El más difícil todavía: un 69 de pie |
De todos los movimientos del Kamasutra, el 69 es el
que mejor se lo ha montado. Ha contado siempre con buenos asesores de imagen,
ha sabido potenciar al máximo sus virtudes y esconder sus defectos y se ha
recubierto de un halo de erotismo, voluptuosidad y hasta misticismo, del que
carecen otras posturas. Entre tanta excelencia y expectativas, no es extraño
que la reputación que le precede sea casi siempre mayor que la realidad y así
cuando alguno de los miembros de la pareja, en plena faena, sugiere ¿hacemos el
69?, muchos contestan: mejor pasamos directamente al 70.
Aunque esta
practica es tan antigua como el mundo, el nacimiento de su nombre está
vinculado a los años 60 cuando el escritor surrealista francés, Raymon Quereau,
desveló la siguiente ecuación: “uno más uno es 69: dos personas entrelazadas
una sobre la otra, específicamente sobre su sexo”. Pero como sponsor lo mejor
fue cuando Serge Gainsbourg, el autor de la canción Je t’aime moi non plus
junto a Jane Birkin, coreaba en sus conciertos la consigna: “el 69, año
erótico”. En medio de aquella época reivindicativa, de amor libre y quema de
sostenes, la postura encajó perfectamente con la liberación de la mujer y la
igualdad de sexos, al ser una de las más democráticas ya que ambos miembros de
la pareja dan y reciben al mismo tiempo y pueden situarse arriba o abajo,
indistintamente.
Imaginen una
técnica sexual en la que los que la ejecutan disfrutan por igual, hacen gozar
al otro al mismo tiempo y llegan al clímax simultáneamente. ¿Se puede pedir
más? Teóricamente no, pero la realidad no es tan idílica. Elena, de 34 años,
reconoce que “nunca he llegado al orgasmo con el 69. Veo difícil el hecho de
concentrarme en lo que estoy haciendo a mi pareja y, al mismo tiempo, dejarme
llevar por mis sensaciones y mi propio placer. Prefiero hacer las cosas por
turnos, ahora me lo haces tu y luego yo. No es una de mis posturas favoritas.
Yo diría que le gusta más a los hombres que a las mujeres, aunque puede estar
bien para ir entrando en materia. Pero a mi me provoca más risa que otra cosa.
Las veces que la he hecho, ha habido tantos contratiempos que hemos acabado
haciendo chistes”.
Los científicos han descubierto que las arañas, que
cuentan con un repertorio de una decena de posiciones para el coito, también
practican el 69, pero muchos humanos son menos duchos en este arte, en parte
porque, para empezar, cuenta con algunos inconvenientes relativos a la talla o
al peso. Hacerlo con una pareja de altura diferente puede provocar que uno de
los integrantes acabe con lumbalgia, en un intento de querer acortarse para
llegar al lugar estratégico; mientras el otro tenga que alargarse para alcanzar
el fruto del árbol prohibido, lo que puede provocar más de un dolor de
cervicales. El peso es otra cuestión a tomar en cuenta, aunque se recomienda
que ella, o el más ligero de los dos, se sitúe encima. Coordinar el ritmo es
otro de los hándicaps, ya que esta es una postura bastante estática, que no
permite una gran libertad de movimientos. Sin hablar de las panorámicas, que
hacen que muchos la reserven solo para cuando hay ya mucha confianza. No todo
el mundo está dispuesto a exponer sus partes, tan abiertamente, al primero que
pase. Las encuestas demuestran que la mayoría de las parejas que practican este
movimiento tienen en común una gran complicidad.
Luís, 50
años, la define como “una postura contradictoria y muy dada a la polémica. La
gente generalmente la odia o le encanta. Yo creo que el problema es que ha
generado muchas expectativas. Cuando uno empieza a tener relaciones sexuales lo
que quiere es hacer el 69, como representación de lo más morboso que pueda
existir y contárselo a sus amigos. Pero no es una postura para principiantes y
además requiere tiempo. Es como si uno quiere aprender a nadar y empieza por el
estilo mariposa, que es el más difícil y el que requiere más esfuerzo”.
La teoría de Irene, 39 años, es también
interesante, “uno de los problemas que yo le veo al 69 es que, generalmente, la
pareja no llega al orgasmo de forma simultánea y cuando uno lo consigue,
evidentemente deja de seguir practicando el sexo oral al otro porque la tensión
anterior y la relajación posterior se lo impide. El 69 acaba pues cuando el
primero de la pareja alcanza el orgasmo y el otro se queda a medio camino.
Generalmente las mujeres necesitamos más estimulación para conseguirlo. Yo creo
que el 69 está más diseñado para parejas homosexuales, ya que los tiempos de
excitación se asemejan más entre personas del mismo sexo. Es más, yo casi me
atrevería a decir que mejor para las lesbianas. Las mujeres estamos mejor
diseñadas que los hombres para hacer dos cosas a la vez”.
Mientras en Occidente atravesábamos la Edad Media,
los orientales ya practicaban esta y otras muchas posturas, como puede verse en
los relieves del templo Lakshmana, de Khajuraho, en India (siglo X a de C.), en
los que figuras recrean la posición “Kalila” o “postura del cuervo”. Gregorio
Morales, finalista del premio Sonrisa Vertical con Erótica Sagrada (Siddharth
Mehta Ediciones, 1989), comentaba en un artículo para la revista Quo, el pasado
año: “debía de ser tan practicada que el mismo Vatsyayana, autor de Kamasutra,
afirma que “algunas cortesanas están tan obsesionadas por esta forma de placer
físico que abandonan a amantes ricos, honestos e inteligentes por hombres
pobres y vulgares, tales como esclavos o conductores de elefantes, que se
avienen a esta práctica”. Y continúaba, “bien visto, el 69 es un ‘taichí’
–símbolo taoísta– donde fluyen armónicamente el yin y el yang. Para los
tantrikas –monjes que siguen el camino religioso taoísta a través del sexo–, la
práctica oral recíproca crea una progresiva corriente de energía que nivela,
integra y regenera tanto el cuerpo como la mente”.
Pero para opiniones expertas la de Xaviera
Hollander, prostituta, madame, escritora –uno de sus libros más conocidos es
The Happy hooker. My own Story (Sphere Books, 1971) –La prostituta feliz. Mi
propia hostoria–, icono de la revolución sexual y, durante años, autora de la
columna sobre sexo de la revista Penthouse, que no repara en elogios a la hora
de hablar de este simpático número: “me gusta la posición del 69 estilo
francés, en la que los amantes se complacen el uno al otro oralmente. El hombre
se tiende sobre el lado izquierdo con la cabeza frente a la vagina y la mujer
se tiende del lado derecho con la boca frente al miembro del hombre. Se trata
de un juego preliminar antes del acto, pero durante estos juegos se puede
alcanzar el orgasmo, y con mucha intensidad, por cierto. El acto sexual en la
posición 69 me proporciona satisfacción absoluta, tanto psicológica como
física”.
Es pues probable que el 69 sea como esas mujeres
que se hacen las difíciles pero que luego reservan increíbles gratificaciones
físicas y energéticas a sus amantes. Practiquen sin descanso y como dice la
canción Get your kicks on route 66, disfruta en la ruta 66 (en este caso 69).
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