Aparte de para decir allí lo que no se atreve a decir aquí, Rajoy ha aprovechado su estancia en Nueva York para resucitar el castizo mito de la anti-España. No es el primero que cede a esa tentación. Hace unos meses, la ministra Báñez dividió a los españoles en buenos y malos en función de su ausencia o presencia en las protestas contra la reforma laboral. Desde entonces hasta ahora, las cosas no han hecho más que empeorar en todos los sentidos.
Dice el presidente que la “mayoría silenciosa” que no se manifiesta está trabajando. Con la tasa de paro registrado de nuestro país, ese diagnóstico parece un chiste, y de mal gusto. Pero, además, conviene tener en cuenta otros factores. En una ciudad como Madrid, por ejemplo, los parados no pueden pagar el precio de los transportes públicos. Los abuelos que tienen que cuidar de sus nietos porque sus hijos han perdido el empleo o un porcentaje de su salario, no pueden manifestarse. Las parejas que han tenido que renunciar a la guardería de los suyos, tampoco. Los pequeños comerciantes han despedido a sus empleados y hacen guardia tras los mostradores, los licenciados en busca de su primer empleo necesitan todas las horas del día para presentar currículos y pedir becas que nunca les conceden, y a las mujeres trabajadoras que ya no pueden pagar a nadie que las ayude, no les queda más remedio que hacer la compra de noche. Los que han emigrado, no están, y los que quedan no siempre tienen fuerzas suficientes para salir a la calle a gritar su descontento. Aunque, quizás, después de ver las imágenes de los antidisturbios disparando pelotas de goma en la estación de Atocha, logren sacarlas de su flaqueza.
Si las declaraciones de Rajoy no encerraran un mensaje tan injusto y peligroso al mismo tiempo, su optimismo resultaría encomiable. Se nota, eso sí, que ve los informativos de TVE.
Almudena Grandes en El País
Leído en: http://elpais.com/elpais/2012/09/28/opinion/1348842007_263396.html
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