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viernes, 14 de junio de 2013

Cuentos de hambre

Muchos crecimos oyendo historias de miseria y estraperlo. De los días de pan negro, racionamiento, comedores sociales y almacenes asaltados por madres de hijos famélicos. Hoy, en nuestras calles europeas, cada día hay más niños que se acuestan con punzadas de hambre en el estómago. Este verano, tan pronto cierren las puertas de los colegios, los casals y esplais de Catalunya abrirán las suyas para ofrecer, además de juegos y risas, dos platos y un postre. Comidas envueltas en ilusión para combatir el hambre y su dramatismo. ¿Cómo recordarán esos niños los días en que la nevera se burlaba de ellos? ¿Lo vivirán como un episodio pasajero, sin consecuencias, o el recuerdo de esas tripas enfadadas les marcará para siempre el ánimo? Quizá han visto a sus padres comprar en los supermercados con vales de las oenegés o recoger la comida de un banco de alimentos o incluso revolver en los contenedores en busca de algo que después aparecerá en la mesa del comedor. ¿Cómo se mira al mundo cuando esas imágenes de impotencia, vergüenza y miseria han impregnado tus retinas?
Cuando estos niños cuenten a sus nietos los días de hambre, no adornarán su relato con el aullido de la sirena anunciando un bombardeo, ni hablarán de edificios derruidos ni de tropas desfilando por las calles ni del honor de la batalla. Sin el sinsentido de una guerra, aún será más difícil responder a la pregunta de cómo hemos llegado hasta aquí.
Emma Riverola
Escritora

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