciones en los medios de comunicación.

    Se trata del verbo prever, que pronuncian preveer, confundiéndolo por similitud con el verbo proveer.

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