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jueves, 30 de mayo de 2013

Tragedia escrita

Cuatro puñaladas. Cuatro cuchilladas que el agresor nunca debió asestar a la víctima. Porque en esta tragedia ni uno ni otro debieron tener nunca un papel. Hubo un día, años atrás, en que un empleado de Bankia vendió a un hombre unas participaciones preferentes. Quizá sabía que estaba engañando a su cliente o, tal vez, solo obedecía órdenes y no era consciente de estar redactando el primer acto de la tragedia. Llegaron los días de incertidumbre y todo empezó a emborronarse. Lo que parecía sólido, se tambaleaba. Las ostentosas fachadas de los bancos se resquebrajaban. Y las grietas de sus cuentas falseadas se convirtieron en heridas del alma para sus clientes. Fue así como ese hombre que un día había contratado preferentes descubrió que había sido víctima de una estafa. Y que sus ahorros se habían desvanecido en el perverso juego de unos banqueros sin escrúpulos.
 
Entonces llegaron las páginas oscuras de este drama. Baja por depresión es el dictamen de los médicos. Traición es lo que él siente. Porque esos bancos rescatados con su dinero, esos banqueros prejubilados con indemnizaciones obscenas y esos políticos que los amparan son los creadores de esta catástrofe. Ahora acaba de redactar un episodio de locura. El triste acto en el que la víctima se erige en culpable y hunde el puñal de la sinrazón en el hombre que le animó a firmar su sentencia. ¿Cuántos capítulos quedan por sufrir hasta el final de esta tragedia?

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