Imagina que estás
en un parque y en el banco de enfrente hay una persona trabajando con su
ordenador portátil. Mientras tanto, la gente va pasando a tu lado, paseando,
corriendo o en bici; pero, de repente, una persona cae al suelo muerta. Y al
poco otra. Y otra. Esa persona con el ordenador en su regazo ha podido matarlas
a distancia haciendo detener los marcapasos que las víctimas llevan
implantados. Puede sonar thriller hollywoodiense con un asesino en serie como
protagonista, pero no es así.
El hacker Barnaby
Jack, fallecido recientemente por causas que aún se desconocen, afirmaba ser
capaz de sabotear el marcapasos, el sistema de diálisis o la bomba de insulina
de una persona para acabar con su vida, aprovechando los fallos de seguridad de
dichos aparatos.
Jack, director de
seguridad de sistemas integrados de la empresa de seguridad informática
IOActive, encontró un modo relativamente
fácil de interferir en los aparatos médicos aprovechando los fallos de seguridad
de éstos y mediante un software que él mismo desarrolló. Con este software, se
puede mandar un impulso eléctrico a una persona con marcapasos en un radio de
15 metros.
Además, también
ideó un sistema capaz de escanear en busca de bombas de insulina inalámbricas
en un radio de 90 metros y poder hackearlas -sin necesidad de conocer el número
de identificación de estas- para que den más o menos insulina de la necesaria,
con los riesgos que ello conlleva para los pacientes.
“Estaba intrigado
por el hecho de que estos aparatos vitales para las vidas de muchas personas se
comuniquen sin cables y decidí ver si se lo hacían de manera segura o si
alguien podría atacarlos remotamente”, contó Jack en una entrevista a Vice un
mes antes de morir. “Por ejemplo, el modelo de bomba de insulina más popular
tiene graves fallos de seguridad”, afirmó. “Informamos a los fabricantes y el
fallo será arreglado en la siguiente revisión”.
Curiosamente,
Jack murió precisamente antes de la cita anual de los hacker de todo el mundo
en Las Vegas, donde iba a hablar sobre la seguridad y el pirateo en los
aparatos médicos. Su repentina muerte ha hecho que se alcen las voces de los
amantes de las teorías conspirativas, y no es para menos. ¿Os imagináis poder
asesinar, a pocos metros y con un ordenador, a mandatarios y políticos
interfiriendo en los aparatos que los mantienen vivos? ¿Verdad que no sería
mejor acabar con el tipo que ha desarrollado la idea y retrasar la amenaza
mientras se moderniza la seguridad de los aparatos? ¿O no ha sido más que una
casualidad? Que cada cual saque sus conclusiones.
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